Q u i n c e.

59 8 24
                                    

1 de diciembre

El tiempo había empeorado esta última semana. Cada vez eran menos los rayos de sol que se asomaban por el cielo dando paso a unas nubes muy borrosas. Salvo hoy.

—A mi padre le han vuelto a llamar del colegio de los mellizos.

Bajamos del bus y miré a Sophie con una sonrisa en la cara.

—¿Y que han hecho esta vez Andrew y Mathew?

Suspiró.

—Pues al parecer, se llevaron de casa una bolsa llena de globos de agua, y en su lugar le metieron pintura. ¿Y sabes a dónde fueron a parar esos globos? ¡A la cara de su profesora!

Paré en seco, conteniendo la risa.

—Eso es terrible—bromeé.

—Hablo en serio Leah, si vuelven a hacer alguna trastada les expulsará del colegio y lo que es peor, ¡Me tocará hacer de niñera en cuanto vuelva a casa! ¡Me cascan el muerto a mi!

Ladee la cabeza, pensativa.

—Siempre puedes recurrir a Jake, se le dan terriblemente bien los niños.—cruzamos la cera y caminamos por el sendero de piedra hasta entrar al instituto.

—Hablando de Jake, ¿Hoy no era vuestro "aniversario"?—hizo comillas con los dedos. Suspiré y sonreí. Me volví hacia mi mejor amiga y me mordí el labio inferior.

—¿Y si se le ha olvidado?— pregunté, jungando con mis dedos.

Elevó la vista mirando por encima de mi hombro y negó la cabeza sonriendo.

—No lo creo.

No me dió tiempo a responder ya que un cuerpo me rodeó la cintura y depósito un beso e mi mejilla derecha. Giré la vista para encontrarme a mí mejor amigo con una sonrisa gigantesca y un brillo en los ojos.

—¡Feliz quinto aniversario de mejores amigos!

Volvió a darme besos, y esta vez por toda la cara, salvo en los labios.

—Feliz quinto aniversario—dije, riendome.

—Uy que tarde es—Sophie miró su muñeca—será mejor que me vaya yendo.

Se despidió de nosotros y se fue en dirección a la cafetería.

—¿Es consciente de que no tenía reloj en la muñeca?—frunció el ceño.

—Me da a mí que si.

Negó con la cabeza.

—En fin, ¿lista para una tarde que recordarás toda tu vida?— dijo, entusiasmado.

—¿Dudas de mis aptitudes?—fingí estar ofendida.

—Sabes que no— sonrió—. Bien, nos vemos esta tarde, a las seis estaré en la puerta de tu casa.

—¿No quedamos como siempre en los recreativos?— fruncí el ceño.

Siempre, en todos nuestros aniversarios, en todos, hemos quedado en la puerta de los recreativos. Nos gastamos nuestros ahorros en los juegos. Siempre llevamos la cuenta de cuántos ha ganado el uno y el otro. Por eso, cuando terminamos de jugar, el perdedor invita al otro a una pizza.

Y como siempre, seré yo la ganadora.

No sé por que todos los años seguimos yendo a los recreativos. No me quejo, al final siempre gano una pizza, pero Jake no. Siempre pierde y al final le toca pagar la cena. Llevaba años preguntándome por qué no se había quejado y no había propuesto otro lugar en donde celebrarlo pero claro, no iba a ser yo la que se quejase.

El Arte De Leah © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora