Capítulo 7

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A pesar de cómo había iniciado la relación entre los cuatro actores, sólo había bastado una disculpa y unas cuantas semanas para convertirse en un pequeño grupo casi inseparable, almorzando juntos, gastándose bromas entre ellos en mitad de las escenas o simplemente improvisando diálogos que luego terminaban siendo de lo más convincente y gracioso al punto de fascinar a los directores y editores y persuadiéndolos indirectamente con su “increíble desempeño” (como le había llamado Pérez a sus tonterías dentro del set) para que no las cortaran. 

Hoy no estaba siendo muy diferente, al contrario, la gran mayoría de escenas que estaban grabando tenían demasiadas cosas improvisadas, tal como Gustabo ofreciéndole una rosa a Horacio luego de que este saliera de federal por haber sido atrapado con los cargos de “robo a joyería y huida de la justicia”.
Bajo la falsa excusa de traerle un regalo al moreno, el rubio sacó una flor de uno de sus bolsillos internos de su blazer gris, para simplemente decir: “Esto es para ti, Horacio, en símbolo del amor porque te quiero”. Fue complicado para ambos actores no reírse mientras se abrazaban para completar esa escena.

Pero ojo, que aquello no había sido lo único improvisado en la jornada de ese día.

—Doscientos pavos a que no tienes huevos de hacer que tu personaje tenga un paro cardíaco. — Le retó Horacio a Jack en mitad de un descanso mientras que su contrario aún se preparaba para entrar en la siguiente toma.

—Que sean quinientos. 

—Trescientos y hacemos trato. — Negocio Gustabo.

—Vale. — Los tres estrecharon la mano bajo la desaprobatoria mirada de Viktor, cuya seriedad era tirada abajo por la imborrable sonrisa que tenía en el rostro. —Prepárense para pagar.

—Eso ya lo veremos. — Respondió el crestudo antes de que Olivia los llame a todos nuevamente a escena. 

Si… ese día Horacio y Gustabo perdieron trescientos dólares, pues solo pasaron un par de minutos desde que el superintendente encontró a ambos hermanos ocultándose en un Hangar del aeropuerto de Sandy y luego fingió un ataque al corazón. Por suerte la directora estaba al tanto de esta tontería gracias a un maquillista que pasó cerca de los actores al momento de cerrar la apuesta, por lo que dejó que la escena transcurriera con normalidad, queriendo ver hasta dónde eran capaces de llegar sus empleados por sí solos. 

Sorprendida estuvo Leone al ver lo bien que se complementaron tres de los cuatro principales, pero era hora de incluir al comisario y ¿qué mejor que meterlo en una persecución por un supuesto secuestro al superintendente de la ciudad de Los Santos? 
Y así lo hicieron, terminando con una discusión en mitad del escenario del hospital que parecía totalmente irreal para todos los presentes por la cantidad de tonterías que se habían dignado a pedir o decir los personajes de Gustabo y Horacio.

—Gustabo ven que me he acordado de una cosa… ven. — Habló el muchacho de cresta alejándose de los agentes que custodiaban la habitación donde estaban atendiendo a su jefe. —Creo- creo que el golpe en la cabeza es la patada que le metiste. — Comentó por lo bajo.

—Hostias… que yo le metí una patada… 

—Claro, para que suelte la pistola. — Le recordó, manteniendo su tono de voz. 

—¿Pero sabes de qué me arrepiento? 

—¿De qué? 

—De no haberle dado dos. — Dijo cruzándose de brazos y Horacio no pudo evitar soltar una carcajada, pero la escena no fue cortada, ya luego lo editarían.

—Pero que hijo de puta eres, tío.

Gustabo iba a responder con una sonrisa contagiada por la risa de su amigo, pero la voz de Jack le interrumpió. —¡Línea ciento setenta y cuatro, mueve el culo! — Su tono fue serio y demandante. 

Los dos hermanos se miraron con los ojos abiertos y se acercaron corriendo a la puerta de la habitación al grito de “papá” mientras los insultos de Conway a sus subordinados seguían oyéndose por todo el lugar. 

—Conway, te me calmas, a la puta camilla. — Ordenó Viktor bajo su traje de agente.

—¡Soy el sargento primero de la décimo tercera, capullo, te voy a reventar la puta cabeza! 

—Mira, mira a Conway sin camiseta, está mamadísimo. — Le dijo Gustabo a Horacio ya fuera de su personaje.

Era imposible para cualquiera de los presentes de ese día mantener una cara seria, incluso para los camarógrafos, quienes se veían obligados a cortar la escena más de una vez por sus propias risas que no les permitían grabar con tranquilidad. Ya todos un poco más calmados y luego de grabar un par de escenas en las que “Volkom” les indicaba a los confidentes del superintendente que le dijeran que eran comunistas, Gustabo y Horacio decidieron vengarse de Jack por hacerles perder dinero.

—Mil flexiones y me las cuenta en voz alta, rapidito. — Ordenó Horacio, haciéndose pasar por el capitán del ejército.

—Negativo, no puedo. — Contestó el pelinegro mientras hacía un saludo militar.

—Hágalo por los Estados Unidos de América. — Agregó Viktor, uniéndose a la broma de ambos menores.

Sólo bastó aquello -sumado a una mirada casi asesina por parte del mayor de los cuatro- para que Conway comenzara a contar las mil flexiones pedidas por, quién creía, era su superior. 

—Ocho… Nueve, uf. — Contaba por cada flexión hecha. 

—Horacio, Horacio… — Le llamó el ruso por lo bajo, tocando disimuladamente su brazo para llamar su atención. —Dile que cante, que se ponga a cantar.

—Si, si. — Aceptó divertido susurrando. Volvió a observar al hombre que se encontraba en el suelo. —Ahora cante, ¡cante por su país!

—¡Aquí mi fusil, aquí mi pistola! una consuela… la otra dispara. — Obedeció, entonando lo primero que se le vino a la cabeza y que, claramente, no rimaba en lo absoluto.

Aquel episodio era algo que ya comenzaba a tentar los límites de la realidad y lo fantasioso, cosa que terminó por romperse del todo en el momento que Volkov e Ivanov acordaron, tan solo con la mirada, actuar una pequeña escena de celos luego de ver como el superintendente, su jefe con el que llevaban trabajando tantos años, decidía darle un abrazo a un par de novatos que supuestamente le habían salvado la vida. 

—Voy a llorar pero de verdad al final, eh. — Le dijo Gustabo a Horacio.

Ambos comisarios asintieron a la vez que el pelinegro pasaba a su lado. —Yo creo que es buen momento para presentar nuestra dimisión y que Horacio y Gustabo sean los nuevos comisarios del Cuerpo Nacional de Policía.

—¿Cómo, cómo? — Y mientras aquella fue la reacción de Gustabo… 

La de Horacio fue un poquito diferente: —Sí, es buen momento. — Confirmó, sonriendo de brazos cruzados, acabando rápidamente con la poca seriedad que le quedaban a todos los actores en escena.

Aunque se habían divertido más de lo normal grabando aquel capítulo, era demasiado irrelevante para la trama principal de la serie, por lo que no sería transmitido en televisión y simplemente quedaría como un extra que todos los trabajadores que habían asistido ese día, guardarían en sus recuerdos con mucho cariño.

Eso sí, el día perdido tenía que ser recuperado de una manera u otra porque, lamentablemente, tenían las horas contadas entre los estrenos de cada capítulo, por lo que los cuatro protagonistas debieron decirle “adiós” a su día de descanso de esa semana. 

Pero había valido totalmente la pena.

𝟹, 𝟸, 𝟷... ¡𝙲𝚘𝚛𝚝𝚎!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora