•23•

26 7 1
                                    

Juan Luis, no había dejado de trabajar en su agencia de modelos. Estaba tan orgulloso de haberse aventurado tan joven en ese mundo que ahora era fructífera podía darse el lujo de no estar presente todos los días y no ser el que atendiera todas las llamadas que estaban en busca de modelos, tanto que aquella mañana de principios de julio se sorprendió con una llamada de un número desconocido, e internacional, la cual rechazó. Conocía el prefijo y decidió ignorarlo.

Pero como todo, las cosas no desaparecían como arte de magia. Una semana y media después, cuando Miguel ya estaba de vacaciones y con ganas de conocer la oficina de su padre, se toparon con una estampa un tanto parecida: un hombre, con todas las pintas de turista extranjero, y su hijo, tal vez menor que Miguel, con pelo largo castaño ondulado. Estaban un tanto perdidos que al verlo mejor, Juan Luis sintió un pequeño escalofrío, así que intentó andar más a prisa pero fue en vano.

—Perdone —dijo aquel hombre detrás de ellos, con el pelo quebrado, con una sonrisa grande —. Estoy buscando las oficinas de la agencia de modelos... —revisando el trozo de papel donde lo tenía anotado —: More Inspiration...

Juan Luis lo miró y señaló las puertas por las que iban a entrar, no sin antes detener con un apretón de mano a Miguel que estuvo a punto de decir nada.

—Tercer piso.

—Ah, gracias.

—Adelante, por favor —dijo Juan Luis ofreciéndole entrar primero, guiándolo al ascensor y entrando primeros.

—Hola —dijo Miguel al niño delante de él —, yo me llamo Miguel, ¿tú?

—Tristán —con un tono tímido.

Llevaba bermudas azules a juego con un polo blanco. Su pelo seco se veía mucho más esponjado de lo normal y tenía una mirada tan llamativa como había visto antes pero en ese momento no recordaba a quién se la había visto.

—¿Eres español?

—Sí —con un tono agudo que no pensaba que tenían los niños de su edad, un agudo dulce. 

—Que guay, yo tengo un tío que también es español... —en su mejor imitación que tenía de Iván.

Juan Luis se tensó al escucharlo pero solo se limitó a sonreír.

—¿De verdad?

—Sí... y es... mi tío favorito...

—Es aquí —señalando las puertas que se abrían a modo de cambiar la conversación —, pasen por favor. ¿Buscaban a alguien en especial?

Viendo a Joan. Logró ver algunos detalles de una vieja foto que Iván le había mostrado, lo hizo discreto: ese hoyuelo en la mejilla derecha, ese lunar pequeño por arriba de la ceja izquierda, sin embargo no había rastro de aquella juventud inmortalizada en la foto.

—Sí —dijo Joan sacando un papel —, a Juan Luis Montes.

—Es él —dijo Miguel —, es mi papá.

—Ah, que bien —cambiando su ánimo, como si fuera la respuesta a todo —. Lamento llegar así de repente pero he intentado hacer una cita pero llamé mil veces y... nada.

—Sí, puede ser que no haya actualizado el número. Pero.. dame un momento... —entrecerrando sus ojos.

—Joan, Álvarez.

—Joan, dame un momento y ahora estoy contigo. Miguel, ¿por qué no llevas a Tristán a la sala?

—¡Sí! Te va a gustar —dijo entusiasmado —, ¿te gusta dibujar? Tengo muchos colores... —guiándolo a otra habitación.

La sombra detrás de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora