S i e t e.

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15 de noviembre

Me removí en la cama a gusto. No recordaba mi cama tan blanda, ni tampoco esa suave almohada. Abrí los ojos y me quedé ciega con la luz que entraba por la ventana. Me senté en la cama y cuando mis ojos se acostumbraron a la penetrante luz, me acordé de donde estaba.

En la cama de Jake.

Me mordí el labio inferior recordando todo lo de anoche. A pesar de que fue una noche mas y no pasó nada para mi si lo pasó. Estuve con él y con eso me bastaba, por ahora.

Salí de la cama y también de la habitación yendo directamente al baño caminando lentamente por mi tobillo. Me molestaba un poco al andar, pero prácticamente lo hacía como antes. Después de hacer mis necesidades, me miré en el espejo. Tenía unos pelos horribles. Me hice una trenza a pesar de que algunos mechones—como no—se rebelaban. Al menos era mejor eso que ir con el pelo suelto. Mojé mi cara para despertarme y salí del baño.

Un olor invadió mis fosas nasales. Fui directa hacia ese olor, la cocina encontrándome a mi mejor amigo de espaldas a mí y sin camiseta. Le di un repaso sin que el se diese cuenta de mi presencia. Su espalda era ancha y a pesar de que no tenia unos músculos muy definidos, a mí me parecía atractivo. Posiblemente sus piernas eran las más musculosas por el deporte que practicaba, atletismo, aunque ya no va a ningún club, lo hace por su cuenta.

—Buenos días—dije sonriendo.

Jake se dio la vuelta y sin descaro alguno, me dio un repaso.

—Joder, la camiseta te queda mejor que a mí.

Alcé las cejas.

—Creo que es la primera vez que te oigo decir que soy mejor que tú en algo.

—Eres mejor que yo en muchos aspectos, otra cosa es que lo diga en alto.

—¿Ah, sí? —me apoyé en la pared—¿Cómo cuáles?

Negó la cabeza, divertido.

—No te lo pienso decir.

—Venga Jake—insistí.

Cogió del centro de la isla de su cocina un plato lleno de galletas de chocolate, recién hechas. Era el mismo olor de antes, no me extrañaba que lo hubiese interceptado. Había chocolate.

Me acerqué a él y cogí una galleta probándola.

—Mmmm, está deliciosa.

—Como todo lo que cocino. —le saqué el dedo del medio y cogí el bol de sus manos para irme de allí. —¡Oye! Yo también quiero.

Al final nos sentamos en el sofá comiendo las galletas. Miré la hora y ya eran las siete y media.

—Deberíamos ir preparándonos. —tragué la comida que tenía en la boca.

El asintió y se puso despaldas a mi con los brazos extendidos para atrás.

—Sube.

Alcé las cejas, pero no me lo pensé dos veces y salté a su espalda. Me llevó a su habitación donde me dejó en su cama mientras que él iba a su armario.

—Iré a por ropa limpia para ti.

Salió de la habitación dejándome sola durante medio minuto, luego vino con unos vaqueros largos.

—Es de Mia, pero creo que te valdrán.

Me los tendió mientras que él cogía su ropa y se iba al baño.

—Espera, ¿y la camiseta?

Se dio la vuelta y me sonrió.

—Puedes usar la mía.

El Arte De Leah © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora