Otro día, otro capítulo que debían grabar. Pero hoy era diferente. Muy diferente. Bueno, no tanto, era realmente otro día más en el calendario pero no para Horacio y Gustabo, quienes en este preciso momento se encontraban retirando un par de chaquetas de mezclilla color marrón, cada una con un bordado en amarillo donde se podía leer con claridad el nombre de “Jack Conway”.—¿Crees qué le gusten? — Preguntó el moreno mientras se colocaba su campera recién comprada antes de entrar.
—Bueno… espero que sí, porque sino, hemos gastado quinientos pavos en dos chaquetas que seguro no volveremos a utilizar.
—Joder, todavía sigo pensando que nos han estafado.
—Es lo más probable, pero ya las pagamos y no hay vuelta atrás. — Respondió Gustabo acomodándose su abrigo y viéndose en uno de los diminutos espejos laterales. —¿Cómo me veo?
—Como si te hubiera cagado un pájaro. — Bromeó el menor con una sonrisa.
—Vete a tomar por culo. — García tomó sus cosas mientras oía la risotada que dejó escapar Horacio y siguiéndolo pocos segundos después dentro del edificio mientras seguía carcajeándose.
—¡Anda, no te pongas así! Que a tu novio le va a gustar como te ves… — Le picó.
—No es mi novio. — Su voz sonaba cortante, pero bien sabía Pérez que aquello no era más que puro drama por parte de su hermano. Y era cierto, Gustabo no podía mantenerse enojado con Horacio por mucho tiempo y era algo que, en situaciones como aquella, le jugaba en contra.
—Pero te gustaría.
—Ese eres tú con el ruso. — El tablero se dió vuelta tan rápido que el pelirrojo no lo vió venir.
—A mi no me va el ruso. — Respondió. No mentía, no tenía sentimientos por él pero no podía evitar pensar que era uno de los hombres más guapos que había visto en su puta vida.
—Ya, y yo soy rubio natural. — Dijo sarcástico.
Horacio detuvo su andar y puso una mano en su pecho, fingiendo indignación. —¡¿Y cuándo pensabas tú decirme esto?! — Preguntó intentando mantener su papel, pero fallando terriblemente cuando una carcajada fue ahogada en su garganta.
Ambos muchachos comenzaron a reír, retomando su camino por los largos y blancos pasillos de aquel edificio, saludando a todos los que se cruzaban en el camino y robando más de una sonrisa por sus curiosos abrigos. Los hermanos se adentraron en el set, captando la atención de Greco casi en seguida, quién no hizo más que esbozar una gran sonrisa al ver lo que llevaban puesto.
Aquello alertó a los otros dos hombres con los que hablaba, preguntando qué le ocurría, y no fue hasta que el castaño señaló a los menores que Viktor y Jack se dieron cuenta, encontrándose frente a unos muy orgullosos Horacio y Gustabo.—¿Y ahora qué hicieron? — Preguntó Conway con una sonrisa mientras se cruzaba de brazos.
—Conseguimos mercadería del grandioso Jack Conway, ¿no te gusta? — Respondió el rubio, colocando sus manos en los bolsillos de la chaqueta.
—No, no, si a mi me gusta. — Rió. —Pero supongo que no las hicieron solo para alardear…
—Claro que no, las usaremos en el episodio de hoy. — La confiada voz de Horacio ensanchó la sonrisa del pelinegro. —Hay que mostrarle respeto al superintendente.
—¿Y para cuando unas chaquetas de los comisarios, eh? — Se metió Greco. —¿Ellos no merecen respeto?
—El comisario Volkov les ha pagado su salario cuando ni el superintendente lo ha hecho, creo que se merece un poco de respeto. — Habló Viktor.
—Pero bueno, pero bueno, que vienen a reclamarnos ahora… — Gustabo levantó sus manos en son de paz con una sonrisa burlona en su rostro.
—¿Qué pasa, comisarios? ¿Celosos? — Picó el de cresta, mirando específicamente al más alto de los tres, transmitiéndole una corriente eléctrica que viajó por toda la espalda del ruso.
Una pequeña tensión se instaló entre ambos sujetos, pero era casi imperceptible para sus compañeros que continuaron hablando y molestándose sobre cuándo les mostrarían el respeto a los comisarios como se merecen. Volkov no prestaba real atención al golpeteo de su corazón contra su pecho. Se sentía estúpido pero a la vez curioso sobre la capacidad que tuvo aquel muchacho de hechizarlo en tan poco tiempo. Parecía una verdadera locura, pero es que no podía evitar sentirse encantado por su forma de ser, y muy en el fondo creía que Horacio sabía el poder que tenía sobre él y lo utilizaba en su contra, como en este preciso momento, donde sus ojos se encontraban en un duelo de miradas que estaba pareciendo durar horas cuando sólo habían pasado un par de segundos.
La voz de Matt llamando a los hermanos, les hizo ser conscientes de lo que estaban haciendo, rompiendo aquella conexión que sus miradas habían creado y volviendo a entender lo que sus amigos hablaban y de la infantil pelea que estaba tomando lugar allí mismo.
—Aunque me encantaría quedarme a seguir charlando, nos llaman a mi hermano y a mí. — Habló Gustabo, haciendo una pequeña reverencia. —À revoir (hasta luego). — Pronunció casi en un francés perfecto, dándose la media vuelta para alejarse con Horacio entre risillas.
La vista de Volkov los siguió hasta que desaparecieron de ella, sintiéndose totalmente aliviado al oír la palabra “hermano” en la despedida del más bajo. Al menos ahora podía dejar de torturarse mentalmente sobre si estaba haciendo algo mal al no saber si comenzaba a experimentar diferentes sentimientos por alguien con pareja.
—Pero bueno… — Habló Greco y Viktor estaba seguro de que si giraba la cabeza, vería una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. —Miren nada más al mentiroso…
—¿Pero cómo que mentiroso, macho? — Dijo indignado el soviético.
—Pues eso, que eres un mentiroso, señor “yo no siento nada por Horacio”.
—No siento nada por Horacio. — Sentenció. Si tan solo fuera posible hacer que una frase se vuelva verdadera con solo decirla…
—Ya, y mi barba es real. — Rodó los ojos.
—Bueno, mal no te queda, deberías dejártela crecer. — Comentó Jack.
—No te voy a mentir, lo he estado pensando. — Respondió sincero, comenzando a conversar con el mayor sobre aquello.
Viktor suspiró disimuladamente, sintiéndose aliviado por la poca constancia que tenían sus amigos de mantenerse en un sólo tema por más de cinco minutos. Ya tenía demasiado con las constantes molestias, a veces simplemente necesitaba un respiro y dejar que sus ideas se organicen y su jodido corazón se decida de una vez. Necesitaba un pequeño empujón, algo que le grite la respuesta a su constante pregunta sobre qué sentía realmente por Horacio, pero no sabía dónde obtenerla.
—Ya te digo yo, esos dos se descuidan un segundo y me llevo sus chaquetas a mi casa… — Dijo Conway decidido y captando nuevamente la atención del peligris.
—Te faltan huevos… — Le retó Greco.
—¿Quieres ver como no? Doscientos pavos a que son mías para el final del día.
—Trato. — Ambos hombres estrecharon sus manos bajo la desaprobatoria mirada y divertida sonrisa de Volkov.
Muchas cosas habían pasado ese día: A Gustabo y Horacio les cobraron quinientos dólares por dos bordados de mierda, Viktor se dió cuenta que estaba un paso más cerca de terminar de aclarar sus sentimientos, a Greco lograron convencerlo de dejarse crecer la barba y Jack consiguió dos chaquetas con su nombre y doscientos dólares.
Sin duda había sido una mañana de lo más variada.
ESTÁS LEYENDO
𝟹, 𝟸, 𝟷... ¡𝙲𝚘𝚛𝚝𝚎!
FanfictionTodos conocen a sus personajes, pero ¿qué pasa cuando las luces y las cámaras se apagan? Portada hecha por @AbsolutVolkacio en Twitter