CAPÍTULO 17

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     Cuando dio su hora de salida, Jimin se vistió en silencio y colocándose la capucha de su hoddie para que nadie pudiese ver su triste rostro, se dirigió a la salida para comenzar a caminar hasta su vivienda.

     Avanzó solo unos pasos cuando de repente escuchó voces a su espalda.

     —¡Jimin, espéranos! —gritaron casi al unísono Solar y Hoseok que llegaron casi trotando a su lado.

     — ¿Oye que pasó ahí dentro? Jungkook vino a pagarme y no despegaba su vista del suelo ni dijo una sola palabra, pero aun así vi algunas lágrimas en su cara y luego de abonar, se fue rápido sin despedirse — explicó la morocha mientras buscaba la mirada de su amigo.

     —Se terminó, Sol... Eso fue lo que pasó —habló Jimin con un enorme el nudo en su garganta, por la angustia que le producía decir aquello en voz alta.

     — ¿¡Qué!? ¿Pero por qué? Creí que se gustaban muchísimo... o al menos él a ti — preguntó su peliblanco amigo.

      —Y así es, Hobi pero... yo no puedo ser exclusivo de él estando aquí y no es justo que gaste su dinero en mí de esta manera. Además... somos de mundos muy distintos y yo no tengo nada que ofrecerle más que mis problemas —y dicho esto, Jimin dejó que las lágrimas bañaran nuevamente sus mejillas antes de seguir hablando—. Por eso le mentí diciéndole que era mejor terminar y que yo no tenía tiempo para lo nuestro.

     Al finalizar su relato, el pelinegro se dejó consumir por la tristeza, llorando con profundo pesar en cada lágrima que iba dando, pues por más que Jungkook le demostrara su valor, para Jimin no era nada fácil hacer desaparecer sus inseguridades ya que ellas estuvieron él desde que era niño.

     Ambos amigos lo acogieron entre sus brazos, dejando que se desahogara mientras acariciaban suavemente su espalda. Lo acompañaron hasta su casa sin tocar más del tema, ya que entendían el punto de Jimin y respetaban su decisión, aunque harían lo que fuera para poder ayudarlo.

 Lo acompañaron hasta su casa sin tocar más del tema, ya que entendían el punto de Jimin y respetaban su decisión, aunque harían lo que fuera para poder ayudarlo

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     El sábado al mediodía, luego de una pésima noche de sueño, Jimin se despertó cuando sintió el golpeteo en la puerta de su pequeña habitación.

     Luego de mirar su cara en la pantalla de su celular, notando las ojeras que adornaban sus ojos sin brillo, se peinó un poco con los dedos y se dispuso a abrirle, sin ganas, al cretino su jefe, Lee Jihyung.

     —Tenemos que hablar —dijo seriamente el hombre.

     —¿Sobre qué? —cuestionó sin ganas el pelinegro.

     —Dinero. ¿Sobre qué otra cosa hablaría contigo? —espetó Jihyung, mirándolo de arriba abajo con desagrado—. Te ves horrible.

     —Aun no tengo todo su dinero, señor Lee —habló Jimin con pesadez en su tono de voz.

     —He escuchado eso por 10 años, mocoso ¿Cuándo piensas pagarme para al fin, largarte de aquí? —preguntó el hombre, cruzándose de brazos.

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