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Estoy harto. En serio estoy harto de ti, Jojo.

Los años pasan, mi alrededor cambia, yo he cambiado... ¿por qué no puedo sacarte de mi mente a pesar de ello? Es ridículo, vomitivo. La repulsión hacia tu cuerpo se vuelve insoportable cada vez que llegas a mi cabeza de esa manera tan asquerosa.

He dañado tu cuerpo con mis uñas, he tratado de eliminar ese detestable lunar de tu hombro... Te odio, en serio te odio.

Con anterioridad he dicho que sigues luchando contra mí, ¿pero por qué de esta manera? Torturas mis pensamientos hasta volverme loco. La tranquilidad se ve opacada por tu repelente recuerdo, y aunque no sea a menudo, este es tan fuerte que tu cuerpo se vuelve incómodo.

Estoy enloqueciendo poco a poco. La serenidad es algo que me caracteriza entre mis súbditos. ¡No puedo puedo dejar que tú arruines lo que he logrado por mi cuenta, Jojo!

Pierdo los estribos cuando apareces en mi mente... ¿Es porque aún conservo tu cráneo? ¿Por ello no me dejas en paz? ¡Deberías estar halagado! Yo, DIO, conservé tu cabeza en forma de respeto, ¿que no te es suficiente?

Me desharé de tu cráneo, como siempre debió ser, porque a pesar de haber sido una buena compañía en ese inmundo ataúd, es hora de que desaparezcas. El cuerpo es tuyo, por ahora, pero en cuanto lo posea por completo, lo primero que haré será aniquilar a tus indeseables descendientes, eliminaré a cada uno sin importarme nada más que mi futuro reinado.

No cambiaré de idea, Jonathan, aún así me atormentes y me persigas. Tu patética familia perecerá igual que tú y no podrás hacer algo al respecto.

No puedo permitir que tus descendientes me martiricen como tú lo has hecho por más de cien años.

Diario de DIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora