Capítulo 28

491 75 0
                                    


Aquel episodio fue uno de los más largos en ser grabados. La reunión entre ambos bandos no era moco de pavo, pero había sido algo que todos los actores involucrados habían disfrutado de grabar aunque les haya tomado más de una semana. Había sido un capítulo más extenso de lo esperado, por lo que se decidió que sería transmitido en dos partes de cuarenta minutos cada una. 
Pero aquello ya había terminado hace unos cuantos días y es por eso que ahora los cuatro actores se encontraban viajando hasta una ubicación proporcionada por Ashley, cerca de las montañas de la ciudad para poder comenzar una de las escenas finales del próximo capítulo. No era la primera vez que trabajaban al aire libre, pero aún así seguía siendo algo extraño, aunque no se quejaban, claro, les encantaba hacerlo.

—¿Alguien me explica por qué coño estamos viajando en el auto del ruso en vez de en nuestro convertible? — El cuerpo del rubio se movió al centro de los asientos traseros para asomarse entre los dos delanteros, observando a su hermano que viajaba de acompañante. 

—Porque ustedes dos son un peligro al volante. — Respondió Volkov con tranquilidad. —¿O debo recordarles lo que ocurrió el primer día que consiguieron ese auto? 

—Eh, que ese fue tu noviecito, — Reclamó Gustabo. —que yo soy un as al volante. 

—Ya… Y aún me deben lo que le pagué al hombre al que chocaron aquella vez. 

—Te lo paga Horacio con besos. — Molestó sonriendo para luego agregar dos ruidosos besos al aire, viendo al nombrado apartar la vista de su móvil. 

—Hostias, ¿puedo hacer eso? 

Viktor iba a hablar, intentando ignorar el sonrojo en sus mejillas (aunque habían pasado ya dos semanas desde que él y Horacio habían dado a conocer su relación a sus amigos por los rumores que comenzaron a circular, aún no lograba acostumbrarse a los piques que Jack, Gustabo y Greco decidían tirarle, sobre todo a él), pero el ojiazul fue más rápido. —¡Claro, si el ruso los recibe gustoso! Ofertón, ¿eh? — Codeó con suavidad al muchacho de cresta.

—Joder y que oferta. — Sonrió de lado.

El peligris se reacomodó en su asiento, nervioso. —Por el amor de Dios… 

—Ya han hecho más que besarse, ruso, tampoco te hagas. — Agregó Conway, metiendo más leña al fuego.

—¡Ya! 

Gustabo y Jack chocaron los cinco mientras Horacio reía. Para la suerte de Volkov, en menos de diez minutos ya se encontraban en la ubicación, observando los equipos  especiales que los camarógrafos y directores habían llevado para grabar con la mayor comodidad posible. Rápidamente las vestuaristas se llevaron a ambos hermanos, proporcionándoles las prendas de la escena y las cuales podían cambiarse en una caravana de un tamaño considerable que habían traído para comodidad de los actores.

Pérez silbaba con tranquilidad, ya cambiado y “revisando” que su arma de utilería tuviera los balines que necesitaría para la escena. 

—¡Gustabo, ya apúrate, coño! 

—¡Ya voy! — Gritó antes de salir. —Joder, que desesperado eres… — Murmuró, viendo al moreno levantarse de su asiento mientras guardaba la pistola en la parte trasera de su pantalón. —¿Estás seguro que quieres hacer esto? Que no creo que dispararle al ruso sea algo fácil. 

“Es solo actuación, tranquilo” respondió en ese momento el moreno con una sonrisa que tenía como objetivo tranquilizar al rubio, pero Gustabo, a pesar de las bromas pesadas y de que le encantaba molestarlo con el ruso, no estaba cien por ciento seguro de lo que su hermano decía. 

“No pasará nada” agregó segundos después.

Pero pasó de todo. 

Lo tenía en frente, con aquella personalidad seria y dedicada al trabajo que caracterizaba casi en su totalidad al personaje de su novio, viendo como le apuntaba con la carabina que había llevado, la cara tapada a medias por la máscara pero con los ojos desbordando una mezcla de sentimientos que no eran ni cerca de reales, pero los que Horacio sentía en ese jodido momento eran completamente lo contrario. Tan reales que dolían, quemaban, arrasaban con todo a su paso dentro suyo. Agarraba con fuerza la empuñadora de su pistola hasta volver sus nudillos de color blanco, intentando mantenerla quieta y disimular, aunque sea un poco, el temblor que había en sus manos mientras alternaba la mirada entre su hermano y el comisario. 
No entendía cómo había llegado a este punto, siempre fue demasiado cuidadoso para no confundir la realidad con la actuación, pero hoy… simplemente era incapaz de distinguir donde terminaba la actuación y comenzaba su vida real. Las voces de los otros dos actores ya le mareaban, ensordeciéndolo y haciendo que sienta su corazón latir con rapidez por el nerviosismo y la desesperación que comenzaban a invadirle por dentro. La impotencia de no entender qué le sucedía, combinado con lo que sabía que pasaría luego (y de lo cuál comenzaba a dudar que fuera capaz de hacer), creaban unas enormes ganas de simplemente romperse de una vez. Quería salir de ahí, huir y no hacer jamás esa escena, pero era su trabajo.

«No puedo hacerlo» se dijo.

—¡¿Pero quién coño es este?! ¡¿quién coño es?! — Reclamó Gustabo, señalando sin vergüenza al comisario. 

Y casi parecía como si Viktor hubiera leído sus silenciosas expresiones y entendiera que Horacio no la estaba pasando bien, decidiendo improvisar un poco, no podía romper su personaje, pero tampoco podía ignorar el estado de su pareja.

—¡Usted levante las putas manos! — Apuntó al rubio pero dirigió su vista al moreno. —Horacio, tranquilícese… tranquilícese. — El brusco cambio en el tono de voz del soviético había sido notable para cualquiera, ya sea los actores en escena o los miembros del staff detrás de cámara. —Todo va a salir bien, baje el arma. — La respiración del moreno seguía irregular, pero intentaba calmarla… calmarse, lográndolo poco a poco, hasta que la situación volvió a escalar y las tonalidades suaves y dulces volvieron a desaparecer y el estrés y toda una gama de sentimientos que Horacio no lograba descifrar, arremetieron nuevamente contra él.

—¡Pero se lo dije ayer, no-

—Baje el arma y tranquilícese. — Interrumpió Viktor, viendo a su novio removerse en su lugar por el nerviosismo. —Ahora nosotros vamos a poder intervenir. Espóselo, Horacio, espose a Pogo.

—Ya se lo dije, no puedo. ¡Se lo dije!

—¿Pero cómo que no pue-

—¡No puedo! — Insistió, elevando el tono de voz inconscientemente. Ya no quería escuchar más, necesitaba que se calle, no podía pensar con claridad.

—¡Horacio, es una orden, espose a Pogo!

—¿De verdad me vas a capturar así? ¿como a una rata? — Habló con falso dolor Gustabo, desprendiendo aquel veneno en sus palabras que su personaje usaba para manipular al moreno.

Las voces de ambos sujetos volvieron a entrar por los oídos de Pérez haciéndose más fuerte cada vez, ya no distinguiendo nada en concreto, puros balbuceos que solo intentaban obligarle a hacer algo que su personaje no quería, pero que se había vuelto tan real que ahora él tampoco quería. No quería estar ahí, no quería hacer lo que seguía y no quería recordarse que él sería aquel que ayudó a la muerte del personaje de su novio, de solo pensarlo, su estómago se daba vuelta y las náuseas lo invadían.

Pero aún así lo hizo, apuntando directo a la pierna y realizando aquel disparo que había leído en el guión, sintiendo la culpa recorrer su cuerpo de pies a cabeza en cuestión de segundos y unas traicioneras lágrimas salir de sus ojos mientras veía al rubio junto a él sacar su propia arma y proporcionar tres disparos más a pesar de que le pidió a gritos que no lo hiciera. Aún no podía aceptar el hecho de que el personaje de Viktor Volkov no aparecería más en los sets. La sangre falsa salía a borbotones de Volkov como si fuera la verdadera que corría por sus propias venas y el lejano murmullo de “una vida por una vida” llegó a los oídos del crestudo, terminando por cortar la escena con la toma de García saliendo de allí en su coche. 

Apenas las felicitaciones comenzaron a ser oídas, el peligris se levantó de su lugar, llegando a ver a su novio casi salir corriendo de la escena hacia la caravana y no tardando en seguirle. Los sollozos de Horacio fueron lo primero que invadió su sentido auditivo al entrar al lugar, cerrando la puerta tras él con suavidad pero aún así alertando al menor, quién se giró a verlo, haciendo que sus ojos volvieran a aguarse y sus labios formaran un tembloroso puchero que liberó otro sollozo al ver el sangriento aspecto de Viktor. 
Se abrazó a él con fuerzas, terminando de liberarse y dejar salir todo aquello que pesaba dentro suyo en forma de lágrimas y desgarradores llantos que encogían el corazón del mayor. Se sentía tonto por dejarse afectar de tal manera por aquello, pero simplemente no pudo evitarlo. Tampoco sabía explicar su pesar y dolor, pero no hacía falta hacerlo para que Volkov envolviera su cuerpo, atrayéndolo cerca y regalándole incontables caricias y besos en la cabeza para poder tranquilizarlo, escuchando los repetitivos “lo siento, perdóname” que el muchacho de cresta dejaba salir en susurros y que eran respondidos con los suaves “está todo bien… estoy bien, tranquilo” que el ruso decía.

Viktor no supo cuándo acabó sentado en el blanco sillón del tráiler con Horacio encima (y aparentemente dormido) de su regazo, pero tampoco importaba, sus mimos no se habían detenido y tampoco lo harían, ahora mismo su novio lo necesitaba y, sobre todo, necesitaba descansar de la horripilante montaña rusa de emociones vivida aquel día.

𝟹, 𝟸, 𝟷... ¡𝙲𝚘𝚛𝚝𝚎!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora