No hay Dios o humano, por cobarde que sea, que no pueda convertirse en héroe por amor.
Platón.
Zeus rige a Dioses y mortales, haciendo que el curso del mundo se cumpla, su gran libro contiene el pasado, presente y futuro, mostrándole que el destino es muchas veces caprichoso.
El corazón de un Dios debe ser bueno y benevolente, debe ser justo y honesto, sencillo y abnegado. El corazón de un Dios debe poder entregar más de lo que recibe y debe amar a su familia por sobre todas las cosas.
La divinidad no es algo para cualquiera, solo aquellos que demuestran ser puros y valientes, la consiguen. Pero nunca antes el Rey del Olimpo había conocido a una criatura que fuera digna de tal dichoso regalo.
Hasta Ariadne.
Todo lucía impecable. El banquete se mostraba exquisito, al igual que el vino, extraído de la cosecha escondida de Dionisio. En el aura sagrada que bañaba el Olimpo se podía sentir el amor, que era esparcido por Afrodita, porque era una fecha importante. Y Artemis lo sabía cuando, junto a Ateneo, cazaron las mejores presas para el festín. Ese día tampoco hubo guerra, porque Ares quería que el gran día de su hermano pequeño fuera inolvidable.
—¿Has visto a tu hermano? —pregunta Hera, paseándose por los pasillos del Palacio Real.
—No, madre —Ateneo sigue su camino cuando su madre asiente y avanza lejos de él.
—¿Han visto a Apolo? —consulta con el grupo de ninfas que terminan de decorar el pastel de bodas.
—No, mi reina —todas dejan de hacer su trabajo para hacerle una reverencia.
—De acuerdo, les está quedando precioso, gracias —sonríe y sale de la cocina, en busca de su pequeño.
Revisa su habitación, la de sus hermanos, pasa por la biblioteca, desde el ala norte hasta el ala sur, pero no lo encuentra. Recorre rápidamente con su mente los campos y los cielos, el carro del Sol se encuentra en el establo al igual que sus cuatro caballos, pero Apolo no aparece, y ella se preocupa.
Cansada y casi vencida, revisa la última habitación. Se detiene en la puerta cuando escucha el sonido del arpa y suspira antes de abrir.
—¿Por qué no se me ocurrió antes?
En el interior, el Dios de la Belleza toca música, rodeado de bustos con su rostro y estatuas dedicadas a él.
—Madre —dice él, dejando de tocar.
—Te estuve buscando por cielo, mar y tierra.
—Lo siento, solo necesitaba calmar mis nervios —Hera le da una mirada comprensiva y sonríe, acercándose.
—¿Nervios? Estuviste a punto de empezar el fin del mundo y ¿Tienes miedo de casarte con el amor de tu vida? —Apolo suspira y sonríe de costado.
—Son nervios, pensé que este día nunca llegaría.
Hera abraza a su hijo menor, se siente feliz por él, sabe que la muchacha que eligió tiene el corazón inmenso para amarlo y cuidarlo. Sabe que tuvo que sacrificar su vida como humana, a su familia y todo por su hijo, por el amor que le tenía.
—Estoy segura de que van a ser muy felices, se lo merecen —su mano derecha acaricia la mejilla de su bebé, ya no tan bebé.
Apolo va a responder pero tocan la puerta, interrumpiendolos.
—Ella está lista, hermano —Afrodita ríe cómplice cuando anuncia que Ariadne espera por su gran amor.
—Todo estará bien, hijo, tienes toda una eternidad para hacerla feliz —Hera abraza a su hijo por última vez. —Estás muy guapo.
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Apolo [H.S]
FanfictionApolo, el Dios de la belleza y del Sol, una deidad inmortal, dotado de grandes dones que lo hacían convertirse en el olímpico más amado por los mortales. Los Dioses eran protectores del mundo, incapaces de crear caos y miedo entre la más preciada cr...