La última brasa ardiendo

30 6 3
                                    

Iván supo demasiado pronto que Christian era su gran complemento porque era él siempre quien le recordaba las cosas importantes. Christian siempre llevó las riendas de todo lo que tratara de la memoria; desde llevar la ropa a la tintorería hasta los cumpleaños y aniversarios. Christian había organizado las fiestas de Miguel y siempre tomaba por sorpresa a Iván por haberlo olvidado, pero siempre lo hacía brillar con el chiquillo.

Aquel despiste de Iván había incrementado aún más con el luto que llevaba desde hace un año, tanto que al ver las notificaciones del iPad se estremeció aquella mañana en la que había despertado por fin en su cama luego de prepararse para dormir la noche anterior. Mayo 25: su aniversario de bodas. Volvió a reaccionar y a caer en el presente cuando escuchó como el café se derramaba en el fuego.

Corrió a apagarlo y a buscar un trapo para limpiar el desastre que había provocado, maldijo bajito al ver que el dulce se quedaría en el vidrio y que doña Carmen batallaría por quitarlo. En secreto Iván podía perderse fácilmente en cualquier pensamiento como el de que no quería que la señora que lo ayudaba en casa lo regañara por hacer ese desastre en la cocina, tanto que se olvidó de esa notificación hasta que una alarma del iPad comenzó a sonar:

Tu lugar es a mi lado/ hasta que lo quiera Dios/ hoy sabrán cuanto te amo/ cuando por fin seamos dos

Iván se detuvo en seco y apretó con fuerza el trapo húmedo y caliente hasta que notó ambas cosas y se tiró a llorar. Era la canción con la que Christian había decidido caminar hacia él, en la ceremonia que su familia había organizado en su casa; con sus dos padres, uno a cada lado de él, con las mejillas sonrojadas de ver a Iván ahí esperando a por él, vestido de charro, orgulloso. Iván recordó que los nervios que causaba sentir la mano del otro sobre la suya jamás habían desaparecido, recordó que los sintió la primera vez antes de ser novios y la sintió aquel día e incluso la última vez antes de despedirse de él definitivamente.

La música de esa alarma comenzó a reconfortarlo, a transportarlo, a llenarlo de ese recuerdo de tener a Juan Luis detrás de él y a Miguel con el cojín con las argollas cuidado por su padre. Miró su mano, se había quitado el anillo porque se lo recordaba todos los días, le quemaba tenerlo puesto, el recuerdo le dolía y al principio lo odio, odio tener esa pieza de metal en su dedo y no a su esposo a su lado. Respiró profundo, cerró los ojos y volvió a sentir su piel erizarse al recordar cuando estuvo por fin frente a él, en cómo se quitó el sombrero y lo vio a los ojos y le sonrió, cogió su mano y ambos perdieron el aliento. No existía nadie más para ambos, no les importaban las miradas del resto de invitados, estaban atentos a sus miradas, a su respiración y todo lo que decía el juez, amigo de la familia, que había accedido a casarlos en la hacienda de los Cavazos con toda la discreción del mundo.

Aquel día tuvo por fin un hogar, sellando el trato con un beso frente a un montón de personas que vitoreaban la unión. De todo eso solo le quedaba el recuerdo; los invitados estaban lejos y no podían compartir su pena y la soledad que estaba sintiendo en ese momento. Apagó la alarma que seguro Christian había programado y miró de nuevo su alrededor, estaba en pijama con un café tibio y la mañana avanzando a pesar de ese momento en el que la vida de Iván se detuvo en un recuerdo. Se puso de pie y cogió una taza para tomar café y volver a su habitación. Seguro que se hubiesen quedado en cama hasta el mediodía, eso habían hecho hace dos años y después se ducharían juntos y saldrían a comer a algún restaurante cerca de ahí, sin importar nada más que ellos dos.

Iván solo quiso hacer una cosa luego de pensarlo un largo rato viendo por la ventana: escuchar música. Recordar la forma en que Christian la metió en sus vidas y olvidar cómo es que la había sacado durante el último año. No se equivocó al seleccionar la lista de reproducción Romántica en aleatorio porque de inmediato salió David Cavazos cantando Burbujas de amor, canción que, como no, lo puso de buen humor porque era la declaración final de lo ridículo que Christian siempre había sido.

La sombra detrás de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora