-¿Ves a la luna, y a esa estrella a su lado?
-Sí...
-Somos nosotros, en donde tú, eres la luna...
-¿Por qué?
-Porque eres mi planeta más hermoso
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-¿Podrías dejar de ver a Yeonjun así? -pidió el menor con serenidad.
Desde hace ya una hora, su amigo no dejaba de ver al cobrizo, con una mirada dura y penetrante, inclusive Mujin se sentía cohibido con aquellos ojos tan fulminantes.
-Sihyoung, ¿Cierto? -habló Suil, tomando la iniciativa para entablar, si se podía, una conversación con el chico alto sentado frente a él, junto con Jongho.
-Si -respondió tajante.
-Bien, amm... ¿Que eres de Jongho? Pregunto porque nos dijo que viven juntos... -explicó.
Sihyoung le miró con seriedad.
¿Por qué le cuestionaba sobre eso?
No lo entendía.
-Su amigo, ¿Por qué? -soltó.
-Oye, calma, andas muy a la defensiva -dijo Mujin, colocando una mano sobre el hombro del más alto.
Eso, evidentemente, no fue algo bueno, ya que se ganó una fría mirada de advertencia; seguro que le mataría y haría comida con él. Sí, era un poco exagerado, aunque solamente en su mente, ya que no lo era en persona, puesto que no era de su total agrado.
-Eso no te incumbe -aclaró.
-Sihyoung -la voz del pelicafé le hizo voltear a verlo, se había perdido por completo en los ojos negros del castaño. -Vamos a bailar, bueno, todos, ¿Si? -sonrió.
-Sabes que no me gusta pero, ve tú, yo te cuido desde aquí -aseguró.
Luego de eso, bebió un poco del vino tinto que estaba servido dentro de una copa de vidrio, y le sonrió.
El menor no estaba de acuerdo con ello, pero lo entendía; su amigo no era muy fanático del baile, así como la música, ni mucho menos de los libros. Leer le daba dolor de cabeza, algo inusual. A cambio, lo que le gustaba hacer era tomar buenas fotografías, por lo que no dudó en sacar una cámara fotográfica de la mochila que llevaba consigo; tomaría unas buenas imágenes del lugar así como del menor y sus amigos. Ellos eran raros, pero no notaba segundas intenciones, por lo que los aceptó, sin embargo, a Yeonjun lo traía entre ceja y ceja, ya que él había robado la inocencia de los ojos del menor, y no era algo que perdonaría, u olvidaría, con facilidad.
