Capítulo XIX

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Kilian

La cara de impacto de Hugo es muy divertida.

— Wow, es que te juro que al principio no creí que fueras Kasidy, esto es... sorprendente

Me dice mientras me mira fijamente con los ojos abiertos cuál platos de ensalada, esos que son muy enormes.

— ¿Lo dudabas?

Preguntó divertido.

Él asiente. — Claro que lo hacía Kilian, imagina que un día alguien te llame diciendo que tú mejor amiga que murió hace seis años reencarnó y ahora es un niño que tiene tres años de edad y para completar italiano, es algo cotidiano seguramente

Dice con ironía.

— Ahora ¿Ya no lo dudas, entonces?

Cuestiono con un mohín.

— Noup, me lo has echo ver hace unos minutos mientras me recordabas nuestras epiaventuras

Dice con una sonrisa melancólica.

— ¿Qué te preparo de comer Kili?

Suelta la pregunta de repente.

Yo lo miro sorprendido, apuesto a que mis cejas se han alzado más de lo normal, quizá tocan mi cabello.

— ¿Para mí? ¿Hablo de que por primera vez vas a cocinar para mí?

El siente con orgullo.

— Te lo prometí Kas

Yo me noto aún más confundido.

¿Él me hizo una promesa? ¿Cuándo?
Me hace sentir mal la parte en la que no recuerdo gran parte o acontecimientos muy importantes de mi vida pasada.

Él me regala una sonrisa de lado, una que no se le refleja en los ojos, en ellos hay tristeza, melancolía. Comienzan a ponerse llorosos los míos de que puedo sentir su aura... puedo sentir... su alma.

Recuerdo la sensación de ese lugar que estuve cuando morí.

Estuve en donde surgen las almas, un lugar lleno de luz, paz y mucha tranquilidad. Un lugar en donde no solo nacen las almas, también se reconstruyen, resurgen, como la mía.

Se aclara la garganta. — Cuando teníamos ocho años, te dije que quería ser chef, uno de los mejores, que mi mamá y papá no estaban de acuerdo en ello... pero que no me importaba que no creyeran en mí, yo lo hacía... tú me apoyaste y, dijiste que estabas segura que yo cocinaba excelente... ahí entonces te prometí que algún día te prepararía tu platillo favorito

Lágrimas corren por mis mejillas, las permito salir sin pena.

— ¿Cuándo se van de Madrid?

Pregunta al notar mi silencio.

— Mañana por la tarde

Eso lo toma desprevenido, suelta un bufido y se cubre la cara con ambas manos, comienza a llorar de manera increíble.
Jamás lo había visto tan afectado.

Voy hacía él, rodeando la isla de la cocina. Yo no recuerdo cuánto mido, pero mi cabeza queda a la altura de su rodilla, quizá unos centímetros más arriba.

Lo abrazo con fuerza de ahí, dándole a saber aquí estoy. Él se descubre un poco sorprendido y se cunclilla para quedar un poco más a mí altura.

Me abraza de manera correcta.

— ¿Puedo pedirte un favor Kilian?

Me susurra lentamente.

Asiento.

— ¿Me permites cocinar hoy la cena de despedida? Estará toda la familia Sauceddt, la familia de Glenda y yo, llegará mi excompañero de piso de la universidad, también, obviamente tu familia

Yo rompo el abrazo. Y le doy una sonrisa de oreja a oreja, mostrando mi dentadura.

Mamá los llama Elotitos tiernos.

— ¡Sí! ¡Sí!

Grito mientras doy saltitos de emoción.

Me detengo un momento.

— Oye... Hugo bobitom

— ¿Sí?

Responde con un cara de terror absoluto.

— Puedes hacer de postre unas galletas de mantequilla por favor

Le pido con un puchero.

— ¿Todavía tienes esa obsesión?

Pregunta divertido mientras me pica las costillas.

Me quedo pensando, por un momento, analizando todo.
¿Qué ha dicho? ¿Qué yo, que?

— ¿Cómo?

Pregunto extrañado.

— Solías comer galletas de mantequilla siempre, le puedes preguntar a Sara, ella era la que estaba siempre pidiendo esas galletas por paquete en el supermercado

— ¿Enserio? Oh... con razón sentía que llenaba un hueco comiendo esas galletas, me recordaban a casa... me hacen sentir como en casa

Explico más para mí que para él.

Él asiente.

— Ahora ven acompáñame a el súper, necesitamos muchos ingredientes para la receta

Dice poniéndose de pie.

Dónde surgen las almas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora