D i e c i s é i s.

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Y desperté del sueño.

Okeyy, va a ser que esto está pasando en realidad y no es un sueño.

Me. Estaba. Besando. Con. Jake.

¡Jake!

Parecía como si nuestros labios estuviesen hechos para el otro. No se despegaron en ningún momento, ni cuando Jake me sentó en su regazo y me acariciaba la mejilla.

Esto parecía un de los miles sueños que había tenido con él, solo que este superaba todas mis espectativas.

Mi primer beso.

Su primer beso.

Era todo lo que siempre había querido, él y yo juntos.

Me separé de él repentinamente respirando con dificultad de respirar y le miré a los ojos cercionandome de que esto no era ningún sueño ni nada por el estilo.

—¿Qué pasa?—preguntó.

—¿Tan mala soy ocultando mis sentimientos?—pregunté, preocupada.

Jake suspiró y rio.

—Bueno, mala mala...—me miró y se le ensanchó la sonrisa dejando ver sus hoyuelos—. Podrías haberlo hecho mejor.

—Lo he hecho muy bien—le aseguré.

—Leah, eres demasiado transparente.—alzó una ceja.

Entonces recapacite en sus palabras.

—Tu...—dudé—¿Desde cuando...?

—Desde hace un año, más o menos.

—Pero...

—A mi se me da mejor ocultarlo que a ti—dijo, sonriendo.

—¡Eso no es cierto!—exclamé.

—¿Enserio?—alzó la ceja.

Vale, puede que tuviese un poco de razón, pero no sé la daría.

Le miré a los ojos con intensidad. Él también me miraba en silencio. Había dejado atrás esa mirada juguetona para dar a una mucho más seria. Su mirada, como hace un rato, se dirigió hacia mis labios. La mía también.

Mi cuerpo me pedía a gritos que me inclinara un poco para unir de nuevo nuestros labios. Necesita volver a sentirlo.

Sin embargo, los recuerdos volvieron a mi cabeza. Las palabras de la chica. Y eso hizo, que me apartase de su rostro rapidamente.

Me levanté de su regazo. Mis piernas temblaban y mi corazón iba a mil por hora. Si alguien me hubiese dicho hace unos meses que hiría a hacer lo que estaba a punto de hacer, no me lo había creído.

—Esto no es buena idea.

No podía mirarle. No me atrevía. Miraba al horizonte mientras sentía como se ponía de pie a mi lado.

—¿He hecho algo mal?

Algo dentro de mi se rompió. Me dieron ganas de ponerme a llorar en ese momento, pero me contuve. Respiré hondo y seguí.

—Es solo...que no es buena idea.—cerré los ojos reteniendo las lágrimas—Lo siento.

Cogí mi cámara de fotos y corrí colina había abajo dejándole detrás.

(...)

3 de diciembre.

Me quejé en cuando Erika entró en mi cuarto subiendo la persiana dejando que los rayos de luz me cegasen.

—Vete a la mierda—mascullé, dándome la vuelta y tapándome la cara con la almohada.

—Joder, Leah. Estas hecha un asco.—solo quería que se callase y se marchase de mi cuarto para que pudiese seguir con mi sueño.—Cualquiera diría que te ha pasado un camión por encima.

—Cállate Erika—rogué—. No estoy de humor para ponerme a discutir ahora mismo.

—Ya, al igual que no estabas de buen humor ayer para ir a clase, ¿No?

Dios, por favor, que un rayo le cayese ahora mismo en la cabeza de mi hermana y así viviría una vida tranquila sin amargura.

—Eso no es asunto tuyo.

Zanjé el asunto, la cuestión es, que ella no parecía muy a la labor de colaborar.

—Si cuando mamá y papá llamaron ayer por la noche a casa pidiéndome explicaciones y echándome la culpa de que hicieses pellas.—¿He dicho ya que quiero que se vaya?—Y sinceramente, no me apete que me dejen sin paga un mes solo porque mi hermana pequeña se vuelva una macabra de la noche a la mañana. Porque te voy a decir una cosa, solo hay una rebelda en esta casa y esa soy yo.

—¿Has acabado ya tu discurso?—bostecé.

—Dios Leah, a veces eres insoportable. Te estoy pidiendo que me cuentes que cojones te pasa.

Me senté en la cama. Ya para que esforzarme en conciliar el sueño si ya me ha dejado claro que no pensaba irse de ahí hasta que se lo contase.

—Ya, pero la cuestión es que yo no quiero contarte nada.

Bufó.

—Muy bien, pues llama a alguno de tus amigos y desahogate con ellos o haz lo que te venga en gana. Pero enserio, sea lo que sea lo que te pasa solucionalo ya. No soporto tu humor de siempre, imagínate ahora que estás inaguantable.

Salió de la habitación dando un portazo en la puerta.

Ya se me había quitado las ganas de volver a dormirme, en lugar de ello, me levanté de la cama recogiendo mi cabello en un moño alto y yendo de camino hacia el escritorio, en donde mi móvil reposaba. Miré la hora de él.

«8:46 a.m.»

Dios mío Erika estaba loca. ¿Como me podía despertar antes de las diez un sábado? ¡Eso era un delito!

Miré mi cámara de fotos mientras picoteaba con las yemas de mis dedos sobre la mesa. Eso me ayudaría a relajarme. Hacer fotos es mi hobby, mi pasión.

Además, tenía que enviar una foto antes del día quince.

Decidió.

Me fui directa hacia el armario, escogiendo lo primero que pillé. Cogí mi cámara de fotos y salí de mi cuarto anunciando mi salida.

El Arte De Leah © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora