Capítulo 1: "La profesora de literatura"

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Nuevamente eran las seis treinta de la mañana, primer día de clases. Al principio sentí que quería ahogarme debajo de la ducha, luego la repentina ansiedad había capturado mis sentidos.

Era el primer último día de instituto . Literalmente.

El año siguiente ya estaría en la universidad de mis sueños, lejos de Ohio, lejos de todos estos bastardos. Sonreí ampliamente y me puse de pie, corrí al baño y me duché.

Mi vida de estudiante oficialmente había comenzado. Ya quería ver a mis amigas, Amelia, April y Jo, con ellas me llevaba de lo mejor. Una de mis grandes amigas también era Penny, básicamente nos habíamos hecho amigas en el primer año de bachillerato y ahora éramos inseparables.

Me miré al espejo con el uniforme ya puesto. ¿Acaso me quedaría así de horrible para siempre?

Llevaba puesta una falda gris, una camisa blanca con el logo del instituto y una corbata. No era mi mejor conjunto pero era obligatorio. Desabroché tres botones de mi camisa y bajé mi corbata.

Me gustaba verme así, a pesar de que todos los años recibía llamados de atención. No lo hacía porque me gustase que los hombres me miraran, ya ni siquiera sabía si me gustaban.

Hace algunos años había salido del closet como bisexual, pero las mujeres siempre me atrajeron mucho más.

Veía a mis amigas llorar por los chicos del salón y lo único que podía pensar era; ¿Cómo es posible llorar por un hombre?
No quiero desvalorizarlos, pero vamos, eran seis chicos en nuestro salón y todos compartían una sola neurona.

Solo he llorado por cinco hombres en mi vida y fue cuando One Direction se separó.

En conclusión, no quiero llamar la atención, solo me gusta el pequeño sentimiento de rebeldía que emanaba este acto.

Al llegar al instituto me encontré con mis amigas, corrí a abrazarlas fuerte mientras hablábamos y gritábamos. Amy comenzó a hablar sobre el chico que había conocido en las vacaciones y en cómo todo había ido de mal en peor.

Sentí pena por ella y estaba por decírselo, pero de repente todos se callaron. Yo estaba de espaldas a la puerta, por lo que tuve que girarme, entonces la vi. Una morena alta, con el pelo negro azabache, había ingresado al salón.

Era la primer hora, por lo que se suponía teníamos Lengua y Literatura; aburrido.
Siempre nos hacían leer los mismos libros de mierda que al final nadie leía, solo buscábamos un pequeño resumen en internet y con eso pasábamos el examen.

De todas formas la profesora que nos había tocado este año parecía seria y estúpidamente sexy. Llevaba unos jeans al cuerpo con unas botas texanas y una camiseta con un escote apenas pronunciado, no dejaba ver lo suficiente, pero si demostraba lo que podría encontrarse cualquier persona allí.

— Buenos días.— se colocó a mitad de camino y esperó a que la saludáramos.

— Buen día.— dijimos al unísono.

Ella caminó hasta su escritorio y dejó sus cosas en silencio. Parecía ser dura y poco amigable. Al principio me asusté, necesitaba llevarme bien con ella si quería pasar su miserable clase.

— Bien. Como deben saber, soy la profesora de Lengua y Literatura. Soy Calliope Torres.— sonrió apenas, ni siquiera sabría decir si eso realmente fue una sonrisa.

Me quedé observando su piel morena, era preciosa.

— Si bien hay algunos libros que tendrán que leer este año, quiero hacer las cosas a mi manera, quiero que lean libros que les dejen alguna enseñanza.

Asentí y saqué mi agenda. Tal vez a ella le guste que seamos atentos en su clase, eso me daría puntaje extra y ambas estaríamos contentas.

— De todas maneras, quiero conocerlos.

Ella le preguntó el nombre a cada uno de nosotros, hasta que llegó a mi. Sonreí avergonzado, actuando.

— Arizona Robbins. Un gusto conocerla.

La Srta. Torres frunció el ceño.

— Parece ser que eres la típica aduladora.— bromeó secamente.

Esta vez me tocó fruncir el ceño a mi. No soy una típica aduladora, soy Arizona Robbins. La persona con el mejor promedio de la clase.

— No soy "aduladora".— hice comillas con mis dedos— Solo soy agradable.

— Denominarse agradable, no significa serlo. Considero que es un poco egocéntrico de tu parte.— sonrió de lado, nuevamente burlándose de mi.

— Si soy egocéntrica por considerarme la mejor y agradable, entonces sí, soy egocéntrica. ¿Qué habría de malo con eso?— levanté una de mis cejas.

Esta mujer consiguió sacarme de mis casillas en ¿Cuánto? ¿Cinco minutos?
Desagradable.
Completamente desagradable.

— Creo que esa pregunta deberías hacértela tú. Los chicos no quieren a las mujeres así.— se sentó sobre su escritorio y cruzó sus brazos.

No había comentario más misógino que ese. ¿A mi qué diablos me importaban los hombres?
Era una mujer, estaba siendo despectiva con otra chica. Pero como siempre digo, no le debo sororidad a mi agresora.

— ¿Y a mi qué diablos me importan los hombres?— me crucé de brazos molesta.

— Lenguaje.— me advirtió.

— Lo siento, no puedo mantenerme al margen con un comentario tan misógino.

Me importa cero mi puntaje en este momento. La Srta. Torres me dió una mirada asesina y siguió con su trabajo.

— Buena manera de empezar.— se burló Penny.

Negué molesta en su dirección.

[...]

La hora comenzó a transcurrir y la profesora nos dió algunos ejercicios sobre cosas aburridas, realmente aburridas. Decidí que debía hacerlas, pero entonces surgió una duda y no sabía si debía acercarme a ella.

Respiré hondo, tomé fuerzas y me dirigí hacia su escritorio. Ella trabajaba en su laptop por lo que carraspee, esperando atención.

— Dime.— dijo sin separar sus ojos de la tecnología.

— Tengo una duda sobre los verbos. ¿Podrías ayudarme?— acerqué mi hoja hacia ella y me senté en la silla que estaba a su lado— No puedo conjugarlos.

— Es porque tiene que utilizar estos dos, que están en la tercer y cuarta fila.— los señaló en la hoja con sus dos dedos.

Entonces ví su mano dirigirse a mi, dejando un casto golpe con sus dedos, ella literalmente había empujado mi frente como si fuese una niña estúpida.

Fruncí el ceño. Molesta con ese gesto.
Tomé mi hoja molesta y bufé, saliendo de su vista mientras sentía su amarga risa detrás de mí.

— ¿Qué tiene 5 años?— murmuré molesta.

— Arizona, ven aquí.— pidió secamente.

Joder.

Metáfora de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora