LUCA.
Luego de mi episodio depresivo, mi berrinche en el cuarto que mi esposa no tomó en cuenta, y mirar a la pared por más de una hora mientras abrazo dramáticamente la almohada por si alguien decide venir a comprobar si no me he ahorcado con el cable de la lampara, decidí salir, al parecer, a nadie le importa si decido terminar con mi vida hoy, con mayor razón necesito otro hijo, uno al que sí le importe.
Recorrí la casa buscando a mi supuesta compañera de vida, todo está en silencio y vacío, por lo que sólo puede estar en un lugar.
Abrí la puerta de la habitación de espejos que construí para ella y Lucia hace ya tantos años, ahí estaba ella, un top, tutú y zapatillas de ballet, su pierna derecha levantada con gracia sobre la cabeza en un perfecto ángulo de 180°, una mano sobre la barra y otra levantada.
—Estaba dispuesto a venir a reclamarte el que no te preocupes de este pobre hombre, pero las vistas son tan buenas que estás perdonada, mujer.
Apoyando la cadera en el marco de la puerta, de brazos cruzados, viendo cómo su rostro de completa concentración cambia a uno divertido.
—¿Aún no superas que tu hija tuvo sexo con el muchacho al que la has estado empujando todo este tiempo?
—Travis me traicionó ¿Ok? —dando un paso dentro de la sala de espejos, viendo cuatro yos con cara de desquiciados que me regresan la mirada—. Le dije que se acercara, pero no demasiado, le dije que siguiera el plan, pero no demasiado bien, le dije que hiciera lo necesario, pero no lo suficiente ¿Qué es lo complicado de eso?
Jess dejó esa postura sexy y me miró entornando los ojos, viniendo hacia mí.
—Tú eres el complicado, Lucas, tu hija es mayor de edad, Travis un buen chico, tenemos más cosas de las que preocuparnos ahora, Travis padre, ese hijo de puta está por salir, si es que no lo hizo ya y estamos recibiendo información errónea ¿Podemos dejar que Lucía solucione sus temas con Travis y nosotros ocuparnos de que nuestros hijos sigan vivos y con una vida relativamente normal?
—Qué me dices si en vez de pelear, porque conozco bien esa mirada, señorita estirada, aprovechamos nuestra soledad momentánea y ocupamos esta energía en otras cosas —deslizando mi mano por su estrecha cintura—. Sabes cómo me pone verte con tutú.
—Si yo usara una bolsa de basura, Luca, eso te pondría cachondo, ese pene tuyo tiene serios problemas.
—Problemas serían si no se me levantara, mujer — alzándola por los muslos, sintiendo su cuerpo caliente en contacto con el mío—. Piensa en lo mucho que te deseo todo el tiempo, un poquito de estimulo y ya me tienes listo para ti.
Carcajeó con nervio, sujetándose de mis hombros, guiando esas pequeñas manos hacia mi cuello, acariciando el nacimiento de mis cabellos.
El diablo sabe cuanto me gusta que haga eso.
—Bueno ¿Qué clase de esposa sería si no te entretengo un poquito? Pero sólo un poco, tengo una coreografía que modificar para mis chicas.
—Ambos sabemos que no será un poquito, princesita.
Tomando ese moño alto y refinado que suele hacerse, deslizando la liga con lentitud, tirándola al piso, dejando caer ese bonito cabello en cascadas sobre sus hombros, la inocencia sigue inundándole las facciones, habrán pasado los años, pero sigue siendo la mujer de la que me enamoré, mi tesoro.
—Ay mierda, iría a cincuenta terapias por ti, mujer.
Apresándola contra el espejo, escuchándola jadear por el contacto frío, arqueó la espalda, jalándome del cabello en el proceso.
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La tentación del diablo En pedazos #3
RomanceLuca Landon evitó toda su vida crear lazos con su entorno, se olvidó del romance con la intención de evitar ser traicionado otra vez. Desconfiado, orgulloso, incapaz de controlar el arrebato de sus emociones... Sí, Luca Landon era así antes de conoc...