Capítulo 41

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Cuatro meses transcurrieron entre el final de la tercera temporada (con la huida madre-hijo perpetrada por Horacio y Charlotte y los nuevos -y clasificados- archivos que se les habían sido entregados a Volkov, luego de volver a la sede del FBI al enterarse del repentino abandono por parte del moreno a su persona) y el inicio de la cuarta; con un total de veintiséis episodios de un promedio de cuarenta y cinco minutos cada uno.

Pero nadie se esperaba que los principales protagonistas de esta última temporada no fueran la conocida dupla que los había estado acompañando desde su reencuentro, sino dos nuevos y desconocidos (aunque no tan desconocidos) personajes: Michael Hope, un hombre desempleado que luego decide unirse a los bomberos; y Boris Sokolov, taxista ruso de edad desconocida, divorciado y con una experiencia mínima de veinte años en el sector laboral del transporte público.

Y aunque la verdadera identidad de Hope (producto de la combinacion de la primera silaba del nombre y apellido de "Horacio Pérez") había sido revelada en el mismísimo primer capítulo cuando Horacio llegó a una pequeña cabaña de madera; ubicada al norte de la isla y donde se encontraba viviendo con su madre, alejados de posibles peligros; la identidad de Boris (o mejor dicho, Viktor Volkov) no sería revelada hasta bastante tiempo después en una corta y concisa reunión con Abraham Phillips; hombre que se dedicaba tiempo completo a pintar de color de rosa sus macabras y enfermas intenciones para con el moreno de cresta rubia.

El problema era que, aunque existían teorías al respecto y muchos detalles que las apoyaban, el capítulo que contenía tal revelación sobre el taxista estelar (y el cuál llegó a ser etiquetado como "un chihuahua con mucha energía y mal humor") aún no había sido transmitido por televisión; cosa que fue aprovechada de sobremanera por el peligris para comenzar a subir cierto tipo de contenido a sus redes y que lograba volver locos a sus seguidores.

—¿Sabes? El pelo castaño te queda de puta madre —susurró Horacio, paseando sus dedos entre los teñidos cabellos, ahora, color chocolate de su marido.

—¿Mejor que el gris? —preguntó sonriendo, moviendo con tranquilidad el pequeño palillo que utilizaba para revolver el café.

—Jamás —sentenció, siguiéndolo hasta la mesa de la sala de descanso; la falsa seriedad de su tono siendo tirada abajo al completar con:—. Nada es mejor que mi viejo con canas —molestó, sonriendo ampliamente.

Volkov se atragantó con el café recién hecho, tosiendo un poco. —Pero-... vamos a ver, que no son canas, Horacio, por el amor de Dios.

—Ya, ajá, porque tú tienes el pelo gris natural, venga ya.

—No- —se aclaró la garganta, aún con la voz medio rasposa por el reciente ahogamiento— No es natural, pero tampoco... tampoco son canas, hombre —terminó por decir.

—¿Y de qué color es tu cabello natural? —preguntó con curiosidad.

—Me tengo que ir a grabar —esquivó olímpicamente, levantándose de su asiento para beberse del tirón lo último que le quedaba de café, tirándolo en el cesto de la sala de descanso poco después.

—¡Ey! —le reclamó, siguiéndolo por el pasillo hasta situarse a su lado— Anda, dime...

—No —musitó. A Viktor no le molestaba ni se avergonzaba de su color natural de cabello (mucho menos cuando fue bendecido con un hermoso rubio cenizo), pero le gustaba sacar de quicio a su marido; sobretodo cuando se trataba de algo tan absurdo como aquello.

—¡Vamos, por favor!

—Joder, macho, todo día tocando cojones —respondió con el fingido y marcado acento ruso que su personaje adoptaba cuando se encontraba de encubierto.

—Viktor, que tienes casi treinta y siete años, tienes pelos en los huevos para que andes haciendo estas cosas, coño.

—Lo dice el tío de treinta años que no me habló por una semana al saber que debía rechazarle un beso en la mejilla —contraatacó, haciendo que Horacio abriera la boca indignado, deteniendo su andar unos segundos.

—¡Eso es totalmente diferente! —exclamó, trotando hasta volver a quedar al lado de su marido.

—¿Cómo es eso diferente? —Viktor frenó en seco y se giró a mirarle, la sonrisa burlona de su rostro siendo reprimida con demasiada fuerza de voluntad por aquel falso melodrama que Horacio estaba llevando a cabo.

—Porque... porque lo mío incluía los sentimientos de mi personaje de por medio, lo tuyo no —el castaño elevó una ceja, incitándole silenciosamente a continuar—. Y- tú... tú ya sabes mi color natural de cabello y no es justo que yo no sepa el tuyo —dijo lo primero que se le ocurrió y que creyó que, en algún punto y de alguna manera, tenía algo de sentido—. Joder, ya dímelo, ruso de mierda —murmuró derrotado.

Volkov rió, acercándose a depositar un corto beso en sus labios. —Yo también te amo.

—¿Entonces si me dirás tu color de cabello? —tanteó por lo bajo con una sonrisa en su rostro.

—No. Nos vemos —otro rápido beso fue dado, alejándose de Horacio para ir a grabar e ignorando por completo los llamados de éste.

A Viktor le encantaba molestar a su pareja, no iba a mentir, pero más que nada porque ambos sabían que esto era un simple juego entre ambos y que no causaría ningún tipo de repercusión (al menos no sería ni a gran escala) en su relación. Era ese tipo de confidencialidad y comodidad que ambos se tenían; pudiendo bromear de ciertos temas o de cosas que solo ellos entendían.

Era divertido, pero porque era algo que tenía con Horacio y nadie más.

Era divertido molestar a Horacio, pero también era divertido darles supuestas falsas pistas sobre la identidad de Boris Sokolov a todos sus fans; subiendo fotos de una caja de tintura comentando que se le había dado por probar un color nuevo, o tal vez subir una simple foto al entrar al set con la frase de "Дерьмо еще один день, имеющий дело с таксистами" y que podría traducirse en un simple: Mierda, otro día lidiando con los taxistas.

Claramente, y tal solo unos pocos minutos después, la página principal de su twitter se encontraba llena de nuevas teorías que giraban en torno a sus publicaciones más recientes, el porqué Boris no llevaba (o al menos no sacaba nunca) su cartera; el resentimiento con su supuesta ex esposa y que encajaba demasiado bien con los posibles sentimientos de Volkov luego de ser abandonado y/o dejado de lado por Horacio; y el hecho de que no tendría ningún tipo de sentido que los directores utilicen al mismo actor para dos papeles totalmente diferentes si es que no eran la misma persona.

Y aunque luego intentara desmentir cualquier cosa dicha por la gente que le seguía (creando así aún más confusión), ya poco importaba, pues dentro de dos semanas, la verdad sería revelada y la débil cortina que escondía al mago, sería tirada abajo. Pero bueno, quería disfrutar de los pocos días que le quedaban para causar un poquito más de caos.

—Volkov, ¿ya estás listo? —preguntó Matt, colocando una mano en su hombro cuando se posó a su lado.

—Claro, dame un segundo —Viktor sacó su teléfono, sacando con rapidez una borrosa foto del escenario de la sede de los taxistas para publicarla en sus historias con un conciso "Boris ser el empleado del mes, siempre venir a trabajar. Ustedes no tener que creer Conchudo"; apagando su pantalla al asegurarse de que se hubieran subido correctamente.

El codirector rió levemente ante aquella acción, pues conocía bastante bien al actor y sabía lo que se traía entre manos.
Al parecer, la constante presencia de Horacio en su vida, se había convertido en una mala -pero divertida- influencia.

𝟹, 𝟸, 𝟷... ¡𝙲𝚘𝚛𝚝𝚎!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora