Otra forma de pelear

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De lo primero de lo que se enamoró Iván al llegar a México fue del café de olla con canela, lo había probado en un paseo por Coyoacán con Juan Luis, una tarde a comienzos de noviembre. Aquel sabor exótico lo enamoró tanto que Christian aprendió a prepararlo. En cuanto se casó con Christian, cada mañana la casa se llenaba con ese característico aroma del piloncillo y la canela, a veces desde la olla en que Christian lo preparaba o desde la taza del peltre azul que Iván había comprado en un mercadillo de Coyoacán durante su segundo año de vivir en México, que ponía frente a su nariz hasta que despertara.

-¿Christian? -dijo abruptamente al sentir el olor tan cerca de él. De nuevo era de mañana pero era mucho más tarde, era sábado a media mañana.

-No -respondió Juan Luis con la taza frente a él -. ¿Siempre despiertas así?

-Lo haría si durmiese -respondió Iván mirando que todos los papeles en los que había dormido estaban arrugados.

-No me digas que así has estado viviendo todo este tiempo.

-Sí. ¿Dónde está Miguel? -restregando sus manos contra sus ojos.

-Fue a casa de un amigo -dándole una taza de café.

Iván se puso de pie para saludar a su amigo, sabía por qué estaba ahí pero prefería no decir nada. No quería admitir en voz alta que lo necesitaba.

-Asumo que el cambio de cultura no le chocó mucho.

-Claro que no, volvimos a tiempo antes de que me odiara por hacerlo vivir en un país con tacos hechos de tostada.

Ambos se rieron, pero el móvil de Iván llamó la atención a Juan Luis.

-Una fiesta -dijo viendo el mensaje que le había llegado.

-Sí -respondió restregando su rostro con la mano -, me han invitado y voy a ir, ya tengo el billete de ida.

-¿Y tienes el ánimo para una fiesta?

-Claro que no -respondió poniéndose de pie -, pero creo que lo necesito porque... en los últimos meses he sido el centro de atención y no lo soporto, quiero ir a un sitio donde pasen total de mi.

-¿Quieres que te acompañe?

-No, estaré bien amigo mío. Necesito salir de esta por mi mismo -tomando un poco de café mientras buscaba un atuendo para viajar. Solían ir solo con un bolso de mano, tenían otra casa cerca de la sus padres así que se preocupaba poco por el equipaje -. Además tengo que pasarme por casa de mis suegros donde estoy seguro que los primos no dejarán de preguntarme si estoy bien.

-¿Tanto te molesta que se preocupen por ti?

Iván se detuvo en seco. Claro que sí, no quería la compasión ni la empatía de nadie, solo quería el amor de Christian, lo demás no le interesaba y había estado acostumbrado a que nadie le prestara atención.

-Christian era la única persona en la que giraba mi vida que no quiero compartirlo ni hablar de él con nadie. Además... -deteniéndose un paso antes de entrar en el cuarto de baño -, no conozco otra forma de vida que no sea ser un huraño.



Tal vez aquel roce de su mano fue lo más íntimo de toda la noche, incluso más que el acto sexual previo a estar en el suelo, a las tres de la mañana en el departamento de Christian; Iván pegado a los pies de la cama abrazando sus piernas y Christian frente a él sentado a lo indio, ambos usando calzoncillos únicamente. La única luz era la que daba la lámpara de la mesita de noche cercana a la cama de Christian. Iván no tenía vergüenza estando ligero de ropas, pero pensar en que tenía que desnudarse hablando de su pasado era algo que lo ponía realmente mal y más ahora con que su novio quería presentarle a sus padres.

La sombra detrás de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora