6.

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Se llamaba Francesca.

Harry prácticamente flotaba en el aire. Las cosas cambiaban. Lo había hecho. Iba a ser un buen fin de semana. Francesca, Francesca, Francesca. Su nombre le resonaba en la cabeza una y otra vez como una melodía.

Él no iba a negar que, en el fondo, se sintiese bastante estúpido por todas estas cursilerías. No eran propias de él. Las odiaba. Odiaba todas esas parejas melosas que se decían cositas y se dedicaban canciones de amor. Más de una vez se había repetido a sí mismo que no iba a ser así. Y estaba seguro de eso, al menos, hasta que comenzó a escuchar a Francesca.

Francesca. De cerca era mucho más bonita. Y ya de por sí pensaba que era hermosa. No estaba enamorado, o al menos eso quería pensar. Lo del amor a primera vista le parecía ridículo. Sólo conocía su voz, su cara y ahora, su nombre.

Su mamá fue quién lo recibió cuando abrió la puerta de casa, secándose las manos con un trapo de cocina.

- ¿Cómo te fue en la biblioteca? –saludó. Harry no había pisado la biblioteca en semanas. Era más fácil mentirle. "Voy a la biblioteca" no era lo mismo que "Iré a ver a una chica que toca la guitarra en la calle con la cual tengo una obsesión extraña".

- Ah, bien. –dijo, lo más natural posible. Él adoraba leer, y era un alumno aplicado, por lo cual la coartada podía ser bastante creíble.

Su mamá lo miró un poco preocupada.

- Harry, cariño, son vacaciones... creo que deberías descansar de los estudios un poco, ya sabes, divertirte...

- Me estoy divirtiendo. De verdad. –Intentó convencerla, mientras en su mente se debatía si era buena idea usar otra excusa distinta. Decidió que no: hacer dos cosas distintas a la misma hora podía levantar sospechas.

Se fue hacia su cuarto, mientras escuchaba a su mamá decirle que almorzaban en media hora. Media hora era justo el tiempo que quería tomarse en su cuarto.

Ni bien llegó se derrumbó en la cama. No se percató de la presencia de su gato, Dusty, que había llegado a la habitación con él y ronroneaba demandando cariños. Harry no le prestó atención. Volvía a tener la cabeza en las nubes: pensaba en ella. La cantidad de tiempo que consumía pensando en ella lo comenzaba a abrumar un poco. Esto no era normal.

Su celular interrumpió todos sus pensamientos. Atendió automáticamente, sin mirar. 

- ¿Hola?

- ¿Harry?

Él sonrió. Hacía dos semanas que no escuchaba esa voz, desde que se había ido de vacaciones.

- ¿Adam?

- Sí, creo que ese soy yo. ¡Tanto tiempo sin hablarte!

- Sí, es verdad... ¿Qué tal estuvo?

Adam y su familia se habían tomado dos semanas para visitar unos viejos amigos de sus padres en Irlanda. Iban bastante seguido, sobretodo los veranos. Él tenía varias amistades allá.

- Eh, bien, como siempre. Aún así ya quería volver. ¿Qué fue de ti en estas semanas?

- ...La chica de la guitarra. Se llama Francesca. 

Harry no entendió por qué eso salió tan repentinamente de su boca. Empezaba a sonar incluso más desesperado de lo que en realidad estaba.

- ¿Todavía con esa chica? No pensé que ibas a durar tanto... Por cierto, ¿tienes planes esta noche?

- Eh, no... -Harry se la veía venir. Ya en su cabeza estaba escuchando la idea que Adam iba a darle para esta noche: no se sentía con ganas de ir a una fiesta en otra ciudad o de ir a la casa de algún desconocido. Cruzó los dedos.

- Qué bien, porque estoy organizando una fiesta en casa esta noche, y, bueno, ya sabes...

- Ah, si... -La propuesta era un poco más tranquila que lo que se esperaba. Adam y Martin eran fiesteros: mientras más ruido y más gente, mejor. Los planes de Harry para la noche del viernes eran ver películas y comer alguna que otra porquería que encontrase en la alacena. Ellos sabían de su predilección por las noches más calmadas, pero siempre intentaban incluirlo en sus salidas. Él aceptaba más por compromiso que por gusto. – No lo sé...

- Está bien, te dejaré tiempo para que lo pienses, ¿si? Mándame un mensaje. 

- Ok, lo haré.

Harry casi cuelga, pero antes lo escuchó decir una frase más.

- ¡...No me hagas ir a buscarte!

Recién ahí, colgó. Exhaló. Era algo medianamente tranquilo, después de todo. Casa conocida, gente conocida en gran parte, y cerca, ya que vivían a dos manzanas. No se sentía con ganas de salir, pero hacía tiempo que no lo hacía. De hecho no recordaba haber ido a alguna fiesta desde que empezaron las vacaciones. Su mamá no iba a decir que no: le había dicho que debía divertirse. Y, bueno, así se divertía la mayoría de los chicos de su edad.

Y además, necesitaba un respiro. Se podría olvidar de Francesca por una noche, concentrarse en otras cosas. No sonaba lindo concentrarse en ver chicas y tomar alcohol, pero por lo menos podría dedicarse a ver cómo todos se descontrolaban un rato. Quizás, hasta reírse un poco.

Escribió el mensaje tan rápido y corto como pudo, cuestión de no arrepentirse. Sólo puso dos palabras: "Allí estaré."

La Reina de los AcordesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora