Pocos días pasaron hasta que el ruso logró recuperarse por completo de su resfriado, regresando al trabajo para seguir con la trama como los directores tenían planeado originalmente. Con la muerte de Torrente muy reciente, el ambiente en la comisaría comenzaba a ser demasiado tenso y fue algo que empeoró mil veces más en el momento en que Horacio terminó abatiendo a golpes a Emilio como venganza por sus dos tiros recibidos en las piernas. Claro que esto no lo hizo solo, sino que fue alentado enormemente por el personaje de su hermano.
Ambos agentes se vieron obligados a amenazar a un civil y a tirar por la carretera cualquier arma utilizada y que sirviera para inculparlos por las cantidades exorbitantes de sangre falsa que tenía. Eso sí, nadie lo sabía pero la porra que habían utilizado en aquella escena, luego terminaría guardada en el closet de Gustabo, quién últimamente se encontraba teniendo la mala manía de robarse algún que otro objeto de utilería del set.El rubio estaba harto… bueno, su personaje lo estaba. Cansado de ser mandado de un lado para otro, que no reconozcan su esfuerzo ni el del pelirrojo, recibir porrazo tras porrazo para ser “disciplinados” y hasta suspensiones de sueldo por cosas totalmente injustas. Pero el colmo llegó en aquel mismo episodio, cuando un hombre queriendo poner una denuncia, terminó siendo violentamente lastimado por aquel agente de ojos azules y que, junto al moreno que se dignó a defenderlo frente a su jefe, terminó arrestado. La verdadera trama estaba comenzando.
—Bueno. — El pelinegro entró a la sala de interrogación con una mujer pelirroja.
—Bueno… — Rió sarcástico Gustabo. —Tócate los cojones…
—Tócatelos, ¿eh? — Respondió Conway con una sonrisa mientras el rubio no dejaba de reír con sequedad. —Todavía no habías visto un psiquiatra, ¿a que no?
—Ay Dios… — Habló la médica con hartazgo. —¿Cuál de los dos es?
—Yo, yo, el loco soy yo. — Mencionó con orgullo y un tono divertido.
—Ah… okay… — Realmente se notaba que el personaje de aquella muchacha no quería estar allí.
—Si, loco. — Gustabo comenzó a hacer diferentes sonidos para entrar más en el personaje. Sonidos tan estúpidos y exagerados que terminaron por romper el imponente personaje del superintendente, quien comenzó a reír por lo bajo y sacándole una amplia sonrisa al rubio. García se levantó de su asiento y dejó que las falsas esposas se salieran, colocando una mano en el hombro de Jack. —Conway, por favor, que tenemos una edad para estar haciendo estas mierdas…
La risa del mayor era difícil de detener y terminó contagiando tanto a Horacio como a la pelirroja. —Es que eres idiota.
—Un idiota que por primera vez no es el que caga la escena. — Palmeó levemente su hombro.
—Bien, terminamos por hoy. — La voz de Matt avisó el fin de la jornada. —Pueden irse a casa a descansar, seguimos mañana. Buen trabajo a todos.
Los camarógrafos y microfonistas comenzaban a guardar lo utilizado mientras los extras se retiraban. Gustabo y Conway se habían quedado hablando en el set unos pocos minutos. Minutos que Horacio aprovechó para acercarse a su camerino para cambiarse y así poder llegar a casa y tirarse en la cama un rato, más nunca pensó que sería interceptado por quien interpretaba a uno de los comisarios.
—Horacio. — Le llamó el ruso mientras con dos largos pasos ya lograba alcanzarlo y situarse a su lado para acompañarlo en su viaje.
—Viktor, hola. — Una amable sonrisa se dibujó en su rostro.
—Has… has hecho un muy buen trabajo hoy. — Le cumplimentó, intentando sonar lo más natural posible.
—En realidad he tenido mejores días… — Una pequeña mueca de disconformidad cruzó su rostro.
—¿De qué hablas? — El peligris frenó su andar cuando llegaron a la puerta del camerino que compartía con Gustabo, pero su tono fue lo suficientemente serio como para alertar levemente al menor, quién se giró para mirarle.
—Pues… que hoy no creo que haya dado lo mejor de mi, eso es todo…
—Has estado excelente, Horacio. Sobre todo en la escena con Emilio. — Dijo sincero.
—¿En serio lo crees? — Preguntó con la voz cargada de ilusión. Horacio disfrutaba de hacer su trabajo de una manera increíble, intentando dar lo mejor de sí en cada día que pasaba y que ahora mismo, Viktor Volkov, un ganador del Oscar, le esté diciendo que su actuación fue excelente, lograba que una ola de serotonina invadiera su cuerpo sin ningún tipo de autorización.
—No lo creo. — Habló acercándose al menor. —Lo sé. — Una pequeña sonrisa de emoción fue reprimida por el pelirrojo. —Eres un muy buen actor, Horacio, no me sorprendería si un día comienzan a lloverte ofertas de trabajos en películas u otras series.
—Ajá, ya estás exagerando, ruso. — Movió la mano, restándole importancia a lo último dicho por el mayor pero con una sonrisa divertida en su rostro.
—Nunca exagero cuando se trata de tí. — Habló por impulso y siendo consciente de lo que dijo tan solo unos segundos después. —Quiero decir que- me refiero a que es- es imposible exagerar cuando estamos hablando de tu actuación… tienes un talento nato. — Balbuceó nervioso pero logrando salvar la obvia metida de pata que acababa de tener.
El crestudo rió ante los tartamudeos de Volkov. —Joder… vaya que te pones nervioso fácilmente, ¿eh, rusky? — Su sonrisa se ensanchó al ver el pequeño sonrojo de vergüenza en la cara del soviético.
—Vamos… dame un respiro, macho… que te estoy dando un cumplido. — Sonrió levemente.
—Pues muchas gracias por el cumplido, príncipe Viktor. — Pérez hizo un pequeño movimiento circular con su mano antes de realizar una reverencia en forma de chiste, pero siendo sus palabras más que legítimas.
Volkov rió. —No hay de qué, príncipe Horacio. — Copió aquella acción, logrando crear un cómodo ambiente entre ambos.
Ambos iban a volver a hablar cuando un muy apurado Gustabo -que sostenía una de las porras utilizadas en las grabaciones- llegó casi corriendo junto a un muy calmado Jack Conway para decirle a su hermano que se tenían que ir ahora mismo del set. El pelirrojo rodó los ojos, no era la primera vez que aquello pasaba. Se despidió rápidamente del mayor y se adentró con el rubio en aquella habitación.
Ambos adultos se encaminaron por los pasillos hasta donde estaban sus respectivos camerinos. —¿Cuántos segundos más debo esperar para que me cuentes porque estás como un jodido tomate? — Preguntó el pelinegro, recibiendo un pequeño suspiro como respuesta.
—Realmente casi la cago.
—Bueno, que eso no es algo nuevo, tampoco. — Le molestó.
—Ja, ja… que gracioso.
Jack rió. —Vamos… que al menos no la has cagado realmente. No se que ha pasado pero ya sabrás tú si la has salvado o no y si afectará la relación con tu noviecito de cresta.
—No es mi novio.
—Todavía. — Agregó Conway sonriendo y señalándolo.
Antes de que Volkov pudiera responder nada, Gustabo y Horacio pasaron corriendo por su lado, siendo perseguidos por unos cuantos guardias. —¡Corre, coño, corre! — Escucharon exclamar a Gustabo, quien llevaba en mano aquella porra que había adoptado como suya.
Ninguno de los dos actores tenía palabras para lo que acababan de ver, así que simplemente se dedicaron a saludarse, entrando cada uno en su camerino y no siendo capaces de ver el espectáculo que ocurrió cuando ambos menores fueron atrapados y el objeto de utilería fue devuelto a su lugar. Estaba claro que si Gustabo quería seguir llevándose las cosas del set, debía correr más rápido que los guardias… o al menos ser más sigiloso.
Por otro lado, hoy Viktor había aprendido algo bastante importante para no quedar en ridículo: Controla a tu corazón y no dejes que decida lo que debes decir. Eso sí, no negaría que haberse dejado llevar le había otorgado un momento de más cercanía con el moreno…
Tal vez darle el control a tu corazón de vez en cuando, no era una mala idea.
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𝟹, 𝟸, 𝟷... ¡𝙲𝚘𝚛𝚝𝚎!
FanfictionTodos conocen a sus personajes, pero ¿qué pasa cuando las luces y las cámaras se apagan? Portada hecha por @AbsolutVolkacio en Twitter