Juan Luis y Migue se fueron pasadas las diez de la noche, luego de ver una película y poco más para no dejar solo a Iván pero aquel momento llegó y fue inevitable sentirse solo ante su nueva vida. Acomodó la loza limpia y arregló en salón antes de entrar en su habitación ordenada, con el pijama a los pies de la cama esperando a por él.
Iván había aprendido a no dormir ideando toda su vida adulta junto a su amigo, pensando en las formas en que su vida cambiaria una vez en la universidad. Siempre supo que su posición dentro de su familia lo haría trabajar de más por algo más que no fuera lo que su hermano mayor Joan dejaba a su paso. Pero en ese punto de su vida sólo eran sueños, la realidad era completamente diferente.
De pronto cada noche en su cabeza había una sola frase: no te rindas.
Había sido tantas cosas durante la década que llevaba en México que sentía que ya no había un punto de retorno, no había nada de su vida pasada a la cual regresar y olvidarse de todo lo vivido durante ese tiempo. A pesar de eso sentía que ahora todo iba más rápido, que su vida ya no se trataba de él. Christian le había dejado algo por lo que seguir luchando: seremos la luz que ilumine el camino. Se sentó frente al portátil con un montón de ventanas abiertas: trabajo.
Lo cierto que es que la única luz, el único amor que Iván había conocido era el que Christian le había dado y no sabía cómo replicarlo sin que ello supusiese un tremendo dolor. Lo pero era que no podía seguir adelante sin que nada se lo recordara, toda su vida había sido Christian.
Miró por su ventana, la noche de nuevo lo había pillado ahí, en su escritorio debajo de su lámpara, suspiró y volvió su mirada a los papeles, el futuro de varios chicos dependía de que cada noche hiciera ajustes, revisando cuentas y haciendo movimientos para que cada uno tuviera una oportunidad de cambiar su estilo de vida; era la luz de la que tanto había escuchado hablar a Christian, aquel lugar que habían creado desde los cimientos en donde todo sería posible.
Aquel primer año había sido la prueba de fuego; había sobrevivido a la ausencia de su esposo. Ya no era el esposo de Christian, pronto dejarían de llamarle la Señora Cavazos, pronto volvería a ser sólo Iván. Y aunque aquello podría llevarlo con dignidad porque había aprendido a ser una mejor persona a comparación del crío que había dejado Madrid, estaba solo. De pronto todos los sueños que tenía se volvían ilusiones que jamás se cumplirían.
Miró el iPad de Christian en la cocina cuando fue a por un vaso de agua antes de volver al estudio para seguir trabajando en su escritorio, no se había deshecho de ella porque era el sistema matriz de la casa y sin ello no podía hacer ni entender como funcionaba, pero no la había tocado para nada que no fuera esencial hasta ese momento que abrió la música que seguía pagando y vio la lista que Christian solía escuchar cuando estaba solo.
Iván temía tanto incluso volver a poner música, temía que si pinchaba play todos sus recuerdos lo ahogarían y lo dejarían noqueado pero estaba harto del silencio de su casa pero lo hizo y primera reacción fue una risa enorme al escuchar esos acordes. Una parte de él odiaba esa canción por ser demasiado positiva y absurda pero describía por completo a Christian.
Alors souris la richesse c'est d'être libre
Si tu souris la vie te le rendra
Alors souris pour ce qu'il nous reste à vivre
Iván respiró profundo y dejó que su recuerdo lo inundara: las risas, los besos, las interminables veces que lo cogió de la mano y le pidió que confiara en él. Ningún recuerdo fue malo pero ninguno tenía la fuerza suficiente como para contagiarle el ánimo.
Lo peor pasaba cuando el amanecer emergía, aquella energía terminaba por acabarse y dejaba en Iván una sensación de solo querer a los brazos de Christian. Iván despertó con ese staccato de la música que había dejado toda la noche y que lo despertó con la sorpresa de que Juan Luis estaba parado a un lado suyo viendo atento el estilo de vida que su amigo había adoptado después de la muerte de su esposo.
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La sombra detrás de la sonrisa
Teen FictionFue curioso verlo asomarse al abismo en el que estaba, pero me salvó. No como un príncipe en un caballo, sino como una luz que brillaba como si nunca hubiese sido apagada, alguien como yo. Todo comenzó con una chispa: su sonrisa contagiosa y las ma...