D o s.

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5 de noviembre

Salí del baño con una toalla blanca envolviendo mi cuerpo. Con el peine desenrredaba mi pelo mojado que, al ser ondulado, era más fácil de manejar. Ya en mi cuarto, busqué en el armario algún conjunto que ponerme para estar por casa. Mi armario estaba repleto de ropa de las miles de veces que había ido al centro comercial de enfrente de mi casa. Era bastante útil tenerlo tan cerca.

Al final me decante por unos pantalones de chándal grises a juego con una sudadera ancha del mismo color. Iba a estar en casa toda la tarde, no tenía pensado moverme de mi cama así que daba un poco de igual que ropa iba a ponerme.

Después de escojer, volví al baño y me seque mi pelo color miel y después me hice un moño alto dejando que algunos mechones se me cayesen por los laterales. Fui a mi cama y cogí los auriculares y comencé a escuchar All of me.

Cause all of me
Loves all of you
Love your curves and all your edges
All your perfect imperfections
Give your all to me
I'll give my all to you
You're my end and my beginning
Even when I lose I'm winning
'Cause I give you all...

'Cause all of me
Loves all of you
Love your curves and all your edges
All your perfect imperfections
Give your all to me
I'll give my all to you
You're my end and my beginning
Even when I lose I'm winning

—¡Leah!

Un cojín impacto contra mi cara. Me lo quité furiosa y busqué con la mirada al responsable, que como no, era mi hermana mayor Erika.

—Te estaba hablado.—se puso los brazos como jarra.

—¿No veías que estaba escuchando música?— dejé el cojín a mi lado y me volví a tumbar.

—Te estaba diciendo que he invitado a unos amigos.

Lo cuál, era una invitación a: marcharte de casa.

—¿Y?

—Seguro que te aburrirás si te quedas aquí.

Entrecerré los ojos.

—¿Me estas echando de mi propia casa?

—Te estoy invitando a que te vayas.

Bufé.

Le di la espalda dando media vuelta en la cama y cerré los ojos.

—¡Leah!

—¡Erika!

—Colabora un poco.

—Colabora, dice— bufé.

—Es importante.

—¿Que es tan importante como para echarme de casa a las nueve de la noche?— indagué dándome la vuelta y mirándola a los ojos.

—Te doy cinco euros y te vas.

—Mejor que sean diez.— sonreí y ahora fue ella quién bufó. Metió su mano en su bolsillo trasero de los vaqueros y saco su monedero de donde salió un billete de diez euros.

—Te quiero en quince minutos fuera de casa.

Me tendió el billete y lo cogí rápidamente.

—Hecho.

Al final, ella se salió con la suya. Diez minutos después estaba en el portal de mi casa mirando a la oscura calle y sin saber que rumbo tomar. Entonces, mi móvil se iluminó y el nombre de Sophie apareció en él.

Rápidamente descolgué la llamada y acerqué el móvil a mi oido.

—¡Leah ayuda!

—¿Qué pasa?—pregunté al instante.

El Arte De Leah © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora