Capítulo 9

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Apenas me di cuenta de lo que estaba haciendo, solté a una muy sorprendida Jessa, sintiendo mi rostro, cuello y orejas arder con intensidad, estaba avergonzado por mi actuar.

¿Dónde quedó el plan de Lucia primero y Jessa después?

Extrañé tanto esos apetecibles labios suaves y rosados que encajaban a la perfección con los míos...

— L-lo siento.

Tartamudee.

Sin despegar mi mirada de la suya, buscando indicios de enojo. Estaba preparado para salir corriendo en estos momentos, Jessa es la única persona que con una mirada me mataría.

Jess es mi debilidad, y ahora también Lucia. Esa pequeñita se metió en mi cabeza y en mi corazón con fuerza, plantando su fuerte ahí, nadie ni nada podría remover ese espacio que es todo suyo.

— Deja que te cure las heridas como es debido — Dijo como si nada hubiese pasado— Nunca te has curado apropiadamente, seguramente las cosas no han cambiado en estos años.

Carcajee.

Es lindo que recuerde esas cosas, y que hable del pasado sin esa sombría expresión que ha mantenido desde que nos volvimos a ver.

— Probablemente no. La verdad... sigo siendo un desastre sin ti.

Me ignoró.

No dejó de sonreír, pero no dijo nada al respecto con mi pseudo confesión.

Se concentró en mi rostro primero, decidí cerrar los ojos y disfrutar de sus delicadas, suaves y frías manos que me atendían con delicadeza, procurando no provocar dolor mientras ponía los parches, midiendo que fueran del tamaño correcto, eso me divertía un poco, su manía con la perfección.

Luego se ocupó de mis muñecas, colocó puntos de papel en los cortes más profundos, aquí si abrí bien los ojos, viendo como le temblaban los labios y se le humedecían los ojos mientras me trataba, me sorprendió verla deslizar los dedos por mis cicatrices antiguas, perdida en sus pensamientos, murmurando cosas que no fui capaz de escuchar, tomando su tiempo para colocar nuevos y limpios parches.

— Luca... sabes... yo...

Titubeó, incapaz de completar su frase.

— ¿Qué pasa? ¿Cuándo te has puesto tímida conmigo?

Bromeando.

Necesitaba aligerar el ambiente.

— No vuelvas a hacer esto — tomando mis manos con delicadeza, con la vista fija en los parches— No vuelvas a lastimarte por muchos deseos que tengas de hacerlo, sé que será difícil, sé que la tentación podrá derribarte en ocasiones, pero quiero que sepas que... a pesar de que no estemos juntos, no quiero que lo pases mal, estoy aquí para lo que necesites.

Mi corazón dio un brinco, dio volteretas y se lanzó de un cañón, chocando con todos los rincones de mi pecho, estaba eufórico, por fin tenía una razón para latir.

— ¿De verdad puedo contar contigo?

Juntando todo mi autocontrol para que no me temblara la voz.

— Claro que sí, no quiero que vuelvas a sentirte sólo, no es una bonita sensación. Yo misma me sentí así muchas veces.

Sonriendo triste.

— ¿Puedo... darte un abrazo antes de marcharme?

Casi en tono de súplica, necesitaba tocarla, necesitaba sentirla una vez más, sólo una vez más.

— Puedes.

Tiré de su brazo acomodándola entre mis piernas, rodeando su cuerpo con ambos brazos, apoyando mi cabeza sobre su vientre, sintiendo que en cualquier momento me echaría a llorar, esperé cinco años para poder tenerla entre mis brazos.

La tentación del diablo En pedazos #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora