Capítulo 3

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La primera semana había terminado en un parpadeo y la segunda recién comenzaba, junto con la grabación del segundo capítulo, pero parece que nunca nadie le dijo a Viktor que pedir perdón sería tan complicado, porque no hay que olvidarse que el hecho de iniciar aquella charla, también dependía de las ganas que tuviera la otra persona de entablar una conversación con él, y estaba claro que ahora mismo, tanto Horacio como Gustabo no querían verlo ni en pintura y solo se dirigían a él cuando debían practicar alguna escena. Esto comenzaba a volverse demasiado frustrante, pasando los últimos dos días demasiado distraído y con una dificultad para dormir que no había tenido desde que se enteró que fue nominado al Oscar. Se encontraba a nada de renunciar a aquella misión que se había autoimpuesto, pero la seria mirada del pelinegro sobre su persona llegaba a ser aterradora. No importaba si le llevaba una cabeza, Conway podía resultar realmente amenazante.

—Si, son unos tweets recientes y el problema es que tenemos miedo de que nos pare alguien por la calle y nos haga algo. — Recitó Horacio de memoria su línea, demostrando una preocupación actuada que parecía casi legítima. 

Jack entró en la oficina, utilizando la vestimenta de su personaje y caminando como si realmente fuera dueño de la habitación en la que se encontraban tres de los cuatro protagonistas y un extra. Gustabo no puede evitar girar su cabeza al verlo entrar, intentando mantener la seriedad, pues estaban en medio de una escena. La voz del crestudo entraba por una sus orejas pero salía por la otra, no oyendo realmente lo que está diciendo. Su vista está cien por ciento centrada en el hombre que utiliza lentes de sol dentro de un espacio cerrado, y esa es solo una de las razones por la que no logra aguantar ni un segundo más sin sonreír, suprimiendo fallidamente el inicio de una carcajada que capta la atención de Pérez y Volkov. Ya con la mirada de ambos compañeros sobre él, su garganta deja salir una sonora risa que termina por contagiar a Horacio de lo abrupta que fue. 

—¡Corte! — Gritó Matt, deteniendo la grabación.

—L-Lo siento, lo siento, pero es que- ¡vamos! Que Jack parece el puto Agente Makey, tío. — Esto no hace más que romper la profesionalidad del recién nombrado, uniéndose a las risas de los más jóvenes. 

—¡¿Pero cómo que el agente Makey, joputa?! — Ríe, intentando hacerse el ofendido.

Christian negó divertido. —Tómense quince… — Comentó. Habían estado todo el día grabando y un descanso no venía nada mal, después de todo, Horacio y Gustabo estaban trabajando bastante bien y aún no estaban acostumbrados a las exigentes horas del mundo de la actuación. 

—Eres un tonto, tío. — Reía el moreno. 

Su hermano estaba a punto de contestarle, cuando Matt lo llamó para hablar con él. El más bajo casi palideció al oír "necesito hablar contigo y es importante", ni dos semanas llevaban allí y ya veía como le restregaban la carta de despido por toda la cara. El pelirrojo no hizo más que darle un par de ánimos con unas palmaditas en el hombro, jurandole y volviendole a jurar que todo estaría bien, pero diciendo, y cito: "si llegan a despedirte, yo me voy contigo". 
Con un poco más de valor por su cuerpo, García se alejó del chico con el que había pasado toda su vida para ir a donde se encontraba el director de turno. Y claro que esta separación temporal iba a ser aprovechada por el hombre de cabellos grises, quién no dudo en acercarse al crestudo para iniciar la conversación de disculpas. 

El mayor tragó un poco de saliva antes de acercar su mano para tocarle el hombro al novato. —¿Horacio? 

El nombrado se tensó al escuchar aquella voz, cosa que no pasó desapercibida por Viktor. —Eh… ¿Si? ¿Pasó algo? 

Un largo y pesado suspiro salió de la boca del soviético, necesitaba dejarse de tonterías y ser más abierto, la timidez y el miedo no le llevarían a ninguna parte. —Yo… lo siento si te traté mal o… — Su mano derecha rascó su nuca. —Te hice pensar que estaba enojado contigo o con Gustabo… no tengo nada en contra de ustedes dos, lo juro, es solo que… eh, tengo la mala costumbre de pensar mal de otras personas para no- para no acercarme… por miedo. — Otro suspiro, se estaba yendo por las ramas. —De… De esa manera evito hacerme ilusiones con cómo pueden llegar a ser y así no salir lastimado en el proceso… ¿sabes? 

Un denso silencio los invadió a ambos por unos cuantos segundos y eso no hizo más que activar las alarmas en Viktor, obligándose a rebobinar en todo su monólogo para analizar si había dicho algo malo o que pudiera llegar a malinterpretarse en algún momento. 

—Tío, que con un simple "lo siento" me servía y sobraba, no necesitaba la historia de tu vida, ¿vale? — Respondió Horacio, deteniendo abruptamente el simulacro que estaba tomando lugar en la cabeza del mayor. —Pero oye… me alegra saber que… que no es un problema conmigo o con Gustabo, ¿sabes? — Se apresuró en aclarar al ver que lo dicho podía llegar a ser tomado de mala manera. —Sé que es más fácil decirlo que hacerlo pero simplemente… tienes que soltarte más. — Le regaló una pequeña sonrisa. —No mordemos. — El moreno codeó levemente el costado del más alto mientras le guiñaba un ojo y Viktor no pudo evitar soltar una risita nerviosa. 

Su plática, ya con un poco más de comodidad por parte del ruso, continuó unos pocos minutos más hasta que la presencia de Gustabo, volviendo de su charla con el co-director, les hizo despedirse momentáneamente con una sonrisa en sus rostros. 

—¿Qué quería el ruso? — Preguntó su amigo una vez lo vió irse. 

—Vino a disculparse por habernos tratado mal. — Su vista no podía ser apartada del mayor, viéndolo hablar con el pelinegro que al parecer lo estaba molestando de manera juguetona por haber logrado su cometido.

Viktor había dado el primer paso a dejar de desconfiar tan rápidamente en las personas y ser un poco más abierto, y eso para Conway era algo digno de celebración. Estaba cansado de ver sufrir a su amigo por carcomerse la cabeza con la condenada pregunta de "¿y si…?". 

—Tierra llamando a Horacio, responde Horacio. — García chasqueó un par de dedos en frente del crestudo, intentando despabilarlo y teniendo éxito al instante. —Pero mira nada más, te dejo dos segundos, se disculpan contigo y ya estas enculadísimo. — Le picó. 

—Calla, que no estoy enculao'. — Le dió un leve empujón, comenzando una amistosa pelea entre ambos, cargada de risas y molestias.

Los otros dos actores veían la escena con una sonrisa. Estaba claro que con aquellos dos chicos, ningún día de trabajo sería aburrido. 

𝟹, 𝟸, 𝟷... ¡𝙲𝚘𝚛𝚝𝚎!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora