14.

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Pasaban los días.

Francesca tenía un amor por la música cada vez más grande, a punto tal de que pasar un día entero sin cantar o sin tocar la guitarra le producía angustia. 

Los padres de Frances continuaban en lo mismo. Trabajo, comer, dormir, quejarse del trabajo. Su hija se prometía cada vez más que bajo ninguna circunstancia iba a ser como ellos. Y si tenía hijos, pensaba ser más permisiva que lo que eran sus padres.

Martin y Adam intentaron que Harry los acompañe a un par de fiestas. Pensaban que, luego de lo que pasó en la casa de Adam, su amigo iba a querer repetirlo. Al parecer, los mareos no resultaban agradables para Harry.

Chase se había ido a visitar a sus abuelos. Los abuelos Hopper vivían en una estancia, a unos cuantos kilómetros lejos de Londres. Él decía que era un lindo lugar para relajarse y desconectarse de todo. De todo menos del teléfono de línea: le prometió a Frances llamarla todos los días a las ocho puntual. Así, al menos, no se extrañaban tanto. Y, conociendo a Chase, él llamaría todos los días a las ocho puntual.

Nick, viendo que el "amigo protector" se ausentó por unos días, se puso un poco más paternal con Francesca. Iba a buscarla todos los días. Y si ya eran unidos, ahora más que nunca. Además de que ella le estaba enseñando a tocar la guitarra, porque él se mostraba muy curioso. Betty lo había dejado fascinado.

Desireé resultó ser una chica tranquila, pero con carácter. No salía mucho, sobretodo porque se solía perder por la gran ciudad. Estaba más acostumbrada a su simple pueblo escocés. Y su casa era preciosa.

Harry se llevaba cada vez mejor con su nueva cámara. Y con Frances también. Pasaba a visitarla todos los días, y se quedaba un buen tiempo hablando. Ya no era tan tímido con ella. Es más: le tenía mucha confianza. Quizás demasiada para tan poco tiempo.

Por supuesto que Frances no pensaba decírselo a nadie, pero lo esperaba todos los días. Era como que si Harry significaba otra necesidad, además de la musical. Era tan desconocido y a la vez tan familiar. Una persona muy extraña para ella.

Habían sido unas dos semanas muy locas. Pero esa mañana se había presentado muy tranquila. Ella estaba en el mismo lugar de siempre. Un poco fresca para ser verano, nublada y, según los pronósticos, con posible lluvia. Se sentía inspirada: lograba sacar hermosas melodías de las cuerdas de su amada guitarra. Iba repasándolas cada tanto, tarareándolas y tocándolas una y otra vez, esperando no olvidarse ninguna. En la tarde iba a intentar escribir letra, y así iniciarse como compositora. Aunque las palabras no eran su fuerte, pero bien podía hacer un intento.

Un carraspeo fue el encargado de sacarla de sus pensamientos.

Francesca levantó la vista. Harry, parado enfrente suyo, arqueó una ceja en cuanto sus miradas se encontraron.

- ¿Con que estas son horas de llegar, eh? –ella usó su mejor voz de reproche en tono de broma. Él normalmente venía a verla a las ocho.

- No es tan tarde. Son las diez. –intentó justificarse.

- Y media. –corrigió, enfatizando el "y". Harry reprimió una risita.- No me parece para nada gracioso...

- Pues debería.

Dicho esto, se sentó a su lado, al tiempo que lanzaba un suspiro. Luego, se dejó caer suavemente hacia atrás, hasta que sus codos se ubicaron dos escalones más arriba. Luego, comentó:

- Estoy cansado.

- ¿Cansado? ¡Si son las diez!

- Lo sé, pero estuve haciéndole favores a mi madre. ¿Crees que vengo tarde porque quise? Además, vengo apenas unos minutos...

La Reina de los AcordesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora