Capítulo 11

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Gemí del gusto cuando sentí a Jessa arrastrarme hacia su cuerpo, pegando su pecho desnudo al mío, maldiciendo por dentro al ir tan vestido cuando podía deleitarme con sus aterciopelados y esponjosos pechos perfectos apretándose con mi pecho, consciente de que comenzaba ponerme duro al escuchar esos suspiros que dejaba salir entre beso y beso, enganchando sus brazos a mi cuello, enredando sus dedos en mi cabello, comiéndome la boca como si me hubiera extrañado, como si su necesidad de mí fuera tan urgente como la que yo sentía, incapaz de dejar las manos quietas, apretándole el trasero con ahínco, jadeando, quería más, necesitaba más de ella, todo lo que me quisiera entregar.

— ¡Ya orinó!

Esa era Lucia.

Solté a Jess como si quemara, viéndola volver a la realidad, envolviendo su cuerpo con una toalla, mientras iba hacia la puerta, abriéndola.

— Bien cielo, ahora a bañarse, dale a Lulú a papá, él la cuidará mientras tanto.

Jalé de mi pantalón intentando ocultar mi erección, tomando a la perrita, dándole mi mejor sonrisa a la niña, no quería traumas para ella, yo tengo suficientes para toda la vida, ella no tendrá la vida que yo tuve, tendrá lo mejor.

— Yo la cuido — dije— pediré la pizza mientras tanto ¿Vegetariana?

Pregunté.

— Vegetariana.

Respondió Jess.

— Bien... yo... estaré abajo.

Saliendo rapidamente del cuarto de baño, cerrado la puerta del baño tras de mí, entrando a mi cuarto, tomando la caja de pañuelitos, entrando al cuarto de visita, dejando a Lulú sobre la cama.

— No me mires y no me juzgues — señalando a la perra— Esto lo provoco tu dueña, Jessa y sus perfectas tetas — apoyando mi espalda en la puerta— Dije que no me mires Lulú, que me cohíbes.

Le di la espalda, desabrochando mis pantalones con premura, descubrí mi pene, solté los pañuelos y apoyando el antebrazo en la puerta, me masturbé, apretando mi hinchado pene, frotando de arriba hacia abajo, rápido, cerrando los ojos, pensando en ese par de ojos verdes brillosos que me observaban con deseo, recordando la sensación de sus labios sobre los míos, su lengua colándose dentro de mi boca, saboreándome, sus jadeos y suspiros, sus dedos recorriendo mi cuello, acariciando el nacimiento de mi cabello en la nuca, recordando la sensación de su cuerpo contra el mío, y mi nombre dicho por esos deliciosos labios rosados que me vuelven loco, los imaginé alrededor de mi pene, Jess arrodillada, sin quitarme la vista, pícara y caliente, como siempre, porque Jessa sabía que tenía el control, sabía que yo siempre cedería si es por ella, sabe que me dejo dominar sólo por ella...

Entonces me corrí, en gruesas descargas de líquido extremadamente blanquecino.

Querido lector, podrás darte cuenta de cuanto tiempo llevo acumulado, pero con el estímulo suficiente...

— Ah... mierda — recogiendo los pañuelos, limpiándome— Soy un cerdo, no debería estar haciendo esto.

Golpeando mi cabeza contra la puerta repetidas veces mientras eliminaba los rastros de semen.

— No — apoyando la cabeza en la puerta— Le dije a Jess que no volvería a lastimarme, debo cumplir mi palabra.

Separándome de la puerta, luego de limpiarme bien, arreglé mi ropa y llevé mis rastros del delito hasta el patio trasero, botándolos en el basurero grande, lavé mis manos con cloro porque estas sucias manos no podían tocar el rostro de mi princesita, y entonces recordé que Lulú estaba a mi cuidado, así que regresé al cuarto, viéndola justo dónde la dejé, la cargué en mis brazos, haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad para apoyarla contra mi pecho, bajando las escaleras, intentando acostumbrarme a la idea de tener un perro en casa.

La tentación del diablo En pedazos #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora