Francesca dio dos vueltas a la llave en la cerradura. Giró el picaporte. No había nadie, justo como se lo esperaba.
Había sido el fin de su jornada. Las cuatro horas tocando le habían devuelto unas sonrisas y quince libras en peniques. En realidad, llegó a casa con los restos de un sándwich y cinco libras con cincuenta. Los de la cafetería la querían mucho porque siempre pagaba con cambio.
Subió a su habitación como pudo. Estaba muy, muy cansada. Iba de escalón en escalón preguntándose si era una buena idea dormir una siesta. Si sus padres la encontraban durmiendo no les iba a gustar, y la idea en estas vacaciones era hacerse sentir lo menos posible.
Cruzó la puerta de su habitación y guardó la guitarra bajo la cama. Mamá y papá nunca supieron que semejante instrumento estaba en manos de Francesca. Era más fácil esconderla que explicar por qué la tenía.
Sin pensarlo, se derrumbó en su cama, víctima del cansancio. "Unos minutos" pensó. "Sólo unos minutos".
La paz del hogar se vio interrumpida por el teléfono de la mesa de luz. El teléfono en su habitación era un privilegio que se había ganado por aprobar el año pasado. Sus padres hacían esos tratos con ella al empezar el año escolar. Era curioso, puesto que ellos consideraban al estudio como obligación, por lo tanto, el hecho de que premien a su hija por estudiar no tenía mucho sentido. Frances no se quejaba en absoluto. Sus padres tenían ese tipo de contradicciones de vez en cuando.
Era un poco extraño que sonase a las doce y media de la mañana. No recibía llamadas en esa hora. No cuestionó eso en ese momento: sólo se dedicó a levantar el tubo y contestar "hola" con un dejo de curiosidad.
- Necesito que me acompañes a conseguir un conejo de indias, mañana a la mañana., ¿qué dices?
No lo parecía, pero Chase era un chico bastante difícil de comprender. En realidad era sencillo, pero a Frances le solía dar la idea de que nunca iba a conocerlo del todo. Siempre era pacífico, pero a veces se ponía ansioso, como en ese instante, que ni siquiera contestó a su saludo. Solía a veces ser bastante inocente, haciéndote recordar a un niño de cinco años al cual todo lo sorprende, y otras veces tomaba la posición de un chico maduro y protector, como si fuese un padre. Francesca no le prestaba atención a esas cosas. Todo podía ser perdonado en Chase, que era tan noble que no había forma de enojarse con él.
- Chasey, estoy ocupada todas las mañanas. Lunes a viernes. ¿Recuerdas?
Ella intentó explicárselo más de mil veces. Y él simplemente no entendía por qué su amiga se sentía motivada a hacer ese tipo de cosas. No le gustaba que estuviera llamando la atención de extraños.
- Ah, cierto. Sigo sin entender porqué te parece tan maravilloso pedir monedas con canciones.
Ella resopló una risita. Siempre la mismo, siempre en la misma ocasión, cuando rechazaba cualquier cosa que tomara lugar entre las ocho y las doce. Chase no podía comprenderlo. ¿Por qué su mejor amiga tiene que ser tan rebelde? ¿No puede quedarse quieta, sin hacer nada malo?
- ¡Corazón, no se trata de las monedas! De hecho no me interesan. Dime, ¿acaso nunca sentiste que necesitabas ser escuchado?
- Yo te escucho –respondió fingiendo ofensa-. Sabes que me encanta cómo tocas la guitarra.
- Lo sé, Chasey, y te lo aprecio mucho, sabes que sí. Pero el único que sabía de eso eras tú. Y a veces Nick. El resto del mundo suele ignorarme, en la escuela, en la calle... en casa sobre todo. Necesito alguien más que me note. Una sola persona aunque sea. Alguien que no tenga prejuicios anteriores sobre mí y pueda distinguir si realmente soy buena o no desde un punto de vista... Neutral.
- Ajá, pero, ¿y tus padres? No creo que les guste mucho tu conducta.
- ¡Por eso no lo pueden saber, Chase! Ni lo sospecharán. Sólo se preocupan por mí en las notas de la escuela y en que no haga "cosas estúpidas". La música y la literatura no son cosas estúpidas, aunque ellos lo crean. En el resto no les importo. Además, es una aventura. Algo distinto... Velo como un cambio de aire. No puedo permitirles a mis padres que me manejen como quieren.
Chase simplemente suspiró, convencido de que su amiga no iba a dar el brazo a torcer. No pensaba gastar ninguna de sus fuerzas para eso.
- Sabes que tarde o temprano se enterarán, ¿verdad?
- ...Mientras más tarde, mejor.
- ¿Sabías también que estás completamente loca?
- Lo supe siempre, Chasey. Creéme.
ESTÁS LEYENDO
La Reina de los Acordes
Teen FictionLos padres de Francesca deseaban que ella fuese reconocida, si, pero no de la forma que ella ahnelaba. Es decir, querían una hija médica, o contadora, alguien destacable que contribuía a la sociedad londinense, pero, ¿música? No, no, no. Su preciosa...