Nick dobló la esquina y la encontró en el mismo lugar de siempre. Cada tanto iba a buscarla. En realidad la acompañaba a su casa, aprovechando el hecho de que ambos vivían relativamente cerca. Seis calles no eran mucho para él.
Frances corrió a abrazarlo en cuanto lo vio, con la guitarra colgada sobre el hombro y un tintinear de monedas acompasando sus pasos. Ella era así de efusiva siempre. Nick no hizo más que corresponder.
Y ahí se encaminaron juntos, a sus respectivos hogares, caminando distraídos por sus propias bromas. Ella iba saltando y desbordando felicidad. Se conocían muy bien: lo compartían todo desde los diez años, cuando Nick se mudó a Londres. Él incluso se atrevía a decir que la comprendía un poco más que el resto. Pero sólo un poco.
- ¿Qué tal el día? –preguntó curioso. A diferencia de Chase, a Nick le daba mucha curiosidad lo que Francesca hacía. Una amiga que es mitad artista callejera: sonaba intrigante para él.
- Oh, bueno, como todos los otros días... -ella contestó sonriendo.- Canté, me dieron dinero, me pidieron canciones...
La actitud de Frances cambió completamente a otra más serena, más tranquila. Nick la vio así pocas veces. Generalmente cuando hablaba de algo que le importaba mucho, o cuando tenía sueño. Difícilmente iba a tener sueño si apenas pasaron la mitad del día.
- Nicholas, hubo un chico... Extraño.
- ¿Qué, planeaba algo? ¿Quisieron robarte? –Nick se asustó un poco. Su amiga no había entrado en el tema de muy buena forma. Ella resopló una risita.
- No, no me refiero a ese tipo de extraño. Parecía un chico muy dulce. –dijo con los ojos un poco brillosos.
Nick frenó en seco, para añadir dramatismo a lo que estaba por decir.
- ¿...Acaso te enamoraste, o qué?
- ¡No, deja de malinterpretarme! -Francesca respondió casi al instante. Después lo dudó. No sabía con exactitud qué le sucedía, pero algo raro le estaba pasando con ese Harry.
- ...Bueno, ¿y qué pasa con ese chico?
- Ah, cierto –volvió en sí-, era bastante tímido. Le canté una canción.
- ¡Cuánto romanticismo! –Nick comenzaba a bromear. Su amiga no mencionaba estas cosas porque sí.- ¡Seguramente fue un flechazo! ¿Cuándo van a salir?
- Para ya, ¿puedes? –ella se tomaba todo con humor: Nick bromeaba con cariño, si es que eso era posible.- Además, recién lo conocí, no sé cómo pretendes que "salga" con él.
- ¿Sabes algo de su vida, aunque sea?
- Sé que se llama Harry.
- Bueno... Es un buen comienzo después de todo.
Ella suspiró. Nick estaba convencido de que Francesca estaba enamorada. Francesca, no tanto. Uno no se puede enamorar de alguien sin saber nada del otro. Al menos ella lo creía así.
- Oye, lamento interrumpir tu historia de amor, pero es que antes de que me olvide... Un amigo mío de la infancia va a hacer una fiesta esta noche y...
- Nick, sabes que no me gustan las fiestas...
- Oh, vamos Frances... Nunca sales a ningún lado.
- ...Ni siquiera conozco a tu amigo, Ni –contestó un poco avergonzada.
- ¡No seas idiota! –Nick largó una risotada- ¿Cómo te piensas que las fiestas se llenan de tanta gente? Además, mejor, conoces otras personas.
Para Francesca eso no era mejor. Estar en una fiesta con desconocidos significaba atenerse a la posibilidad de ser juzgado. Tocar en la calle era distinto: si eras buena, te escuchaban, y si no, lo peor que podían hacer era no dejar monedas. Ella sentía que, en una fiesta, las personas estaban atentas a cada detalle, listos a decidir si les caes bien o no incluso antes de decirte hola. Francesca odiaba ser juzgada, y más cuando no la conocían.
- En serio, Nicholas, la verdad es que, no sé, no quiero estar sola y...
- No voy a aceptar excusas. –Nick realmente quería que su amiga fuera. Sabía que iba a pasarla bien. Además una fiesta no iba a hacerle mal. Ella rara vez iba a alguna.- Escucha, yo estaré. Chase también irá. Sabes que Chase no te dejará sola. Es sólo una vez, una noche. Y si te sientes incómoda siempre podremos irnos. No hay problema.
Francesca no iba a hacer eso. Nick era muy sociable y le encantaban las fiestas. No iba a hacer que se vaya por un capricho suyo. Además todos lo notarían si él se va, y la culpa recaería sobre sus hombros.
Estaba entre la espada y la pared. Él no aceptaría un no como respuesta.
- Muy bien, ¿quieres que vaya? Iré. Pero... ¿Debo arreglarme?
- Sólo si tú quieres. -Nick le sonrió.
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La Reina de los Acordes
Novela JuvenilLos padres de Francesca deseaban que ella fuese reconocida, si, pero no de la forma que ella ahnelaba. Es decir, querían una hija médica, o contadora, alguien destacable que contribuía a la sociedad londinense, pero, ¿música? No, no, no. Su preciosa...