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—¿Por qué hay una lista de reproducción que se llama Nanas? —preguntó Miguel mientras desayunaba con su padre y su tío.

Christian e Iván siempre le dejaban tocar todo y este último no tenía problemas con que cogiera el iPad para jugar o, como había aprendido de Christian, poner música. Algo que cada día aceptaba más. Aquella pregunta ruborizó a Iván, a ver cómo le explicaba a un chiquillo la intimidad de la relación con su esposo.

Iván se había acostumbrado a desayunar con Juan Luis y su hijo. Siempre había sido así antes de Christian, pero siempre lo había hecho en la casa de estos últimos dos, ahora tenerlos ahí le ofrecía tranquilidad y seguridad de que aquel departamento seguía siendo un hogar que mantenía el fuego vivo. Incluso los recuerdos con Christian y ellos dos eran aún más sagrados porque no pasó tan seguido como hubiesen querido todos.

—Eh... porque... son canciones que a Christian le... gustaba oír antes de dormir —mirando a su amigo. No quiso decir frente a ninguno de los dos que eran canciones que Christian usaba para despertarlo o hacerlo dormir por las noches cuando quedaban los dos juntitos bajo el cobertor.

Miguel miró la primera y la puso: the sky and the dawn and the sun.

—Fo-res-te-lla —leyó Miguel —¿es un grupo o un cantante?

—Un grupo... como Il Divo pero son coreanos —respondió Iván.

—Ay no —dijo Juan Luis —, otro grupo de crossover.

Ambos hombre vieron como Miguel comenzaba a dejarse llevar por la música y la forma en que aquellos chicos cantaban, Christian le había inculcado también ese tipo de música.

—Me gusta. Mi tío Christian tiene buen gusto.

Hubo un silencio, los dos seguían atentos a Miguel quien se quedó petrificado. Juan Luis estuvo a punto de actuar pero Iván se adelantó.

—Tranquilo cariño —le dijo Iván tarándose frente a él para cogerlo en sus brazos. Se había soltado a llorar —, también sigo cometiendo ese error. Calma cariño. Está bien, llora.

Miguel no apartó sus brazos de alrededor del cuello de Iván, seguía llorando mientras Iván hacia lo mismo en silencio. Aquella canción la había escuchado cientos de veces a su oido que casi parecía una promesa de estar juntos eternamente.

—Lo extraño mucho —dijo por fin luego de un rato largo, sorbiendo sus mocos pero aun sin soltar a Iván.

—También yo amor, también yo. Es normal.

—Lo quería mucho... —separándose por fin de él, sintiendo los dedos de Iván recorrer sus mejillas para limpiar sus lágrimas con una sonrisa cálida.

—Y estoy seguro que él te sigue queriendo —acomodando el pelo de Miguel

—¿De verdad? —preguntó emocionado.

—Sí, desde donde esté te sigue queriendo mucho.

—¿No crees que esté en el cielo? —preguntó un poco confundido, haciendo reír a ambos adultos.

—Claro que sí cariño —riendo al mismo tiempo que lloraba.

—Odio hacer esto pero se nos hace tarde, a los dos —puntualizó Juan Luis.

—Es cierto —respondió Iván sorbiendo sus mocos y viendo a Miguel a los ojos —, así que limpia esas lágrimas y sé feliz, que sabes que es lo único que quería Christian para ti. ¿Vale?

—Vale —sintiendo un fuerte beso en su mejilla antes de ver a Iván ponerse de pie y acomodar su ropa antes de tomar un poco más de café.

Iván había aprendido rápido a identificar los sentimientos, el comportamiento de los demás, los patrones con los que se desenvolvían y con el tiempo aprendió a usarlo para generar confianza en aquellos con los que trataba. Gran parte era gracias a Christian, quien le mostró la dulzura y la amabilidad que ahora intentaba replicar con los chicos que atendía en aquella oficina. Como aquella tarde en la que estaba atendiendo a uno de los chicos que tenía viviendo ahí. Casi todos los chicos eran casos particulares; eran uno o dos los que habían escapado de sus casas de forma definitiva por ser mayores de edad, como el chico frente a él.

La sombra detrás de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora