- Repíteme por qué me trajiste aquí.
Martin ya sabía la respuesta. Si Harry le había dicho de encontrarse a las once en la cafetería de la plaza, más que seguro que era para conocer a la chica de la guitarra. Él no se sentía muy deseoso de escuchar a una chica cantar, en realidad no le importaba en absoluto. Que cantaba lindo, si, posiblemente. Nada más. No se detuvo mucho a mirarla antes de entrar en la cafetería y encontrarse con su amigo. La única razón por la que Martin no estaba durmiendo en ese preciso momento era porque Harry se lo había pedido. Y él haría cualquier cosa por ver contento a Harry.
- ¿La escuchaste? –El chico de rulos preguntó risueño, esperando que la reacción de su amigo fuese efusiva.
- Si, canta bonito. –Martin estaba desanimado. No, dormido. Estaba muy dormido. Él solía dormir hasta las tres, como hacía en todas las vacaciones. No se sentía con ánimos de nada, al menos en esta hora.
Harry se desilusionó un poco. Esperaba no ser el único hechizado por la chica. Todo apuntaba a que sí. Suspiró y volvió a contemplarla por la ventana. Estaba cantando una de los Guns n Roses. No le gustaba tanto esa canción cuando la escuchaba en la radio, pero cantada por ella, la adoraba. Martin tomó asiento muy preocupado: su compañero no tenía remedio.
- Te encanta esa chica: por mi salud mental, ¿podrías ir a hablarle de una buena vez?
- ¡No! –Se apresuró a contestar desesperado-. No puedo hacerlo. Sabes que no soy bueno hablando. Además, ¿qué le diría? ¿"Hola, estoy obsesionado contigo"?
- ...No suena mal para empezar.
Harry le pegó en la cabeza, jugando. El comentario le dio gracia, después de todo.
- Ya, en serio, no sé qué decirle. Nadie va y habla con extraños así de la nada. No es normal.
- Bah, ¿normal? Por favor. Nunca fuiste normal. ¿Te acercaste a ella en algún momento, aunque sea?
- En realidad sí...
- ...No cuenta pasarle por al lado para entrar aquí.
- ...Entonces no.
- ¿Ni a dejarle monedas? ¿Tres semanas stalkeándola y ni le dejas diez peniques?
- Bueno, perdón, capitán moral, discúlpame por no poder pensar claramente.
- Oh, por favor, no es tan difícil.
Martin tomó un par de monedas sin mirar, se paró y se encaminó hacia la puerta.
- ¿A dónde vas ahora? –Harry no entendía nada de lo que su amigo hacía.
- A mostrarte cómo se hace.
Y lo último que Martin escuchó de él antes de salir fue "A mí no me metas".
Era un día un poco duro para Frances. La gente no le estaba prestando mucha atención. Lloviznaba. Las propinas no eran buenas. Y para peor, se le estaba acabando el repertorio. Quería cantar algo distinto: sentía que estaba tocando lo mismo en el mismo orden todos los días, y eso no le estaba gustando para nada.
Estaba pensando en todo eso cuando repentinamente escuchó el tintinear de monedas en su sombrero. Se dio media vuelta y vio un chico de pelo castaño y piel bronceada entrando en la cafetería. De la nada, una idea cruzó su mente como un rayo.
- ¡Ey, tú!
Martin, que estaba a un pie derecho de entrar de nuevo para volver con Harry, se volteó.
- ¿Yo?
- Sí, tú. –La chica de la guitarra tenía una gran sonrisa en el rostro.- ¿Fuiste tú el que puso las monedas?
- Eh, bueno, si, pero...
- No, no, no, no te apenes. Gracias. ¿Quieres algo en especial?
- Yo, eh, ¿qué? –se estaba empezando a sentir un poco confundido. No recordaba algún guitarrista callejero que se pusiera a hablar con la gente que le deja propinas. Hubiese sido mejor si ella lo hubiese ignorado: Harry se debía estar riendo de esa situación.
- Me dejaste monedas. Vamos, debe haber una canción que te guste mucho. ¿Te gustaría que la cante?
- Bueno... -se acercó unos pasos, y susurró, como para que Harry no pudiera oírle:- Tengo un amigo al que le encanta Snow Patrol, ¿podrías tocar una de sus canciones? Para él.
- De acuerdo. Una canción para tu amigo.
Enseguida, ella dio media vuelta y se concentró en su guitarra otra vez.
Louis entró a la cafeteria escuchando a la chica cantar. "We'll do it all, everything, on our own..."
Era cierto, tenía muy buen manejo de la guitarra, y una voz preciosa para complementarlo. Se sentó triunfante en la mesa. Harry lo miraba extrañado.
- No es tan fácil, ¿verdad? –preguntó, apartando su vista de la ventana.
- Me confundió al principio, nada más. Parece una chica amable. En serio, creo que exageras.
Harry resopló, demostrando que su comentario no le gustaba.
- No lo entenderías.
Martin puso los ojos en blanco. Realmente parecía que Harry inventaba sus propias trabas.
- Como quieras. Aunque es cierto, es muy buena con la guitarra. ¿Te gusta la canción que le pedí? Es para ti.
- ¡Te dije que no me metieras!
- Técnicamente, no lo hice –dijo luego de una pequeña risa.- Le dije que era una canción para un amigo mío. Ni que supiera que somos amigos o algo así.
Ambos se mantuvieron callados. Ninguno de los dos supo qué más añadir. La voz de Francesca llenaba el silencio. "Let's waste time, chasing cars, around our heads...."
Y Harry volvió a la ventana. A escucharla. Cantando su canción.
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La Reina de los Acordes
Teen FictionLos padres de Francesca deseaban que ella fuese reconocida, si, pero no de la forma que ella ahnelaba. Es decir, querían una hija médica, o contadora, alguien destacable que contribuía a la sociedad londinense, pero, ¿música? No, no, no. Su preciosa...