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—Iván, ¿qué pasa? -preguntó Christian poniéndose a su altura. Había vuelto de la calle y no había recibido respuesta alguna.

Estaba sentado en el sofá del salón, mirando a la nada, con esa expresión que nunca había visto en su rostro: estaba preocupado. Lo había visto aterrarse, quedarse petrificado o simplemente invadido por el nerviosismo social, pero estaba ahí, callado, totalmente ausente y con la mirada turbia.

—Volviste —reaccionó cogiendo sus manos, estaban tibias, a contraste de sus rostro que estaba helado por ir a por la comida —. Me quedé... impávido. Perdona.

—¿Qué te pasa? —insistió preocupado, obligándolo a quedarse sentado frente a él. Iván siempre hablaba de cualquier cosa con él que a Christian no le resultaba normal tener que insistir dos veces.

Iván cogió sus manos y tardó un poco en responder. De pronto todo ese peso le cayó de golpe que le escocía el cuerpo, se sentía incómodo pensando, perdiéndose en sus pensamientos que tal vez era mejor sacarlos.

—Hoy es el cumpleaños de mi papá.

—Ay, amor —respondió abrazándolo.

Christian tenía que admitir que se sentía agradecido por ser él por primera vez en mucho tiempo el que apoyara a Iván. Siempre se había mostrado fuerte, incluso en los momentos de mayor vulnerabilidad, lo había visto ser sin ningún tipo de pretensión y todo con una sonrisa. Ahora era diferente.

—¿Qué necesitas?

—Dejar de pensar... —mirándolo —. Dejar de sentir como que... tal vez... hice mal las cosas —sintiéndose desesperado, con el pelo revuelto de tanto jugar con él y la uña del pulgar roja de tanto morderla. El tono en que lo había dicho alarmó más a Christian.

—¿Lo crees? Que todo esto...

—No —detuvo a Christian, sin esa sonrisa que le provocaba ver con ternura a su esposo cundo él se ponía nervioso al hablar o cuando se sentía inseguro—, no esto. Jamás diría que conocerte fue un error pero... tal vez fue un error alejarme tan abruptamente de... ellos.

—Lo siento, por todo —puntualizó Christian.

—No sé si yo lo siento —mirando la nada y revolviendo su pelo —. No... no he podido entender qué pasó por mi cabeza ese día y he tratado de recordar cómo me sentía pero no lo recuerdo —volviendo a mirar a su esposo —. ¿Hice lo correcto al dejarlos? ¿Estoy haciendo lo correcto al no volver a hablarles? ¿Qué hice, amor?

Christian le sonrió y cogió sus manos para besarlas y luego verlo a los ojos sin soltarlas.

—No puedo responder las dos primeras pero lo que sí sé que hiciste fue sobrevivir, volviste a empezar y... estás viviendo una nueva vida. Nadie te va a culpar por nada de lo que hiciste.

Iván por fin sonrió.

—Puede ser. Gracias.

Iván despertó con la luz que entraba por la ventana, la noche anterior había olvidado correr las cortinas. No quería entenderlo pero había días, como esa mañana, en la que despertaba pensando en Christian, en la vida que vivieron en ese departamento, en esas calles, en ese día años anteriores... tapó sus ojos con su brazo y se estiró. Lo peor era que aquel día sería casi de celebración en la Casa que quiso casi no ir a trabajar, por fortuna para algunos Iván era un libro abierto, o como Arturo, otros lo habían aprendido a leer fácilmente durante todo el tiempo que había convivido con él.

"No vengas, les di el día a los no esenciales. De nada"

Una preocupación menos tan pronto bajar su móvil, él se encargaría de todo. Una razón más para ponerse de pie y ponerse con el desayuno. Claro que no fue el único mensaje que recibió. Se sorprendió por la invitación que le había llegado a su móvil aquella mañana del 27 de julio, Manuel y Omar habían hecho una reserva en el restaurante favorito de Christian para comer los tres. Era la forma de ambos de que el recuerdo de su mejor amigo dejara de doler, sabía que sería difícil pero, todo mundo sabía que su amigo siempre los había sacado de tantas situaciones incómodas o malas que tenían que hacer lo mismo por la pareja que había dejado atrás.

La sombra detrás de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora