A R I A D N E
Harry.
—En serio no necesito que hagas esto.
Una Ariadne decidida está parada delante de mí, buscando la manera más humana y rápida de matar a este pobre cordero para ofrecerlo en mi templo.
Al parecer sus padres se enteraron del vestido nuevo que ella llevaba y solo encontraron la explicación de que había sido un regalo divino de los dioses.
Fue mío, queridos suegros.
Sin embargo, Ariadne, obligada por sus padres, como siempre, se encuentra en este trabajo para mí.
—En serio, basta.
—Debo hacerlo, hoy hay una gran celebración en tu nombre y mis padres no quieren ser la única familia que no te ofrende nada, eso es mal visto y... —la calmo.
Tomo sus manos entre las mías, ella está helada y puedo ver algo de brillo en su frente, está sudando de nervios.
—¿Te parece si te ayudo? —me mira dudosa pero finalmente asiente levemente.
Extiendo mis manos sobre la canasta vacía que sería la encargada de sostener la carne del cordero. Ariadne está arrodillada mientras acaricia la cabeza lanuda del pobre animalito que nos mira con ojos asustados. De mis manos empieza a salir vapor dorado haciendo que la canasta se llene de todo tipo de frutos como ofrenda.
—Ya no tienes que ensuciarte las manos matando a un pobre animal —baja sus ojos avergonzada. —Regresalo a tu casa y dile a tus padres que recolectaste esto para mi.
Ella simplemente asiente, sé que no puede hablar por la verguenza. En un susurro le digo que la amo y la veo desaparecer con la canasta en la mano derecha y el corderito en la mano izquierda, sin emitir ni una sola palabra.
Siempre ha sido igual.
Y solo hay una explicación ante sus actitudes: Verguenza.
La vida de mi amor no ha sido fácil. Cuando Ariadne era pequeña sufría de insultos y burlas por parte de sus compañeras, se burlaban de sus vestidos algo gastados y sus sandalias despintadas. Ella corría a esconderse al río mientras lloraba y sus lindos ojos celestes se volvían rojos. Con apenas cinco añitos sabía que la vida que tenía por delante no iba a ser fácil, lo sé porque podía leer sus pensamientos.
Odiaba verla llorar, no lo soportaba, así que me convertía en mariposa, perro, gato, jirafa, en lo que ella quisiera, corría o revoloteaba alrededor de ella y obtenía una risa que alegraba mi corazón.
Cuando empezó a crecer, las muchachas se volvieron más crueles y le hacían peores cosas. Le cortaron su rubio cabello un día, le lanzaron barro a su vestido y la discriminaron por ser más delgada que las demás.
Siempre he pensando que es envidia, siempre he creído que las otras muchachas querían ser como Ariadne, porque ella era hermosa, porque su corazón no tenía odio, por su nobleza y amabilidad con todos sin importar raza o condición.
Y eso me enamoró de ella.
Siempre estuve ahí para salvarla, cuidarla y protegerla. Siempre fui su guardián y siempre lo sería.
Porque yo moriría por ella.
Desde una nube la veo caminar hasta su casa. Su madre la recibe y la abraza cuando ve la cantidad de frutos que ha recolectado. Automáticamente, la mujer llama a su esposo quien llega para sonreírle a su hija y agradecerle por salvarlos de la deshonra pública.
La gente es cruel.
Y con ellos lo han sido. No solo los discriminan por su vivienda con paredes despintadas y maderas viejas, sino también por la falta de educación que tienen sus padres.
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Apolo [H.S]
FanfictionApolo, el Dios de la belleza y del Sol, una deidad inmortal, dotado de grandes dones que lo hacían convertirse en el olímpico más amado por los mortales. Los Dioses eran protectores del mundo, incapaces de crear caos y miedo entre la más preciada cr...