E M P E Z A R D E C E R O
Harry.
Parado sobre mi balcón veo como Caronte termina de llevar las almas hacia la puerta final. El silencio es tan sepulcral que el canto del viejo hombre hace eco en el Río Muerto de Almas.
Un año.
Ha pasado un año desde el día en el que me arrebataron todo, un año siendo Hades, el Rey de los Muertos, un año en soledad.
Y si bien era una tarea espantosa, he aprendido a leer a las almas antes de que partan al descanso eterno.
He visto mortales plenos de haber cumplido con su propósito de vida caminar hacia la luz con una parsimonia que quisiera haberles robado, pero también he visto almas tan perturbadas que se resistían a descansar al fin.
Un año en el que el sin sabor de estar solo hacía que cada mañana no quisiera despertarme y cada noche derrame lágrimas al sentirme miserable.
Había sido un año sin ella.
No hay día, tarde y noche que no la piense, que no la imagine, que no la quiera a mi lado. Y aunque había intentado por todos los medios saber de ella, ya no tenía ese poder. Me encontraba atrapado en este mundo lleno de muertos y no iba a poder escapar nunca más.
Hace un año veía solo caras pálidas de mis
sirvientes, hace un año no sentía calor humano. Con el pasar de los meses luchaba por no olvidarme de cómo se sentían sus besos, sus abrazos, sus caricias, pero también con el pasar de las semanas me resignaba a que no volvería a verla nunca más.
Eso me había prometido mi padre.
Estar aquí era miserable, pero lo que no sabía era que quizá, un rayito de esperanza entrará en mi mundo para siempre.
En mi mano derecha, la gema de mi gran cetro negro se encendió. Fruncí el ceño, eso solo ocurría cuando había grandes problemas, lo odiaba, eso significaba que debía estar presente en mi cien por ciento y era lo último que quería en este momento.
—Señor —uno de ellos llega. —Necesita venir a ver esto.
Mis gestos solo se endurecen más y con el cetro golpeando el piso y mi capa moviéndose con el aire, camino delante de él hacia el centro del palacio.
Cuando llego, no creo lo que veo.
—¿Apolo? —su voz suena como una melodía.
Ella parece de humo, no parece real.
—¡Hermano!
Y cuando reacciono, Afrodita corre a mi para lanzarse a mis brazos. Cuando siento su tacto, una parte de mi se compone y la atraigo más hacia mi pecho
—¡No puedo creerlo! —susurro con ella aún en brazos.
—Te he extrañado tanto —nos separamos y de sus ojos brotan lágrimas doradas.
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Apolo [H.S]
Hayran KurguApolo, el Dios de la belleza y del Sol, una deidad inmortal, dotado de grandes dones que lo hacían convertirse en el olímpico más amado por los mortales. Los Dioses eran protectores del mundo, incapaces de crear caos y miedo entre la más preciada cr...