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—¿Iván? —preguntó Bryan entrando en su oficina.

Las ventanas estaban abiertas y el aire corría de lado a lado. Era pasado el mediodía y el ambiente era diferente por ese detalle, tanto que casi hacia olvidar el terrible calor que hacia afuera pero que no lograba difuminar el olor de Bleu de Chanel que acaba de comprar. Buscó visualmente a su jefe y lo encontró probándose una camisa con un corte extraño, una Boyfriend's Shirt en toda regla. Pudo notar la forma vanidosa con la que Iván se veía mientras se la desabotonaba, claro que ignoraba que Iván se estaba mirando al espejo imaginando las poses que haría si él tuviera que modelar esa camisa para algún artículo de moda de alguna revista mexicana como había hecho antes.

No echaba de menos aquella época, pero por todas esas portadas y fotografías había perdido el poco pudor con el que había llegado a México. No negaba tampoco que prefería estar pensando en cosas así de superficiales que estar al frente de una organización. Ese momento le hizo recordar que todavía gozaba de una juventud aceptable que le permitía no ser tan severo con él mismo.

—Ah, Bryan —sintiendo aquella mirada extrañada por ver ese derroche de vanidad, no solo en su persona, sino en su alrededor. Había un montón de cosas que desencajaban en esa habitación —, llegaste rápido. Pasa, en un momento estoy contigo —señalando el sofá para que se sentara.

Bryan vio un montón de ropa y de bolsas con nombres de marcas que no conocía; perfumes recién sacados de su caja y varias revistas de moda de todo tipo, parecía todo mundo a parte. No se contuvo a coger una cazadora con estampado de cocodrilo en un azul eléctrico y la revisó, era un tacto completamente diferente al que había sentido nunca en un prenda de vestir.

—Galo Bertin —aseveró Iván —, su ropa es una delicia, es tan ligera pero tiene... la estructura suficiente como para que sea fabulosa —acercándose a él, de nuevo con su camisa dentro del pantalón, mangas vueltas y el chaleco sin abotonar, un conjunto que le hacia sentir ordinario y cómodo pero que a ojos de Bryan seguía siendo imponente.

—Vaya. ¿Fuiste de compras?

—No, bueno, pedí esta cazadora y me enviaron de regalo esa —señalando una cazadora pero con un estampado de jaguar —, pero sí. Desayuné con un amigo y no pude resistirme a pasarme por el Sanborns y mi calle favorita de boutiques. Me hizo recordar cuando era más joven —dijo a modo de burla.

—Vaya —insistió mirando la cazadora —¿por qué te regalaron una?

—Porque es un viejo amigo y colaborador —guardando todo para que la oficina diera de nuevo ese pego profesional que le impedía a Iván volverse loco con el desorden que generalmente era.

—¿Colaborador?

—Solía ser modelo —confesó Iván —, hace años, cuando era fácil mantener la figura y... pues de vez en vez me envía algo y me ha llegado a tiempo porque esta noche tengo un evento y quiero darle la vuelta. No me apetece nada ir de americana —haciendo un gesto de desagrado con la nariz.

—¿Un evento?

—Sí —dijo acomodando la ropa que había ahí —, hoy voy al ballet con un posible inversor —tratando de ocultar su nerviosismo —. Claro que es un amigo pero me ha pedido hablar de cómo puede ayudar a la fundación y al refugio. ¿Has visto algún ballet?

—No, nunca. Prefiero la música que te deja sordo —haciendo reír a Iván.

—Ya —cogiendo las revistas para ponerlas en su escritorio —. Ahora que lo pienso, ¿quisieras venir? Iba a ir mi sobrino pero se ha puesto pachucho, y se ha enfadado horrores, y tengo una entrada.

—¿De verdad?

—Hombre, claro —Que mejor que ver por primera vez un ballet con la Scala de Milán. Te va a encantar. Es esta noche, en el Auditorio Nacional, haré que te traigan la entrada.

La sombra detrás de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora