O n c e.

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Mojé mi cara en el baño. Corría el agua por el gripo y alguna que otra gota mojó mi atuendo, pero no me importó. La música me estaba volviendo loca, mi cabeza no podía soportarlo más.

Suspiré, que todo sea por Abby.

Abría la puerta del baño y unas chicas con dos vasos en las manos entraron. Me recordaron a los vasos que usamos tiempo antes para jugar al yo nunca, nunca. Abby y yo nos habíamos escapado después de que una multitud de adolescentes abarcasen la habitación y se unieran al juego. Aprovechamos la oportunidad y salimos de allí.

Nunca había jugado al juego, pero sí que había odio hablar de él.

Bajé las escaleras en busca de alguna cara conocida, pero nada. Apenas podía ver con toda la oscuridad que había.

Como pude, caminé hacia la salida, deslizándome por la gente y alguna que otra vez me daban empujones. No aguantaba más, ya había estado suficiente tiempo en esa fiesta.

—¡Leah!

Giré sobre mis talones en busca de la persona que había nombrado mi nombre. Quizá hubiesen llamado a otra persona, habría más chicas que se llamasen Leah en la fiesta. Alguien agarró de mi brazo e instintivamente me giré a punto de darle un puñetazo cuando encontré a Jake parado ahí enfrente.

—Wow, soy yo.

Solté el aire acumulado en mis pulmones. Me llevé la mano al pecho y asesiné con la mirada a Jake.

—¡Casi me da un infarto!

—No seas exagerada—puso una mueca—¿Ya te ibas?

Asentí.

—Tenía pensado mandaron un mensaje por el camino, os he estado buscando por un buen rato, pero es más difícil distinguir aquí a alguien que encontrar a Wally.

—Bueno pues ya estoy aquí asi que ya nos podemos ir.

Alcé la ceja.

—¿” Podemos”? Jake si te quieres quedar puedes hacerlo, no te tienes que sentir obligado a acompañarme a casa solo porque esté medio coja.

—Leah, sabes que no eres ninguna molestia así que deja de quejarte y vámonos de la fiesta.

Quise rechistar, pero me cogió de las caderas y me elevó apoyándome en su hombro. Me sujetaba con un brazo mientras que con el otro llevaba la muleta, sacándonos de la fiesta.

(…)

20 de noviembre

Volví a leer el problema. No tenía ningún sentido nada. Me llevé las manos a la cabeza dándome masajes en las sienes y respirando. Al final, cerré el libro de matemáticas frustrada y me crucé de brazos echando todo mi cuerpo hacia atrás.

Las x eran mis peores enemigas, no paraban de salir en cada dichoso problema de matemáticas. Era un infierno. Agradecía no haberme pasado la fugaz idea por mi cabeza de irme por ciencias, no creo que soportase la física.

Picoteé la mesa mirando a mi móvil que estaba cargando a menos de medio metro de mí. Estaba estudiando, el móvil desconcentra…aunque como bien había dicho estaba estudiando. Ahora mismo lo único que estaba haciendo era maldecir a las matemáticas por su dichosa existencia.

Alargué la mano y desenchufé el cargador encendiendo el móvil y viendo que tenía algún que otro mensaje. Uno era de mi madre, donde me decía que iba a llegar hoy tarde ya que tenia una comida de trabajo junto con sus jefes. Decía también que papá la iba a acompañar y que había pollo en la nevera.

El siguiente mensaje era de Sophie. Me mandaba fotos del pabellón donde estaba compitiendo y muchos audios en los que se le notaba que estaba nerviosa. No paraba de decir que el nivel era muy alto y que no estaba a la altura—aunque eso ultimo era mentira, ella si lo estaba—. El último decía que no sabia si iba a ir Isaak y eso la ponía aún más nerviosa.

El Arte De Leah © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora