♪12♪

318 22 7
                                    

El sonido de un rayo impactando en la calle, resonó hasta en las paredes de la casa de Pedro. La habitación se iluminó por un segundo y después volvió a esa oscuridad casi absoluta. Aznar se había quedado un rato largo viendo la caja que antes estaba en su puerta, ahora en una mesita baja. Le daba un poco de miedo saber que había adentro, podía ser lo que sea.

Estiró su mano temblorosa en dirección a la caja y la puso en la tapa de esta. La retiró y la dejó a un lado.

Después se asomó, y vio que algo se movía ahí.

Había un gatito, era gris oscuro y chiquito, no tenía más de cuatro o cinco meses. El bajista pudo respirar aliviado, pero ahora se sentía raro. Ya tenía demasiadas preocupaciones y apenas se podía ocupar de sí mismo, ¿Qué iba a hacer con un gato?
Pero bueno, no tenía el valor de dejarlo tirado por ahí, además, el felino no tenía la culpa de sus dramas.

Agarró a esa regordeta y esponjosa criaturita y la dejó en la alfombra. «Bueno, mañana será otro día...», pensó, estaba cansado como para pensar ahora, así que volvió a tratar de seguir durmiendo.
Lo que Pedro pensó que iban a ser varias horas de sueño, pareció durar nada, y además el sonido del teléfono lo despertó, lo estaban llamando. Todavía medio dormido, caminó torpemente hasta la sala para atender.

—¿Hola?—La respuesta que recibió lo hizo terminar de despertarse.

—Pedro, ¿Cómo estás?—Charly no lo dejó decir nada y continuó hablando:—Te tengo que decir algo, es importante.

—¿Eh?... ¿Qué cosa?—El corazón de Pedro estaba latiendo cada vez más fuerte, pero no podía reaccionar adecuadamente.

—Te tenés que alejar de Julian, es peligroso.

—¿Por qué?—Cada vez se ponía peor, sí, Julian lo había asustado aquella vez, pero ¿Qué había hecho para que Charly lo considerara peligroso? Le parecía una locura—... ¿Qué pasó?

—Nos amenazó, a mí, a vos— Sus palabras sonaban lo suficientemente sinceras, pero aún así, a Pedro le parecía una barbaridad, o tal vez el miedo de que eso pudiese ser cierto, lo hacía no querer aceptarlo—Nos quiere reventar a todos.

—Eu, mirá, ¿No estarás exagerando? ¿T-te tomaste las medicaciones?—Pedro bajó un poco la voz.

—¿Me estás diciendo que estoy loco? Pedro, estoy hablando en serio, andate de Buenos Aires, no sé, solamente te pido que te alejes de Julian—Le rogó—Por favor, no seas boludo.

—No, no, no me voy a ir, tenemos programadas entrevistas, recitales, no me puedo ir así—Replicó Aznar.

—¡Los cancelamos!—Exclamó Carlos—No es para tanto. Dale, creeme.

—No, vamos a ir a dar esas entrevistas y esos recitales, no va a pasarme nada—Pedro quería sonar calmado, pero siempre algo lo traicionaba, en este caso, el temblor de su voz.

—Ah, entiendo, sí, pensás que estoy delirando—Silencio. Pedro no le contestó—¿Vas a aprovechar para que me internen otra vez y así no verme nunca más?—La conversación de pronto tomó un rumbo que nada tenía que ver, pero bueno, el tecladista había tenido esa urgencia de decir lo que dijo y no se lo aguantó.

—Adiós—Pedro terminó la llamada, y trató de pasar el día como si nada ocurriese. Iba a ser una tarea difícil.

Del otro lado, Charly se esforzaba por no romper nada. Fito estaba a su lado, pero había prometido no intervenir en la llamada. Cuando vio que había terminado, le preguntó:

—¿Qué te dijo?

—No me cree, no me cree—Fue a sentarse y se agarró la cabeza con ambas manos—No me cree, y no me va a creer nunca. Fito, esto lo causé yo, Julian debe tratarlo mil veces mejor...

—No digas eso, a lo mejor necesita pensar un poco, no pasan todos los días estas cosas—Le respondió Páez, mientras iba a ubicarse a su lado—Ya se va a dar cuenta.

—No sé... Te juro que si le pasa algo a Pedro...

—Todavía lo querés mucho, ¿No?—Charly se negó a hablar, solo apartó la mirada, pensando en quién sabe qué cosa. Fito suspiró y sonriendo un poco le dijo:—No pasa nada, ahora vemos qué hacer...—Después se dio cuenta de que la mente del mayor se había ido de ahí por un segundo—Charly.

—Necesito falopa—El del vitíligo se enderezó de golpe, listo para ir a buscar algo con lo qué anestesiarse.

—No, eh, pará—Fito lo agarró del brazo, ahí empezó su forcejeo, que terminó con ambos en el suelo, aunque Páez sentía algo de pena al reconocer que el tecladista no podía poner demasiada resistencia.

—¡Loco, soltá!—Se quejó el mayor.

—No puede ser que hagas estas cosas cada vez que tenés un problema—Le dijo Fito, casi como regañándolo—¿Vos te das cuenta de lo que te estás haciendo?

—¿A vos qué te importa lo que hago conmigo? ¡Dale, soltame!—Iba a levantarse, sin embargo, el otro se le subió encima.

—¿Sabés que sí me importa?—Replicó Páez—Si no me importara no me hubiera quedado en primer lugar, ¿No te parece?

Charly dejó de forcejear y se quedó callado un rato, mirando el techo, no se le ocurría ninguna respuesta ingeniosa. Soltó una risa amarga por lo bajo.

—¿Se puede saber por qué te tuviste que preocupar por un neurótico drogadicto que no sabe cómo actuar como una persona normal? No vale la pena que te quedes.

—Qué rara forma de decir "andate y dejame en paz".

—¿Me vas a dejar en paz?

—No, no te puedo dejar así—Fito se apartó de Charly y lo hizo levantarse casi por la fuerza.

En casa, Pedro había pasado el día con su gato, que bueno, poco después descubrió que era una gata. Se la pasó acariciando y jugando con el animalito, mientras pensaba un nombre para este.
Había algo que le parecía curioso, este peculiar regalo que Julian le había hecho, lo había ayudado a distraerse de sus problemas, es más, estaba un poco más tranquilo.

Aún así, de vez en cuándo se acordaba de su conversación con Charly, no sabía en quién creer, prefería esperar antes de tomar una decisión muy apresurada.

Solo esperaba que las cosas no terminaran mal.

♪tango, uno de verdad♪ (Serú Girán)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora