Gemidos al alba

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chico x chica

Despertar con el olor a café envolviendo la casa, rodeado de las agradables sábanas de seda, es increíble. Pero despertar y tener a tu mejor amiga en tu cama, durmiendo en ropa interior, y que ella esté en medio de un sueño erótico y tu con una increíble erección; eso sí que es gloria.

Pues si, esa es mi situación actual. Ella, Adriana, mi mejor amiga, mi única salvación cuando llegue como novato al instituto, está a mi lado durmiendo, jadeando y sonrojada, tapada por una fina sábana crema de seda. Es una chica muy linda, siempre me lo ha parecido, pero nunca me la imaginé así, y el hecho de verla ahora me hace sentir... ¿culpable? No estoy seguro, la calentura me nubla el juicio.

Como era de esperar, estoy duro, mucho, así que opto por ir a darme una ducha, solucionar este problema y seguir como si nada. La primera parte del plan, todo bien, me doy una ducha y me acabo corriendo con la imagen de Adriana gimiendo encima mío.

La segunda parte... bueno, no sale exactamente como esperaba. Al salir de la ducha, con una toalla en mi cintura y el cabello revuelto y mojado, me voy a mi habitación y me la encuentro levantándose, con el pelo revuelto y los ojos medió cerrados, como tantas veces la he visto antes. Pero ahora, mis ojos recorren cada curva de su cuerpo, cada porción de piel descubierta que me llama para que la bese, la pruebe.

Mierda Pol, no hagas eso otra vez o te pondrás duro.

Adriana se acerca a mí, apoya una mano en mi pecho (una mano jodidamente caliente), y aún sonrojada me besa la mejilla.

-Buenos días Pol.

Le deseo buenos días igual, y le digo si se quiere dar una ducha mientras preparo el desayuno. Ella asiente con una sonrisa, coje una toalla de mi armario y entra al baño, dejando la puerta un poco abierta.

No tenemos demasiado tiempo, hoy es lunes y vamos a clase, así que le recuerdo que se tiene que dar prisa.

Han pasado ya 15 minutos y todavía no ha acabado, estoy seguro de que se nos hará tarde, así que subo a mi habitación y, cuando estoy por llamarla, veo el reflejo del espejo por el hueco que ha dejado abierto. Adriana está allí, desnuda, bajo el chorro del agua, y está vez ninguna prenda de ropa me impide ver el increíble cuerpo de esta mujer.

¿He mencionado que la calentura me nubla el juicio, cierto? Bien, pues en este momento lo acaba de hacer por completo.

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