T r e s.

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9 de noviembre

Desde la parada de bus donde solía cogerlo para ir al instituto, veía mi casa enfrente mía ya que la parada estaba en la otra acera. Faltaban tres minutos para que el autobús escolar llegase y Sophie no se había dignado a aparecer aún.

Cerré los ojos agotada y miré mi tobillo vendado y las muletas apoyadas en el banco. La caída de la hora de educación física me había lesionado el tobillo izquierdo con un esguince leve. Según al doctor, tenía que mantenerme en reposo durante dos semanas y eso quería decir nada de deporte.

—¡Leah! —Sophie llegó a mi lado con la lengua fuera y respirando con dificultad. —La señora del quinto me ha entretenido. Esa estúpida bruja siempre apareciendo en los peores momentos. ¿No sabe que a estas horas tengo clases? —bufó.

Me mordí la lengua para no reírme. Sophie siempre tenia un percance con su vecina de arriba. Era una señora ya mayor que lo único que quería era modernizarse un poco y por eso se paraba a hablar sobre todo con jóvenes.

—Deja a la pobre mujer que bastante tiene con cuidar de sus tres gatos—me reí.

—¿Y encima la defiendes? —se hizo la ofendida. —Me encanta que nuestra amistad se base en no apoyarnos.

—Se que te encanta—le guiñé el ojo, siguiéndola el juego.

—¡Leah!

—¡Sophie!

—Creo que me estas dejando sorda de tanto gritar mi nombre.—se tocó el oído y me miró echándome la culpa de todo.

—Yo solo grito el nombre de la persona que grita el mío—me encogí de hombros. Sophie se tocaba el pelo y movía la pierna rápidamente.—¿Qué? ¿Nerviosa? —la interrogué.

—¿Yo?¿Nerviosa? —bufó.—Yo nunca me pongo nerviosa. No lo estoy en una competición lo voy a estar por conocer a gente nueva,

—Ya.

—Ademas, conozco a Ian y a Jake.

—Y a mi—me hice la ofendida por no contar conmigo.

—Y a ti—rodó los ojos—Me irá bien—aseguró.

—Yo también lo creo—dije con seguridad.

Vi el autobús escolar amarillo a escasos metros de nosotras. Me levanté con cuidado del banco y cogí las muletas cada una con un brazo. Sophie me sujetó un brazo a la hora de colocarme las muletas para no caerme en caso de que perdiese el equilibrio.

—Gracias...

El autobús escolar paró enfrente nuestra y la puerta se abrió dejándonos paso.

°°°

—¿Cómo está mi coja favorita?

Jake apareció en mi campo de visión con una sonrisa en la cara y su mochila azul colgando en un brazo. Le fulminé con la mirada y le ignoré continuando con la tarea de historia. Se me estaba haciendo eterna y sentía que no avanzaba.

—Venga, Leah. No puedes estar enfadada conmigo por eso.

Dejé el boli encima del cuaderno y me encaré a él a pesar de que ahora mismo le llegase por la cintura ya que estaba sentada en una silla de la biblioteca.

—Tu hiciste esto. —señalé mi tobillo.

—¡Pero si te tropezaste con una piedra!

—¡Si, pero minutos antes predijiste mi fututo! Dijiste, y cito textualmente—aclaré la garganta. —<<Hoy va a ser un gran día>> y no, no lo fue ¡Me hice un esguince y un señor con barba blanca me estuvo toqueteando el pie hasta que me diagnosticó algo que hasta los gemelos podrían haber adivinado!

El Arte De Leah © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora