Luciana:
El día era fresco y agradable, salvo por la ausencia del sol, no era exactamente una hermosa mañana estival pero aún así hacía un día precioso. La fresca brisa amenizaba el ambiente amablemente meciendo con delicadeza las copas de los árboles escuchándose el suave susurrar de las hojas. Gabriel y yo nos encontrábamos sentados en la fuente de mármol blanco con la estatua de un ángel alzando el brazo al cielo a punto de proferir la palabra de Dios surgiendo de su mano el agua pura y trasparente, cantaba una bella melodía de mi más tierna infancia acompañada de la guitarra manipulada por Gabriel, retomando un viejo y lindo hábito que solíamos hacer tiempo atrás.
—eso estuvo estupendo, ¿no lo crees?— habló Gabriel al término de la canción.
—si, es muy lindo pasar la tarde juntos— dije esbozando una sonrisa evocando hermosos tiempos de antaño que revivían en aquella tarde ventosa —¿podemos cantar otra?— doblé un par de centímetros las faldas del vestido rosado acercándome un poco más a mi primo.
Él dejó escapar una leve carcajada.
—claro pequeña— accedió acomodando bien el instrumento y comenzar a tocar los primeros acordes.
A ambos nos apasionaba la música, estudiamos en el mismo conservatorio pero en distintas generaciones dedicándonos a ella en cuerpo y alma, Gabriel tocaba la guitarra con una destreza impresionante, sus manos viajaban amaestradas por las teclas del piano, y como olvidar esa técnica tan elegante y exquisita al tocar el violín formando parte de la orquesta como violinista durante algún tiempo tocando en las grandes fiestas del palacio. No obstante además de sus habilidades musicales también tenía una voz privilegiada. Yo solía escabullirme cuando él le llevada dulces serenatas a Elena las cuales terminaban de enamorarla, ¿y es que como no enamorarse con esa bella voz de tenor ligero?, cantábamos formando un dueto perfecto, soprano y tenor, tenor y soprano. Compañeros líricos.
—¿interrumpo?— preguntó mi vampiro acercándose a nosotros con la capa ondeando ligeramente por el viento de la fresca y un tanto helada tarde.
—oh no, descuide— le respondió el otro amablemente sin reparar mucho en ello.
Alan se encogió de hombros para luego acercarse a mí y rodear mi cintura con sus brazos.
—por cierto Gabriel, Elena te busca— los ojos de aquel galante joven se iluminaron al escuchar el nombre de su amada, y sin más nada tomó su guitarra alejándose de nosotros mientras en su rostro comenzaba a formarse una linda sonrisa, dejándome a solas con mi vampiro en ese enorme y hermoso jardín.
Nuestras miradas se encontraron, no fui necesario que ninguno abriera la boca (o por lo menos de mi parte) pues yo bien sabía que él se adentraría escudriñando en mi persona hasta llegar a mis más profundos pensamientos, desnucándolos y sacándolos a flote, el simpático canturreo de los pájaros irrumpía el silencio, Alan con su pálida y gélida mano como aquella tarde retiró unos cuantos mechones rebeldes de mi rostro echados hacia adelante por la incesante ventisca que ya comenzaba a arreciar más fuerte, sonreí levemente quitando otro mechón colocándolo tras mi oreja cuestionándome mentalmente una y otra vez el por qué no había recogido mi cabello o simplemente atarlo con un listón. Alan sacó del bolsillo de su elegante camisa negra un lazo rojo para atarme una coleta con el mismo. Una de las cosas que él detestaba era verme despeinada ya que para él resaltar mi belleza era imprescindible, como un diamante en bruto que tenía que pulirse.
—ven mi amor, quiero mostrarte algo— extendió su mano invitándome a tomarla a lo que yo acepté gustosa.
Caminamos por el bien cuidado jardín que rodeaba todo el perímetro del castillo, preguntándome mientras era llevada de la mano por aquel elegante sujeto vestido de negro, ¿adónde me conducía exactamente?, no obstante preferí callarme pese a mi curiosidad, vislumbraba en esos preciosos ojos azules una alegría deslumbrante, real, sincera, cuya emoción no existía en su persona (pero conmigo era totalmente diferente, claro está) entonces decidí mejor sosegarme y mantener los labios sellados guardando el misterio. Al adéntranos más en el jardín noté como el paisaje se volvía desconocido ante mis ojos —pues este tenía varios recovecos ocultos cuyos caminitos te llevaban a sitios realmente bonitos— recorrimos uno de esos pequeños senderos rodeados de verdes plantas y coloridas flores empanadas por el rocío de la mañana siendo ellas quienes embellecían el ambiente con su exquisita fragancia silvestre, tan embonada estaba mirando mi alrededor que ni siquiera noté cuando Alan se detuvo y soltó mi mano, lo vi extrañada y él señaló al frente, rodé los ojos viendo una reja cubierta de enredaderas, Alan se acercó y sin mucho esfuerzo empujó la reja con una sola mano y esta cedió.
—¡espera!— soltó rápidamente antes de que pudiera hacer algún otro movimiento, se acercó muchísimo a mi persona para susurrarme al oído —cierra los ojos.
Obedecí, sentí las manos de Alan cubrir mis ojos asegurándose de que no hiciese trampa o intentara abrirlos, me dió un suave empujonsito indicándome caminar guiándome al sitio que él ansiaba mostrarme.
—ya puedes mirar.
Retiró sus manos de mi rostro, sin embargo me quedé quieta sin atreverme a despegar los párpados, sintiendo un cosquilleo en mi estómago el cual acrecentaba cada vez más, exhalé controlándome a mi misma para no dar señales ni vestigios de nerviosismo o desosiego. Finalmente abrí los ojos quedando maravillada, boquiabierta, por lo que veía. Ante mi yacía un enorme y hermoso rosal —que además de tener las clásicas flores carmín también habían blancas, rosas, y unas cuantas de un peculiar color negro— dándole un toque especial a aquel arbusto, quizá para muchos mi previa reacción haya sido tonta y hasta exagerada pero no pude evitar maravillarme al contemplar el rosal y el paisaje en general, pues era muy hermoso, digno de un cuento de hadas.
—mandé cultivar este rosal especialmente para ti quería mía— me abrazó por detrás —por eso está aquí, escondido... Este será un sitio privado para ambos, nuestro lugar— musitaba aquel romántico empedernido en voz baja reteniéndome aún contra su pecho, besó mi mejilla y uno de mis hombro parcialmente desnudo pues la manga no lo cubría en su totalidad.
—si, nuestro lugar— solté susurrando esbozando una sonrisa, lo miraba embobada al tiempo que me sonrojaba.
Mi vampiro deshizo el abrazo y nos sentamos en una banca que hasta ese momento me había percatado de ella, Alan le hizo cariño a mi barbilla mientras yo lo miraba expectante presintiendo lo que vendría, sus labios contra los míos jugueteando enérgicos sin desear despegarse, lo tomé de los hombros atrayéndolo a mi besándolo con más intensidad amor y una ardiente pasión, que hasta las flores se abrieron al presenciar la escena ocurrida en un lugar solitario y apartado donde podíamos amarnos a manos llenas sin el temor de ser vistos.
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Una disculpa por haber estado tan ausente, no había podido publicar ya que he estado muy ocupada con mis clases pues como sabrán soy cantante (de ópera) y estudiante de música, practicar las nuevas piezas en el piano he ir al teatro a los ensayos me mantiene muy ocupada por lo que no he podido sacar nuevo capítulo, pero no voy a dejar la historia abandonada. NO, solo les pido un poquito de tiempo y paciencia, ya que doy todo mi esfuerzo y empeño para llegar a ser una gran soprano. También quiero agradecerles a todos los que han apoyado mi historia, de verdad nunca pensé que les fuese a gustar, muchas gracias por leer, votar, comentar, pero sobretodo haberle dado una oportunidad a mi novela❤️❤️❤️❤️
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el alma del vampiro
Vampireella es una muchacha común y corriente, dulce, tierna de nobles sentimientos pero muy frágil el es el rey de los vampiros alguien frío, malvado y carente de cualquier tipo de sentimiento el está en busca de su alma gemela ella quiere una vida mejor...