V e i n t e.

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20 de diciembre.

Abrí los ojos en cuanto sentí que alguien se movía a mi lado. Jake se había dado la vuelta en la cama y ahora me daba la espalda.

Me parecía increíble que esto estuviese pasando. Osea Jake y yo.

Quería gritar todo el maldito rato.

En cuanto se lo contamos a nuestros amigos Ian rezó dándole gracias a Dios por habernos ayudado a dar el paso. Sinceramente si no lo hubiese hecho Jake, no creo que estuviésemos en esta situación ahora mismo.

Me acerqué a su cuerpo y pase mi brazo derecho por su cintura. Escuché como gruñía e inconscientemente—ya que estaba dormido—tendió su mano y la entrelazó con la mía.

Hundí mi cabeza en su cuello aspirando su olor. Olía al champú que siempre usaba. De frutos secos.

Cerré los ojos, y volví a dormirme, sin ser consciente de lo que me esperaba esa misma tarde.

(...)

Abrí los ojos y Jake ya no estaba en su cama. Estaba yo sola en ella envuelta de todas las mantas. Las temperaturas habían bajado, no superaban los cinco grados.

Me senté al borde de la cama y me puse mis calcetines gorditos. Caminé hacia la puerta bostezando y quitándome los pelos de la cara.

Un olor peculiar himundo mis fosas nasales, y fui directo hacia él. Provenia de la cocina, y cuando entré en ella, Jake estaba con un delantal sacando un bizcocho del horno.

—Osea que por esto me has reemplazado.—fingí estar ofendida.—Has preferido ponerte a cocinar que despertarte al lado mia, muy bonito Jake.

Jake se rió y negó con la cabeza.

—Estaba cocinando una tarta para ti, por tu cumpleaños. Pero te has despertado antes de que echase el glaseado.

Me acerqué a ella y dios, quería ya sentirla dentro de mi boca.

Vale, eso ha sonado muy mal.

—A la mierda el glaseado—cogí el bizcocho y fui a la isla de la cocina dejándola en ella. Cogí un cuchillo y una cuchara y comencé a devorarla.

—¡Hey!

—¿Que? Tengo hambre—me excusé.

—Ni siquiera me has dejado que te felicitase por tu cumple—se cruzó de brazos.

—Ahora te dejo—le dí el turno de palabra.

—Feliz cumpleaños Leah.

—¿Ves? Ni tan difícil.

—¡No me has dejado terminar!— exclamó.

Dejé el cuchillo en la isla y me di la vuelta mirándole. Cogió mi mano y tiró de ella acercándome a su cuerpo y luego, bueno, luego estampó sus finos labios en los míos.

Se separó del beso y sonrió.

—¿Que está más rico, mis labios o el bizcocho? Se que mis labios pero quiero escuchar la respuesta de tu boca.

Alcé una ceja.

—No te pienso contestar a eso.

—Venga Leah. Que te he hecho el bizcocho, me lo debes.

Rodé los ojos.

—Sigue soñando.

Nos sentamos ambos en la isla y comenzamos a devorar el bizcocho. No había nadie más en casa por lo que fuimos los únicos en probarla.

(...)

Di gracias a que mi cumpleaños cayese en vacaciones, porque no sé si sería capaz de tener la suficiente fuerza de voluntad para ir allí.

El Arte De Leah © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora