Odisea - 11.

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A M O R

Ariadne.

La única palabra que encuentro para describir lo que mis ojos ven, es amor.

Toda mi vida he pensado que tuve más de lo que merecía, que él me dió más que lo que cualquier humano podría merecer.

Cuando caí en cuenta que un Dios sagrado estaba enamorado de mí, pensé que había sido elegida para un destino más allá del que cualquier humano podría imaginar.

Y, después de casi veinte años, confirmo que mi destino siempre va a ser él.

Harry llegó a mi vida cuando era apenas una niña, aunque realmente fue mucho antes, lo recuerdo. Él me regaló eso por mis dieciséis años. Le pedí que me contara desde cuándo había estado a mi lado.

—Cierra los ojos —sonrió y tocó mis sienes.

Como flashbacks golpearon mi mente, uno tras otro. Cuando tenía tres meses, lloraba en mi pequeña cuna porque mi madre estaba muy ocupada lavando ropa y no podía atenderme, Harry aparecía a mi costado y mecía mi camita, cantaba, él siempre me ha cantado.

Su voz es preciosa.

Sus canciones de cuna me acompañaron hasta hace dos semanas. La primera noche que llegamos a nuestro nuevo hogar lloré mucho por todo lo que había pasado.

Sentada en la cama recién entendí a todo lo que había renunciado Apolo por mi.

Por amor.

Esa noche lloré mucho, demasiado. Pero Harry no permitió que cerrara los ojos sin antes cantarme sus canciones de cuna, que siguieron embobando como cuando era una pequeña.

Él siempre estuvo para mí, y yo siempre estuve para él.

Y siempre iba a ser así.

Porque yo lo amaba.

Porque era el amor de mi vida.

Era mi todo.

—¿Qué huele tan delicioso? —mi amor entra por la puerta y olfatea el aroma que sale de la olla de barro.

—El almuerzo —subo y bajo mis cejas mientras sonrío. —¿Qué tal todo hoy?

Sus hombres se encogen y bebe agua

de una pequeña cacerola.

—Cada día soy mejor con el pico.

La arrogancia no se le fue a ningún lado.

—Es estúpido que tengan... tengamos —se corrige. —Que hacer estatuas de piedra tan grandes que, te apuesto —me advierte con su dedo índice. —Louis ni se va a tomar el tiempo de ver.

Harry había conseguido trabajo como obrero, si, de ser un Dios pasó a ser un obrero. Un trabajo digno, o al menos de eso trata de convencerse a diario.

Cuando llegamos a esta pequeña casita hace catorce días, solos y con muchos miedos abrazándonos, decidimos que empezaríamos desde cero con nuestra vida juntos.

Realmente no teníamos opciones.

Pero nos teníamos a nosotros.

Una mañana Harry regresó y me contó que había encontrado un nuevo trabajo. Le explicaron que debía hacer y realmente era malo ¿Cómo le pides a un Dios que haga algo que sólo los humanos debemos hacer? Exacto.

Admiro al hombre que tengo al lado. Admiro que haya tenido que guardar su orgullo y miedo y arrogancia, bueno, lo último solo un poco, en sus bolsillo para salir adelante.

Apolo [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora