Odisea - 02.

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L A  M O R T A L

Harry.

Ariadne caminaba entre las grandes hojas en medio del campo, yo la admiraba desde aquí, pero sentí la necesidad de tenerla cerca y, como lo hice desde niño, me convertí en una mariposa para que ella jugara conmigo.

Revoloteo a su alrededor mientras ella sonríe y sus manos intentan alcanzarme. 

—Qué preciosa eres, pequeña —ríe mientras da vueltas observando.

Ella toma su vestido y lo acomoda para sentarse a leer en medio de la tierra y la humedad de este triste campo.

—Hola —susurré mientras la tomaba de los hombros.

—Ya habías tardado en aparecer hoy —niega sonriendo. —Lindo color de mariposa, siempre va a ser mi favorito.

—¿Esmeralda? Sabes que así se llamará nuestra hija —ella me sonríe para luego voltearse completamente hacia mí.

—¿No deberías estar haciendo algo por ahí arriba? —cuestiona tomando un rizo entre sus manos y acariciándolo.

—Preferí poder besarte que cuidar al estúpido mundo—y lo siguiente que hice fue regalarle un beso cálido y lento.

Me perdí entre sus finas manos y sus caricias. Ella, traviesa como siempre, toma mi corona de oro entre sus manos para acomodarla mejor entre mis rizos. 

—¿Puedes imaginar que hasta el día de hoy no imagino como el Dios del Sol está enamorado de mi? —bate sus pestañas haciendo que su pregunta fuera estúpida.

Ella era preciosa.

—Estoy enamorado de ti desde que éramos unos niños y yo me convertía en cualquier animal que quisieras para hacerte sonreír.

—No fue muy buena idea que te convirtieras en león —juega recordando como su padre casi se muere.

—No, no lo creo —juguetee.

Ariadne cerró los ojos, aproveché para hacer algunos cambios. Mire a mi alrededor, la tierra sin vida ni frutos me deprimía, ella merecía estar rodeada de algo precioso. Moví mis manos en círculos y pude ver como el campo infértil empezó a llenarse de amarillo por doquier. Miré el cielo y mis dedos pintaron un lindo arcoiris brillante para ella.

Toco su hombro y poco a poco abre sus párpados.

—Eres increíble —veo como ella me mira, como si tuviera mucho más que amor por mi, como si con su mirada quisiera demostrarme que nuestro amor va más allá que reglas divinas que no pueden romperse.

Sonrió embobado, admirandola.

—Ayer fui a tu templo —comenta para tomar un girasol entre sus manos, acariciándolo delicadamente. —Muchas mujeres te dejan ofrendas a diario —su ceño se frunce.

Son celos. Capacidad humana que no me he permitido experimentar muchas veces, pero que debe ser realmente una verdadera odisea sentirla.

—Oh, sí lo sé, mamá me dice que es por el buen clima y todo, además de que soy el Dios más guapo de todo el Olimpo —subo y bajo mis cejas, soy hermoso.

—Y el más narcisista —dice rodando los ojos.

No me quejo, quizá sea verdad. Sé que puedo tener muchas ofrendas, no soy por las puras el Dios de la belleza, la música, las artes, el sol, entre otros grandes títulos que mi padre me asignó, sin embargo, poco me importa las ofrendas de otras mujeres, yo solo la quiero a ella. Sin decirle nada más, la escucho sobre cómo recolectó frutos en la mañana, o como ayudó a su madre a bordar un vestido y yo le cuento sobre cómo me tocó supervisar el lado norte de la tierra y como casi bajo al Inframundo gracias a Niall.

Apolo [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora