-¿Ves a la luna, y a esa estrella a su lado?
-Sí...
-Somos nosotros, en donde tú, eres la luna...
-¿Por qué?
-Porque eres mi planeta más hermoso
✨ Historia totalmente mía
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✨ Actualizaciones cada Viernes ^^
❤️Recordaré este momento hasta el último día de mi vida...❤️
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Bajo las atentas miradas de sus amigos, y del chico parado frente a él, quién esperaba con ansias su respuesta, no pudo evitar derramar unas cuantas lágrimas que no tardaron en comenzar a deslizarse por sus mejillas pintadas de un color rosa. Le hacía lucir aún más tierno de lo que ya era.
—S-Si Yunho, ¡Si quiero! —gritó con euforia, lanzándose a los brazos del peliazul, quién trató de mantener la postura para no caer debido a la inesperada acción del menor. —¡Si quiero! ¡Si quiero! —siguió diciendo con la evidente emoción floreciendo desde su interior.
Cómo si se tratase de un niño, Jongho empezó a dar pequeños brincos mientras mantenía una sonrisa brillante en su rostro alegre, a la vez que el peliazul le colocaba con cuidado aquel collar tan bonito.
—Me gusta —murmuró el pelicafé, llevando una de sus manos al dije de luna de su collar para poder apreciarlo con mayor facilidad.
—Y a mí me gustas tú —le susurró al oído, causando que el contrario se pusiera tímido con esas palabras.
—¡Ahora besense! —la voz eufórica del rubio llegó a oídos de ambos. —¡No por nada estoy aquí parado! —volvió a gritar.
Con los nervios consumiendo cada uno de sus pensamientos, Yunho volvió a acunar las mejillas del pelicafé, a la vez que las acariciaba con sus pulgares, dando caricias suaves y delicadas como si el tocar a Jongho fuese a provocar que este se rompiera.
—Quiero que sepas que... no dejaré de amarte, nunca, mi lindo Jongho —aseguró sin despegar su mirada de la del susodicho. —Te amo, bonito —susurró para luego unir sus labios con los del más joven en un suave y delicado beso.
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“¡¡¡Me está besando!!!"
"¡¡¡Yunho me está besando!!!!
El corazón del menor estaba vuelto un caos total debido a que no dejaba de latir tan rápido y como si estuviese corriendo una maratón de miles de kilómetros. Su estómago se sentía extraño, como si algunos bichitos estuviesen brincando por todos lados. Su mente, cielos, su mente parecía no querer pensar en otra cosa que no fuese en lo suave que eran los labios del más alto y de lo bien que se sentía ser besado con amor; pero es que era como si estuviese flotando sobre las mismísimas nubes blancas. Sí, un paraíso del que no quería salir...
