18.

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En las tres horas que estuvo sola en su casa, se dedicó a almorzar, esconder a Betty, cantar por toda la casa y acostarse boca arriba a mirar el techo de su habitación y escuchar la lluvia que había empezado en la mañana. Ni bien escuchó entrar a su madre, bajó a toda prisa.

 - Mamá, vamos a darle la bienvenida a Chase esta noche en casa de Nick, me dejas ir, ¿cierto?

Frances no era ninguna tonta. Preguntarle a su mamá por permiso para algo cuando recién volvía del trabajo (estando "muy, muy cansada") significaba que no lo pensaría mucho. Además, usar "Chase" en la oración funcionaba como una especie de palabra mágica. Sus padres adoraban a Chase, y Frances estaba casi segura que era como su hijo soñado.

La respuesta fue la esperada.

 - Sí, sí, claro. ¿Vendrás temprano?

 - Me tendrás aquí antes de la medianoche.

Su mamá puso cara de desaprobación. Francesca se apresuró a cambiar el horario.

 - Las once, ¿qué te parece? A las once estás despierta aún. Vas a verme llegar. ¿De acuerdo?

 - Bueno, bueno, está bien. Mira, quiero dormir un poco, ¿si?

La señora giró el picaporte de la puerta a su habitación, pero se dio media vuelta antes de entrar. Frances, que estaba a punto de volver a lo suyo, contuvo la respiración. Temía que ella cambiase de opinión, quién sabe por qué. A veces era bastante contradictoria.

 - Hazme un favor y barre la cocina.

Y en un segundo, la puerta se cerró. Francesca volvió a respirar: barrer la cocina. Era sencillo.


Seguía lloviendo. Lo podía escuchar. Y además lo podía ver desde la ventana. Tratándose de las cuatro de la tarde, todo estaba muy tranquilo. La ventana era la única fuente de luz en la habitación de Harry. Él, acostado, tapado hasta las orejas. Esperaba dormir, pero no había podido. Ya había dormido bastante en la mañana.

Dusty se acurrucó con él, ronroneando insistentemente. El felino no se separó de su dueño, a quien había notado triste desde que ingresó a su habitación y se acostó sin siquiera rascarle una oreja, como siempre lo hacía al llegar. Harry apreciaba mucho que su gato estuviera con él. Muchas veces, estar con Dusty lo hacía sentir mejor, aunque en estos días no funcionaba del todo.

Su celular vibró. Él leyó el mensaje sin muchas ganas. Era de Martin.

"No hagas planes para esta noche. Pasaremos a buscarte a las nueve."

Harry ni siquiera pensó su contestación: "No. No pienso abrirles".

La respuesta de Martin se tomó apenas un minuto en llegar al celular de Harry. "Espero que no nos tapes las ventanas porque si no abres entraremos por ahí. ¿Mencioné que hay una invitada especial a la cual pienso obligarte a que veas?"

El corazón de Harry se aceleró. Ella. Francesca. Hacía días que no la veía.

Luego recordó que estaba enojado con Frances. Y con Martin. Y con el noviecito de Frances. Pero ya era tarde. Martin iba a negarse a aceptar la derrota. Nada iba a impedir que toque el timbre de su casa a las nueve.

Decir no iba a ser inútil. Así que contestó algo ofuscado.

"Ok, ¿me quieres llevar? Llévame. Pero no me tendrás de buen humor. Estás avisado."

Su celular vibró por última vez: "Uy, que malote".

La Reina de los AcordesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora