Un sol radiante acompañaba al buen humor de la gente en el aire. Era viernes, el último de los días laborales. Francesca lo notó mientras punteaba unas notas al azar. Los viernes solían alegrarla mientras estaba en la escuela: significaba un pequeño respiro, un par de días sin preocuparse por la rutina. En vacaciones normalmente le daba lo mismo. Ahora, el hecho de que era viernes la entristecía un poco. Pasaban los días, pasaban los conciertos en la puerta de la cafetería y Frances se enamoraba de la música cada vez más. Tocar la guitarra se estaba volviendo algo necesario para sobrevivir. Las horas tocando se habían extendido, desde las ocho hasta las dos y media, media hora antes de que su mamá regresara a casa a comer y descansar. Estaba un poco triste por ser viernes, pero el ánimo general la hacía sentir mejor. La alegría era compartida en la plaza, y la cantidad de gente que sonreía al escuchar su música iba en aumento. Ella no podía evitar sonreír.
Harry sonreía por verla a ella desbordando tanta felicidad.
Se había levantado raro. Bastante raro. Con la sensación de querer que las cosas cambien. Todas las mañanas lo mismo, verla y volver, verla y volver, verla y...
...La estaba viendo. Cuando se fuera, quedaba volver. Harry no se sentía con ganas de volver a casa esperando verla otra vez y animarse algún día a hablarle. Es más: se le avecinaba un fin de semana sin conciertos. No iba a torturarse con los mismos pensamientos dos días más. Quería que las cosas cambiaran, y es más, él mismo las iba a hacer cambiar.
Entre los dos bolsillos de sus jeans juntó dos libras. En un impulso las tomó y se paró, sin ser muy consciente de lo que estaba haciendo, pero tampoco predispuesto a mirar atrás.
En la cabeza sólo tenía un pensamiento: las cosas, por fin, estaban cambiando.
Frances escuchó unas monedas cayendo en su sombrero. Levantó la vista de Betty, quien estaba a media vuelta de ser afinada. Frente a ella estaba parado un chico de jeans y camisa arremangada que la miraba de forma curiosa. Ella le sonrió y le dio a Betty la media vuelta faltante
- ...Conoces las reglas, ¿verdad? –preguntó sin perder la sonrisa. El que daba monedas podía pedir una canción.
- ¿Debo pedirte la canción? –preguntó, sereno, con cierto dejo de nerviosismo.
- Si quieres, claro. No debes sentirte obligado a nada.
Notó que el chico no tenía una canción en la mente. No quería que se sintiera incómodo. Intentó ayudarle.
- Veamos... A ver si puedo adivinar una canción que te guste.
Lo observó. A simple vista daba el aspecto de un chico muy tranquilo. Alto, dando la idea de casi torpe. Rulos despeinados, un poco descuidados, pero posiblemente por lo ventosa que estaba la mañana. Ojos grandes, color verde agua, pacíficos y de un brillo muy particular.
Se veía bastante contrastante con Frances. Ella era ruidosa, aventurera, inquieta. Sin embargo, él le hizo acordar mucho a ella misma. En el fondo, era tranquila también.
El chico tenía algo, no sabía bien qué, pero lo tenía y ella estaba segura de eso. Debía de ser alguien muy especial, alguien a quien no se le podía ofrecer cualquier canción.
La canción vino a ella casi instantáneamente.
- Creo que ambos tenemos un gusto parecido. ¿Te gusta The Killers?
Harry no pudo evitar sonreír. Había acertado.
- Me encantan.
- Entonces, espero te guste.
Volvió a su guitarra. Él reconoció la canción enseguida. "...But she's touching his chest now, he takes off her dress now, let me go..."
No era cualquier canción. Era Mr. Brightside. Él había olvidado esa canción. No recordaba lo especial que era para él hasta que ella comenzó a cantarla. "...and I just can't look, it's killing me, and taking control..."
Ella no podía dejar de sorprenderlo. Cantaba hermoso, sacaba notas preciosas de su guitarra, adivinaba sus canciones favoritas. Harry sentía que el corazón se le saldría de pecho en cualquier instante. "...but it's just the price I pay, destiny is calling me, open up my eager eyes, I'm Mr. Brightside."
Ella se perdía en la canción, en cada palabra, en cada acorde. A Harry le dio la idea que ella adoraba Mr. Brightside tanto como él. Su concentración duró hasta la última nota, que dejó sonar en el aire. Él tenía una sonrisa de oreja a oreja. Y ella le sonrió.
- ¿Y, te gustó?
- Me encantó. Gracias.
Harry se dio media vuelta, dispuesto a irse. Comenzó a dar los primeros pasos, pero no se pudo alejar mucho.
- ...Espera.
Volvió a verla. Estaba ahí, con su guitarra descansando en el regazo, mirándolo curiosa.
- No sé tu nombre. –le dijo, inocente.
- Harry.
- Francesca.
Harry volvió a sonreír. Ella también. Y él se alejó con una alegría que, estaba seguro, no se iba a ir tan pronto.
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La Reina de los Acordes
Подростковая литератураLos padres de Francesca deseaban que ella fuese reconocida, si, pero no de la forma que ella ahnelaba. Es decir, querían una hija médica, o contadora, alguien destacable que contribuía a la sociedad londinense, pero, ¿música? No, no, no. Su preciosa...