Capítulo 14

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JEFFREY

Desastre.

Esa palabra definía mi vida a la perfección.

Estaba acabado, endeudado y cansado de tanto trabajo.

Con la maldita escuela y el trabajo apenas tenía tiempo para descansar, aun así debía seguir. En mi mente estaba la idea de que si trabajaba todo lo posible podría saldar esa deuda muy pronto.

Hay que ser realistas, ganaba una miseria.

El dinero apenas alcanzaba para cubrir los gastos y dejar una pequeña suma en la cuenta de las deudas, por lo que avanzar estaba costando más de lo pensado y lo único que estaba logrando con el trabajo era estar cansado todo el día.

Tenía que decidir, no había muchas opciones para mi situación. Estaba entre quedarme con el trabajo ilegal y de mayor ganancia o mantenerme al margen y buscar ganarme el resto del dinero limpiamente.

Estaba confundido, consumido, en un hoyo del que poco a poco estaba saliendo.

Había momentos donde entraba en desesperación y noches donde apenas podía dormir, sabiendo que posiblemente en una horas me llamarían para iniciar las ventas de toda la mierda que llenaba mis bolsillos.

No quería vender drogas. Hacerlo me tenía paranoico, aunque no lo pareciera, tenía en cuenta los peligros que corría al ser mayor de edad. La sola idea de ser encarcelado me ponía los pelos de punta.

Con tanto trabajo no tenía tiempo ni para mí mismo, ni quisiera podía comprometerme con llevar a Camille a la escuela como lo hacía antes. No cuando llegaba tarde a clases casi todos los días.

Estaba jodido.

La administración me estaba teniendo mucha paciencia al tener un leve conocimiento de mi situación familiar y económica. De igual forma, no podía simplemente estar abusando ni confiarme de ese privilegio.

No tenía mi vida en orden.

Eran tiempo oscuros pero sabía encontrar mis momentos de paz, los suficientes para no perder la cordura por completo.

Pero había momentos donde lo malo desaparecía por un tiempo y me sentía en paz. En el trabajo, cuando Camille se pasaba y preguntaba por mí a mis compañeros, compartíamos un almuerzo a la hora de mi descanso y nos poníamos al tanto de todo.

Ella hablaba, y yo el que escuchaba.

Hablar con ella no era ningún problema, me hacía sentir hasta bien conmigo mismo. Ya que con Camille todo era diferente, me sentía seguro y en completa paz. No había momentos malos, sólo risas y diversión, miradas y sonrisas que me hacían olvidar de todo por un rato.

—¿Te vas a quedar viendo la pared más tiempo o tienes pensado decirme que te pasa? —preguntó Matthew en un tono burlista.

Resoplé.

Sentía la mirada pesada, los ojos me dolían y mi cuerpo me estaba pasando factura de lo poco que había descansado en la semana.

—¿En serio lo preguntas? —Me tumbé en su sofá.

No lo estaba mirando pero sabía que el infeliz se estaba riendo de mí.

—Bueno, yo... podría prestarte algo de dinero, sabes que para mis padres no es problema.

Su propuesta era tentadora, rápida y efectiva, pero no podía aceptarlo. No me daba el rostro para aceptar una cosa así, mucho menos con mi orgullo apoyando sobre mi hombro alentándome a seguir por mi cuenta como ya venía haciendo desde el año anterior.

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