Lloré y bebí todo lo que pude.
A lo lejos, en una de las mesas, vi a un sujeto muy cómodo, vendiendo hierba y otras sustancias ilícitas.
Me levanté a duras penas de mi taburete, tambaleándome y apoyando las manos en el piso cuando tropecé con una mota de polvo en el piso ¿Quién la puso ahí y por qué me está haciendo zancadillas?
— Mierda, el piso está mal hecho. — irguiéndome a duras penas— ¿Por qué todo me sale mal hoy?
Tropezando esta vez con las patas de la mesa, afortunadamente pude apoyarme en esta, observando al sujeto de las drogas, un conocido mío.
¿Recuerdas al sujeto al que estaba golpeando la primera vez que conocí a Jess?
Pues él.
— ¡Sam! ¿Me recuerdas?
Sonriendo malicioso.
Él me devolvió el gesto.
— No soy el mismo chico, Diablo. — Me recordaba— Y no creo que estés en condiciones de buscar pelea ahora.
Dejé de apoyarme en la mesa, parándome derecho, viendo su postura encorvarse al apreciar mi porte.
Mi metro ochenta y cinco no era ninguna broma.
— Esta vez vine como comprador, véndeme tu mierda y no sigas escupiendo estupideces, sabes que no tengo paciencia, ebrio o no, puedo darte una paliza y enviarte de visita al hospital.
Amenacé.
Las chicas sentadas en la mesa con él, rápidamente se levantaron y huyeron, lejos de mi ira.
Hacían bien.
— ¿Y bien?
Alzando una ceja, necesitaba consumir algo o me volvería loco.
— ¿Qué es lo que quieres?
— Cinco gramos de coca, y si tienes un porro por ahí, véndemelo también.
Asintió con rapidez, tomando su mochila, me entregó la bolsita con coca y el porro perfectamente hecho, colocándolos en mi mano.
— ¿Cuánto es?
Dije.
— Como estás de regreso... invita la casa.
Asentí sin dar las gracias y caminé a tropiezos hasta el baño, entré en un cubilo y tomé asiento en la tapa del váter, abrí la bolsa de coca, tomé las llaves de mi motocicleta, la metí dentro e inhalé el contenido, repitiendo la acción hasta que la bolsa se vació, y por la desesperación, introduje la lengua en esa pequeña bolsa, limpiando cada rincón, dejándola completamente limpia.
Lo siguiente en mi lista, fue prender ese porro, apoyando mi cabeza en la pared del cubículo, dejando que las drogas hicieran lo suyo, relajándome, viendo a Jessa en mis alucinaciones, no a la Jessa que lloró por mi culpa antes, claro que no, era la Jessa que sonreía, la que me miraba con amor, la Jessa que estaba entre mis brazos antes de dormir, la mujer que observaba a primera hora de la mañana, la Jessa a quien le hacía el amor, la Jessa que... que me amaba.
Esa era la Jessa que me miraba, la que podía ver cuando me drogaba.
¿Ahora entiendes por qué no puedo dejar las malditas drogas?
Es la única manera de poder verla.
La extraño...
Tomé la hoja de la maquina de afeitar que llevaba en el bolsillo, deslizándola por mis muñecas, lastimándome, el dolor me ayudaba a no perderme en las alucinaciones, no podía perderme, si me perdía, no tenía idea de lo que soy capaz de hacer.
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La tentación del diablo En pedazos #3
RomanceLuca Landon evitó toda su vida crear lazos con su entorno, se olvidó del romance con la intención de evitar ser traicionado otra vez. Desconfiado, orgulloso, incapaz de controlar el arrebato de sus emociones... Sí, Luca Landon era así antes de conoc...