Capítulo 6

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Capítulo 6

Le hice una seña a mi acompañante para que me siguiera y salí de la habitación. Volví a la planta baja esquivando nuevamente a los adolescentes hormonales, solo que esta vez Jeffrey venía siguiéndome el paso. A mitad de la escalera comencé a buscar con la mirada a mis amigos. Los encontré a un lado de la pista, en una zona más despejada y lejana a donde se reproducía la basura, quiero decir, la música. Me acerqué a ellos tirando del brazo de mi nuevo amigo, lo quisiera o no eso éramos, aunque yo le pareciera irritante.

Esquivé personas y vasos fluorescentes de plástico. Fue toda una lucha pero al final llegué hasta el par, sudoroso de tanto bailar, que saciaban su sed con cerveza fría. Ambos se giraron y se lanzaron sobre mi nada más verme. Supuse que no haberme visto por un largo rato los había preocupado.

—¡Maldita perra! Nos diste un susto de muerte —André fue el primero en reclamar.

—¿Cómo se te ocurre perderte así de nuestra vista? —le siguió Lina.

—Oh, estaban tan preocupados que se pusieron a beber como desgraciados —Ironicé.

Ambos se miraron entre sí, esquivaron mi mirada acusadora al instante y se refugiaron en el otro.

—¿Qué acaso tienes cinco años?

Por un momento había olvidado por completo que Jeffrey venia conmigo, de no ser porque había hablado ni siquiera hubiera notado su presencia.

El primero en hablar fue André, no era una sorpresa.

—¿Nos presentas a tu amigo?

—No somos... —interrumpí a Jeffrey.

—Chicos, él es Jeffrey. Jeffrey, ellos son Lina y André, mi mejores amigos.

—Y los únicos.

Le di un codazo a André y este emitió un quejido de dolor, pero lo ignoré por completo.

—No me sorprende que así sea —me sonrió de lado y volvió su atención al dúo— un placer, supongo que soy... el amigo nuevo—me echó una mirada rápida, con su ceño fruncido levemente.

—Es un gusto... —respondió Lina dándole una sonrisa, la cual Jeffrey devolvió a medias.

—¡Bueno, basta de presentaciones! —exclamó André de repente, dándome un susto que provocó la diversión de mi nuevo amigo— es hora de bailar.

Me negué rotundamente, una vez más, como si la sola idea de bailar fuera una tortura y claro que lo era. Al menos para mí y mis dos pies izquierdos.

—Por favor, solo una canción... —suplicó Lina mirándome fijamente. Era penoso.

Desvié la mirada hacia Jeffrey, este me sonrió de lado. Arqueó la ceja intrigado, seguramente intentando adivinar cuál sería mi respuesta. Por su expresión divertida entendí que esperaba un no, a veces podía llegar a ser muy predecible.

—Solo una... —Accedí.

—¡Eso! Vamos a la pista, nenas —exclamó André— vamos, tú también Jeffrey.

El chico se negó y André no insistió. Tuve envidia, una vez que a mi mejor amigo se le metía una tonta idea en la cabeza y me negaba a ella no paraba de insistir hasta ganarme por cansancio.

André pasó sus brazos por nuestras cinturas para llevarnos directo a la pista improvisada, donde cuerpos sudorosos chocaban entre sí al ritmo de música que apenas entendía la letra pero que tenían un buen ritmo.

Miles Entre NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora