Epílogo

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— Papi entonces ahora éste conejo será mío

Cuestiona con un brillo en su mirada.

Me encantan sus ojos, son azules con motas en color verdes, aunque cambian dependiendo la luz y casi estoy seguro que con su estado de ánimo.

— Si mi amor, este conejito se llama Rabito, solía tener una zanahoria con él en su brazo derecho pero la perdí cuando era pequeño...

Él se queda mirando atento a Rabito.

— Este conejito me lo regaló tu abuelo cuando cumplí tres años

Agrego.

Sus cejas rojizas se alzan en asombro.

— ¿Tres como los que tengo yo papi?

Asiento. Eso lo sorprende más aún.

— ¿Ahora cuántos años tienes papi?

— Veintiocho campeón

Le respondo.

Él abre los ojos como platos.

— ¿Entonces cuántos años tiene mamá? ¿Veintiocho cómo tú?

Niego con diversión. Esto se pondrá interesante.

— No campeón, tu madre es más anciana que yo, ella tiene veintinueve

Su ceño se frunce ligeramente.

— ¿Es anciana?

Pregunta con un mohín. Muy tierno.

— Si

Le susurro al oido como si de un gran secreto se tratara.

Él se levanta de un brinco de la cama y sale corriendo por la puerta de su habitación, seguro directo a la cocina.

— ¡KILIAN!

Grita Helen desesperada.

Me levanto cautelosamente y a pasos perezosos bajo las escaleras.

Llego a la cocina y me atrapa esa mirada verde que conozco a la perfección. Helen.

— ¿Qué pasa cariño?

Le pregunto inocentemente.

— ¿Quién le a dicho al niño que soy una anciana?

Pregunta con las mejillas rojas como un tomate.

— Yo no mi vida

Le digo mientras me encojo de hombros.

— ¿A sí? Que extraño, aquí solo hay tres personas y un perro y no creo sinceramente que el perro lo haya hecho, Pierce no inventa cosas y yo no lo hice

Me limito a plantearle un beso.

— Y no te hagas el desentendido

Advierte.

— Cariño, el niño dijo que actúas como una anciana y me a preguntado tu edad, es muy inteligente

Hablo mientras tomo una copa dispuesto a servirme un poco de vino.

— ¡Ey! Ese vino no me lo toques que es para la cena de hoy por la noche

— Está bien, está bien

Le indico con los brazos en alto en señal de rendición, subo nuevamente las escaleras y me dirijo a nuestra habitación.

Soy psicólogo y con la ayuda de mi padre y mi adorado suegro construimos un centro de ayuda.

No es un psiquiátrico ni nada de eso, ayudamos a las personas que lo necesiten, por ejemplo con problemas de estrés, ansiedad, depresión. Principalmente adolecentes, pero eso no descarta a los adultos, también los hay.

Dónde surgen las almas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora