Odisea - 09.

352 29 12
                                    

E R R O R

Orfeo era un joven muy apuesto. Conocido por haber sido bendecido por el Dios Apolo, quien le ortorgó el don de la música. El joven con su lira era capaz de tocar las melodías más maravillosas que los humanos hubiesen escuchado.

Fue así como Eurídice se enamoró de Orfeo, tan fuerte y grande fue su amor que poco tiempo después decidieron casarse. Pero lamentablemente Eurídice murió poco después de contraer nupcias por culpa de la picadura de una serpiente.

Orfeo entro en una profunda pena. Triste y deprimido por no tener a su esposa con él, decidió a bajar hasta El Inframundo para así poder salvar a su amada.

Y así fue, bajo hasta El Hades y una vez allí intentó llevarse a Eurídice. Pero Hades no permitía que Orfeo se la llevara. Así que Orfeo, hizo lo que mejor sabía, tocar su lira, cantando así para el gran Hades hasta que él se compadeciera.

Convencido el Rey del Inframundo, le permitió que se llevara a Eurídice con una sola condición: No podía mirar a su amada hasta que estuviera totalmente bañada por la luz del sol.

Así lo hicieron y cuando salieron al exterior, Orfeo se giró para verla. Pero no se percató que un pie se había quedado en las sombras, así Eurídice desapareció en la oscuridad del Inframundo y esta vez para siempre.

Orfeo se volvió un alma en pena y pereció en batalla a las pocas semanas. El hombre buscó la muerte y al fin consiguió estar al lado de su amada, para toda la vida.

Harry.

—¿El Hades? —la mujer delante de mis ojos se sienta en el borde de su cama con la mirada perdida. 

—El inframundo —y aunque me da miedo soltar esa palabra, lo hago con seguridad.

—¿Dejar a mi familia? ¿Dejar a Alena? ¿Y mis padres? —eran muchas preguntas que no sabía como responder.

—Sé que tienes miedo, pero mi padre me ha prohibido bajar a la tierra, si no nos vamos de aquí no te volveré a ver —sus ojos se agrandan con desesperación.

—Pero Alena...

Y sí, a mi también me preocupaba. A los doce años era una niña brillante y fuerte. La pequeña hermana de mi amor era una niña preciosa, pero al igual que Ariadne, estaba condenada al repudio social por su condición de vida. 

—Yo prometo que moveré mar, tierra y Olimpo para que a ella no le pase nada, para que ella esté bien —camino hasta ella y me arrodillo para tomarla de las manos.

Frías.

—Lo siento por no darte tiempo, pero ni siquiera yo lo tengo, no es mi elemento, es algo que escapa de mis manos de Dios, no puedo controlarlo —bajo mi mirada arrepentido.

iento que pasa mucho porque todo queda en silencio. Me obligo a no leer sus pensamientos, me obligo a respetar este espacio de decisión de ella.

—Entiendo si no quieres hacerlo, realmente lamento ponerte en esta situación, pero...

—Lo haré. 

Me ilencie.

Mis ojos se encuentran con los suyos y me transmite una mirada cómplice, un brillo casi instantáneo también aparece en ellos, pero también veo miedo.

—Te amo, mi Dios del Sol, eres mi único motivo para seguir adelante, haz hecho tanto por mi, Harry —sus delicadas manos acarician mi rostro. —Que tener una eternidad a tu lado, sea en el lugar que sea, es un privilegio para una mortal como yo.

Apolo [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora