Capítulo 25: Feliz Cumpleaños

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Es curioso cómo el ser humano puede pasar por emociones tan dispares en un plazo tan corto de tiempo. En apenas diez minutos yo pasé de la euforia más infinita, por verla en aquel jardín, a la sorpresa al ver a mi amigo Isaac y enterarme de que son primos, a la rabia más profunda al ver al individuo Satanás de mis días en aquella casa y querer morirme de la desesperación, los celos y la ira al ver lo que hay entre ellos.

Porque el casi beso que le dio... joder, casi me parte en dos del sentimiento tan horrible que me atravesó. Sobre todo al darme cuenta de que el afortunado chico que la besó tan evidentemente el otro día, como yo me moría por hacer, no era otro que Caín, el hermano hijo de puta de mi propia historia. Bueno, hermanastro, para ser más precisos.

Vi la cara de mi carame... perdón, de Carla, y supe que no tenía ni idea de lo que pasaba allí, de que Sergio la había hecho la trece catorce y ella no sabía que él y mi socio al que queríamos acusar de arruinarme la existencia, eran la misma persona. No me cabía ni la más mínima duda de que ella no lo sabía. Lo vi en sus ojos, joder, ella es tan transparente. Al menos a mí me lo parece, porque he estudiado sus ojos en profundidad, y ya se cómo funcionan.

Pero verlos a los dos juntos, ver cómo la trataba como si fuesen algo... Me estaba comiendo por dentro. Otra cosa que yo ansiaba que él me arrebataba. Y esta vez me jodía más.

Gracias a Dios y al destino que Isaac Ochoa es mi mejor amigo y que me sacó de allí, porque verlo agarrarla de la mano delante de toda su familia con aquella familiaridad y confianza, y encima hablando de ella como si fuese un novio orgulloso. Me cago en mi vida, y casi en la madre que me parió, si no fuese porque mi señora madre es una santa y la adoro y nunca lo haría, pero me corroían los celos. Solo quería partir cosas. A ser posible en la cabeza de ese ser asqueroso. Y me estaba preocupando mis pensamientos porque yo no era una persona agresiva.

Pero en el fondo, aunque los celos me invadieran y el odio por Sergio me inundara con más fuerza que antes, nada me hacía dudar de que ella seguía en mi equipo. La vi alterada al comprender la situación, la vi enfadada con él. Hasta hace dos minutos, yo estaba tranquilo porque la creía a mi lado, pero ya no estaba tan seguro, no después de haberla escuchado cómo decía que ella no creía a ninguno de los dos, pero que continuaría su relación con él y verlo a él cogerle de la mano, con los ojos de los dos conectados.

Sergio había logrado convencer a Carla, la había puesto de su parte, y ahora en mi despacho, dando vueltas como un león en una jaula, solo me apetecía que este día se acabase. Siempre me había encantado mi cumpleaños, pero desde hoy, a lo mejor cambiaba mi percepción.

Tenía que hablar con ella, una parte de mi sabía que debía hacerlo, pero a otra, la que está dominada por mi corazón, no quería porque sabía que dolería. Ver en sus ojos que no me creía, que lo había elegido a él y que solo estaría a mi lado porque era su trabajo... No, no podría hacer algo así, no sabiendo que sigue con él y que no me cree.

Me dolía algo dentro, era físico, notaba el dolor y quería tirarme de los pelos. Maldita fuese la hora en la que empecé a construir mi sueño de la mano de ese tío. Ahora solo quedaba lamentarme. Escucho a Sandra discutir con alguien al otro lado de la puerta de mi despacho y miro extrañado en esa dirección cuando se abre de par en par y aparece el motivo de mis desgracias.

- Aprecio mucho tu compañía, de verdad, pero hoy no tengo las narices para que me las toquen mucho, sinceramente. - le comento pausadamente.

- Solo quería felicitarte. - me dice sardónico. - Por dos cosas en realidad.

- ¿Ah, y a qué debo tan inmenso honor?

- Primero por tu cumpleaños, espero que hayas pasado un día encantador. - dice con una sonrisa pintada en su rostro.- Y lo segundo por la jugada que me pensabas hacer, no lo vi venir, casi me la cuelas, Santiaguito... Casi.

Hasta que me devuelvas mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora